► Introducción
Diversas condiciones del entorno de un individuo influyen en el aumento de la propensión a presentar sobrepeso u obesidad y en la incidencia de esta enfermedad a nivel mundial. Por otra parte, los trastornos alimentarios exacerban las condiciones establecidas por el entorno o ambiente obesogénico, el cual comprende la estimulación del consumo de alimentos, principalmente hipercalóricos, el sedentarismo (disminución en la utilización de energía), escasez de políticas que promuevan el ejercicio físico, presión social y de los medios de comunicación, respecto de las pautas de conducta alimentaria y de la imagen corporal ideal. Asimismo, existen factores intrínsecos como la presencia de alteraciones hormonales o neuroquímicas que afectan dicha conducta (adicciones) y el control del peso.
El objetivo de la presente revisión fue caracterizar los factores que contribuyen en la incidencia del sobrepeso y obesidad y las medidas factibles en su prevención.
► Descripción de los factores que inciden en el sobrepeso y la obesidad
El problema de sobrepeso y obesidad se encuentra estrechamente asociado al consumo de alimentos procesados de alto contenido energético, ricos en lípidos y carbohidratos, en reemplazo de aquellos que contribuyen a un buen estado de salud (alimentos no sometidos al proceso de refinamiento). La amplia disponibilidad y bajo costo de los alimentos procesados hipercalóricos agudizan el problema, ya que se facilita su consumo en grandes cantidades y, su alta palatabilidad genera adicción. Por otra parte, los cambios culturales como la reducción de la actividad física secundaria a la utilización de diferentes aparatos electrónicos durante el tiempo de esparcimiento o la ausencia de consumo de alimentos elaborados en el hogar, reemplazados por comida rápida (rica en lípidos), influyen de manera predominante en la prevalencia del sobrepeso.
En este sentido, las conductas que llevan al exceso de peso son estimuladas en los medios de comunicación, los cuales exhiben campañas publicitarias altamente atractivas (de golosinas, gaseosas, cereales azucarados y comida rápida [el 95% de avisos comerciales de alimentos]), dirigidas a la población infantil, la cual posee menor capacidad de discernimiento. No obstante, el ideal de belleza inalcanzable (figura femenina de bajo peso [24% inferior al promedio]), promovido por los medios, no condice con la estimulación del consumo de alimentos hipercalóricos, una paradoja que redunda en la aparición de alteraciones psicológicas (rechazo del propio cuerpo, angustia y frustración) y en el aumento en la prevalencia de la obesidad y trastornos alimentarios (en particular en las adolescentes).
En este sentido, en el desarrollo de estos trastornos incide, asimismo, la discriminación sufrida por la persona con sobrepeso, desde su entorno social (familia, escuela, trabajo, etcétera) al hacerla responsable directa de dicha condición (se los cataloga como faltos de voluntad). De esta forma, la presión social resulta contraproducente, la persona afectada realiza regímenes dietarios estrictos no sustentables en el tiempo, que derivan en una ingestaposterior de alimentos exacerbada. En particular, los adolescentes recurren al binge-eating (comer en exceso), purging (eliminación inducida de alimentos ingeridos y nutrientes mediante la utilización de laxantes, diuréticos o enemas y la inducción del vómito) y el uso de fármacos para reducir su peso. Las alteraciones físicas y psicológicas experimentadas por los adolescentes (en particular, mujeres) pueden ser observadas por períodos extensos (en la década sucesiva) y redundar en sintomatología irreversible.
Por otra parte, la conducta alimentaria de los padres (cantidad y calidad de alimentos) resulta fundamental en el desarrollo de trastornos alimentarios en los niños. En este sentido, los niños imitan a sus padres cuando consumen alimentos en exceso o en ausencia de apetito, para controlar estados de ánimo, en particular si se trata de padres con sobrepeso y madres con trastornos alimentarios. Asimismo, la conducta compulsiva en la ingesta de alimentos procesados ricos en grasas y carbohidratos puede ser provocada por ciertos hábitos, como la ingesta nocturna exacerbada junto con un consumo diurno de una escasa cantidad de alimentos, regímenes dietarios sucesivos e ingesta diaria excesiva. Dichas prácticas no sólo alteran la conducta alimentaria, sino también los mecanismos neurales subyacentes. Es importante destacar que las personas pueden presentar una predisposición genética al aumento de peso en función de las calorías consumidas y utilizadas por el organismo o mayor susceptibilidad a desarrollar conductas alimentarias compulsivas en respuesta a estímulos externos (características propias del alimento y presión publicitaria).
► Estrategias en el control del sobrepeso y la obesidad
En primera instancia, es esencial promover la ingesta de alimentos ricos en nutrientes en el hogar y las escuelas (impulsados por programas apoyados por la industria alimentaria). Para esto, el consumo de comida rápida debe ser reemplazado por el de alimentos que contengan un balance adecuado de nutrientes y facilitar el acceso a snacks de alto valor nutricional. Asimismo, en la familia, debe promoverse el cumplimiento de las diferentes comidas diarias, en particular, el desayuno, el cual otorga protección respecto de los trastornos alimentarios (contribuye a una dieta balanceada y a la realización de actividad física) y el consumo de alimentos para saciar el apetito (la ingesta no debe estar modulada por los estados de ánimo).
Es importante que la ingesta de alimentos nutritivos surja del hábito y la imitación y no por coerción de los padres, lo cual es contraproducente, ya que los niños pueden consumir en exceso los alimentos no permitidos en ausencia de los padres. Asimismo, tanto en la escuela como en el núcleo familiar, debe estimularse la práctica habitual de las diferentes actividades físicas que resulten atractivas a niños y adolescentes y restringir la interacción con los diversos dispositivos electrónicos que implican sedentarismo. Esta acción será facilitada en un ambiente en el cual el niño observe dichas conductas saludables.
En este entorno, el niño o adolescente debe sentirse contenido, para lo cual los padres desempeñan un papel fundamental, ya que acompañan y pueden detectar la presencia de trastornos del ánimo (depresión y ansiedad) o de concepciones distorsionadas de la realidad respecto de su cuerpo que afecten su autoestima y, por ende, se traduzcan en trastornos alimentarios.
No obstante, resulta necesario el establecimiento de regulaciones estatales que restrinjan la promoción del consumo de productos que puedan incidir de manera negativa en la salud (golosinas y refrescos, entre otros) en los medios de comunicación, y establezcan la obligatoriedad de dar a conocer el contenido calórico de éstos. Además, se ha propuesto gravar los refrescos o bebidas azucaradas y destinar el dinero recaudado a subsidiar los alimentos saludables y financiar las campañas destinadas a incentivar los hábitos alimentarios saludables y la realización de actividad física.
► Conclusión
El ambiente obesogénico, que determina el consumo de alimentos procesados hipercalóricos, es promovido por los medios de comunicación y facilitado por la disponibilidad de estos productos en los hogares y las escuelas, lo cual sumado al sedentarismo, constituyen factores conducentes al sobrepeso, la obesidad y los trastornos alimentarios. La prevención de estas afecciones radica en restringir el consumo de estos productos mediante políticas estatales, programas escolares y educación en los hogares, y estimular el de alimentos saludables ricos en nutrientes y la práctica de ejercicios físicos.
♦ SIIC- Sociedad Iberoamericana de Información Científica