Sus implicancias para la investigación y la atención clínica

El concepto de “jet lag metabólico” en la fisiopatología del trastorno bipolar

La evidencia sugiere que el desfase horario metabólico es un componente central de la fisiopatología del trastorno bipolar

Autor/a: Elena Koning, Alexandra McDonald, Alexander Bambokian, Fabiano A. Gomes, Jacob Vorstman, et al.

Fuente: The concept of “metabolic jet lag” in the pathophysiology of bipolar disorder: implications for research and clinical care

Resumen

El trastorno bipolar (TB) es un trastorno mental potencialmente crónico caracterizado por episodios maníacos y depresivos recurrentes, alteración del ritmo circadiano y cambios en el metabolismo energético. El “jet lag metabólico” se refiere a un estado de cambio en los patrones circadianos de homeostasis energética, que afecta la función neuroendócrina, inmune y del tejido adiposo, expresado a través de cambios de comportamiento, como irregularidades en el sueño y el apetito. Los factores de riesgo incluyen variación genética, disfunción mitocondrial, factores de estilo de vida, mala salud del microbioma intestinal y anomalías en el hambre, la saciedad y la función hedónica. La evidencia sugiere que el desfase horario metabólico es un componente central de la fisiopatología del trastorno bipolar (TB), ya que las personas con TB presentan con frecuencia ritmos alimentarios irregulares y desincronización circadiana de su metabolismo energético, lo que se asocia con resultados clínicos desfavorables. Aunque los criterios de diagnóstico actuales carecen de una evaluación de los ritmos alimentarios, los avances tecnológicos, incluidas las aplicaciones de teléfonos móviles y la evaluación ecológica momentánea, permiten el seguimiento confiable de los ritmos biológicos. En general, el refinamiento metodológico de la evaluación del desfase horario metabólico aumentará el conocimiento en este campo y estimulará el desarrollo de intervenciones dirigidas a los ritmos metabólicos, como la alimentación con restricción de tiempo.


Introducción

Los trastornos bipolares (TB) son un grupo de trastornos mentales comunes, complejos y multidimensionales que afectan el estado de ánimo, la cognición y el comportamiento. Se clasifican en dos tipos principales, TB tipo I y TB tipo II. El TB tipo I se caracteriza por la presencia de uno o más episodios maníacos, mientras que el TB tipo II incluye tanto un episodio hipomaníaco como un episodio depresivo mayor. Los componentes depresivos de cualquiera de los subgrupos son los más frecuentes y difíciles de tratar. Es más probable que la depresión en el TB esté acompañada de síntomas atípicos, como aumento del sueño y el apetito, así como fatiga.

Las implicaciones para quienes se ven afectados por estos trastornos son significativas, ya que afecta su salud física y mental, además de ser inconsistente por naturaleza, lo que complica tanto vivir como tratar el trastorno. Las estrategias de tratamiento ideales deben abordar grupos de síntomas maníacos y depresivos, tratar episodios agudos, prevenir recaídas y recurrencias, restaurar el funcionamiento y causar efectos secundarios limitados o nulos. Estos objetivos no siempre los logran las personas que viven con BD, incluso con la adopción de enfoques basados ​​en la evidencia.

Aunque con frecuencia se lo denomina trastorno del estado de ánimo, las manifestaciones mentales y conductuales del TB van mucho más allá del estado de ánimo.

Las personas con TB exhiben una disfunción generalizada en múltiples sistemas centrales y periféricos, incluidas anomalías en la activación, la atención, la cognición, la función neuroendocrina e incluso cambios neuroestructurales. Otra dimensión de la psicopatología del TB es la alteración del ritmo circadiano, siendo los cambios en el ciclo sueño-vigilia los más replicados. La mayoría de las personas con TB exhiben diferentes grados de desincronización circadiana en diferentes momentos de la trayectoria de su enfermedad, asemejándose al “jet lag” a través de efectos secundarios desfavorables como sueño anormal, alteraciones metabólicas y poca energía. Además, existe una relación bidireccional entre la alteración circadiana y los síntomas maníacos y depresivos, siendo la privación del sueño un desencadenante de los síntomas maníacos y los episodios del estado de ánimo acompañados de disfunción circadiana. Uno de los factores desencadenantes de enfermedades más importantes es el desfase horario.

Los ritmos circadianos están influenciados tanto por el principal reloj biológico endógeno, un grupo distinto de células ubicadas en el hipotálamo anterior, como por la información de entradas tanto internas como externas, a través de la luz, los sonidos, la alimentación, el ejercicio y la programación de actividades. Los fundamentos neurobiológicos de esta asociación incluyen, entre otros, factores genéticos, cronotipos, presencia de trastornos del sueño (p. ej., apnea obstructiva del sueño), hormonas (p. ej., melatonina) y mediadores inmunitarios inflamatorios. El control genético del mantenimiento del ritmo circadiano se compone de un ciclo de retroalimentación molecular de aproximadamente 20 genes, conocidos como “genes de reloj”.

Los estudios han sugerido un papel para el núcleo supraquiasmático (SCN) y los genes relacionados en la regulación emocional. Además, las interrupciones en el ritmo circadiano se han relacionado con una variedad de efectos adversos para la salud, incluidos los trastornos metabólicos y del estado de ánimo. El síndrome metabólico es aproximadamente el doble de común en el TB en comparación con la población general y se asocia con síntomas de ánimo empeorados, eficacia reducida del tratamiento y un curso clínico desfavorable. Además, los ritmos circadianos disfuncionales se han relacionado con una mayor susceptibilidad a cambios de humor y resistencia al tratamiento. Es evidente que existe una relación compleja y multidireccional entre la sincronía de los relojes circadianos, la homeostasis metabólica y los trastornos del estado de ánimo.

El estudio de la ingesta y el gasto energético en los trastornos del estado de ánimo representa una oportunidad única para integrar líneas de investigación transdisciplinares, como la cronobiología y la fisiología metabólica, con el objetivo de mejorar los resultados de los pacientes. El objetivo de este estudio es revisar exhaustivamente los hallazgos clínicos y mecánicos de diferentes líneas de evidencia que sugieren que los desequilibrios en la regulación rítmica de los procesos metabólicos están involucrados en la fisiopatología del TB y discutir las implicaciones de estos hallazgos para la investigación y la atención clínica.

El concepto de jet lag metabólico

El "jet lag metabólico" es un concepto recientemente introducido en la literatura, que designa un estado de cambio dramático en los patrones circadianos de la homeostasis energética, que incluye, entre otros, la liberación de hormonas, la función del tejido adiposo y la función inmune que se expresa a través de cambios de comportamiento que incluyen sueño y alimentación irregulares. Bajo condiciones fisiológicas, los ritmos metabólicos están relacionados con cambios cíclicos en las vías bioquímicas que son integrales para que el cuerpo responda a los cambios ambientales que ocurren durante los ciclos de la noche y el día. Se cree que la existencia de tales cambios proporciona a los organismos una importante ventaja evolutiva, ya que permite al cuerpo anticipar las necesidades de nutrientes y garantizar una capacidad energética óptima durante las horas activas del día.

El jet lag metabólico constituye una desincronización entre las señales externas y el orden temporal del reloj circadiano principal y se ha relacionado con una variedad de resultados perjudiciales para la salud. Por ejemplo, es bien sabido que los trabajadores por turnos o las personas que viajan constantemente entre husos horarios se ven afectados de manera desproporcionada por la enfermedad coronaria, la obesidad y el síndrome metabólico. Por el contrario, las personas afectadas por el aumento de peso y la obesidad son más propensas a las alteraciones del ritmo circadiano. El vínculo bidireccional entre el ritmo circadiano y la salud metabólica se suma a la complejidad en la comprensión de los mecanismos subyacentes.

Varios factores están involucrados en la fisiopatología del jet lag metabólico. Los más relevantes se describen en las siguientes secciones.

Predisposición genética

Se sabe que el BD es un trastorno del estado de ánimo hereditario y recientemente se ha sugerido que la interrupción circadiana, un factor de riesgo para el BD, también puede ser hereditario. El ritmo circadiano está regulado por una variedad de vías de transcripción y traducción, descritas en detalle en otra parte.

Ritmos irregulares de alimentación

El momento de la ingesta de energía es una señal periférica importante que influye en la regulación de la función circadiana. El ajuste de los horarios regulares de las comidas puede restablecer los relojes periféricos. De hecho, un patrón de alimentación desorganizado es tanto un indicador como un contribuyente al desfase horario metabólico que está relacionado con un mayor riesgo de obesidad, síndrome metabólico, diabetes mellitus e incluso algunas formas de cáncer.

Se ha demostrado que los ritmos alimentarios influyen en el peso corporal y el metabolismo energético, incluso cuando se consume la misma cantidad de alimentos porque el equilibrio energético no promueve el gasto durante las horas nocturnas y, por lo tanto, las calorías se almacenan como grasa. Se ha observado un aumento de peso y un mayor riesgo de enfermedades cardiometabólicas independientemente de la ingesta total de alimentos cuando los patrones de alimentación no estaban sincronizados con el reloj del SNC. Los estudios con roedores han demostrado que restaurar el horario de las comidas durante la fase activa mejora las anomalías metabólicas asociadas con el desfase horario y reduce la obesidad, lo que indica un efecto protector de la alimentación de rutina.

Anomalías en el ciclo hambre /saciedad y aspectos hedónicos

En los humanos, el comportamiento de obtener alimentos y comer es altamente complejo y requiere la integración de múltiples sistemas. Por ejemplo, requiere la interpretación de entradas interoceptivas, como las sensaciones de hambre y saciedad, que fluctúan dinámicamente con el tiempo en función del estado energético. También tiene que integrarse con los aspectos hedónicos de comer, que son parcialmente independientes de las necesidades energéticas. Visto a través de una lente evolutiva, la obtención de alimentos requiere actividad para facilitar la recolección de alimentos (p. ej., búsqueda de alimento) y la navegación de los riesgos asociados (p. ej., caza).

Comer de acuerdo con los tiempos socialmente determinados también requiere aprendizaje y memoria que dependen al menos parcialmente de la actividad del hipocampo, a través de la integración de experiencias pasadas con señales actuales de la exterocepción y el equilibrio energético interno. El hipotálamo juega un papel importante en el control aprendido de la conducta alimentaria, resaltado por la incapacidad de los sujetos con daño hipocampal bilateral para interpretar entradas interoceptivas como el hambre y la saciedad. Se observó una desconexión entre los requisitos de energía y la interpretación del hambre a medida que se mantenían los índices de hambre a lo largo de las fases de alimentación. Esto confirmó que estos sistemas pueden procesar de forma independiente pero requieren comunicación para operar de manera efectiva. En general, surgen consecuencias negativas para la salud si los humanos no reciben o interpretan suficientemente los requisitos de energía, incluido el desfase horario metabólico.

Contenido nutricional

Aunque el momento de las comidas es importante para mantener la sincronía metabólica con el reloj circadiano, los estudios también han indicado un papel importante del contenido nutricional. En concreto, las dietas con alto contenido en grasas y azúcares se han relacionado con alteraciones en los ritmos circadianos. En animales, 1 semana de dieta rica en grasas fue suficiente para provocar una prolongación del período circadiano en comparación con una dieta regular, un efecto que fue independiente de los cambios en el peso corporal. Más recientemente, los estudios han indicado un mecanismo subyacente para esta observación en el que se ha demostrado que el contenido nutricional de los alimentos altera la expresión de los genes del reloj. Por ejemplo, se demostró que la obesidad causada por una dieta rica en grasas altera la expresión de los genes del reloj en el hígado y los riñones. Además, se demostró la interrupción de las células L intestinales y las células beta pancreáticas en ratones después de la alimentación obesogénica, lo que proporciona alguna explicación para el desarrollo de anomalías metabólicas en una dieta rica en grasas.

Salud del microbioma intestinal

El microbioma intestinal puede ser un factor por el cual la dieta y el horario de las comidas afectan la disfunción metabólica y circadiana. La composición y el funcionamiento del microbioma intestinal oscilan con el reloj de 24 horas. El epitelio intestinal interactúa con diferentes microbios a lo largo del día y algunas bacterias incluso son arrastradas con niveles de melatonina. Además, se ha propuesto una relación bidireccional en la que el microbioma también puede influir en la expresión del gen del reloj en respuesta a la dieta.

Estilo de vida sedentario

Otra faceta del estilo de vida que puede predisponer a un individuo al desfase horario metabólico incluye ejercicio insuficiente o un estilo de vida sedentario que se ha relacionado con la falta de sincronía entre el metabolismo y el ciclo circadiano. En los seres humanos, la actividad física muestra un ciclo circadiano de aproximadamente 24 horas y actúa como un zeitgeber para sincronizar los relojes circadianos en los tejidos periféricos, como el músculo esquelético, el hígado y los pulmones. Esto ha sido confirmado en estudios con animales y humanos. Desde una perspectiva evolutiva, el metabolismo energético se optimiza a lo largo del ciclo día-noche para permitir que los humanos viajen largas distancias en busca de alimentos durante las horas de vigilia. Por el contrario, la actividad física limitada puede indicar que el cuerpo se está recuperando de una lesión o enfermedad y está asociada con respuestas inflamatorias. Por lo tanto, el gasto de energía responde a la adversidad ambiental y también es una señal externa importante para mantener la sincronización circadiana.

Los estilos de vida sedentarios están asociados con una variedad de efectos desfavorables para la salud, que incluyen problemas cardiometabólicos como el empeoramiento del control glucémico, la presión arterial y los niveles de triglicéridos. Se informa que la actividad sedentaria aumenta significativamente la glucosa y la resistencia a la insulina en los participantes después de solo 5 días, incluida una respuesta de insulina un 67 % mayor a una carga de glucosa. El ejercicio es un promotor de la salud en los seres humanos, así como una importante señal de sincronización circadiana. Por lo tanto, es importante considerar los beneficios generalizados de la actividad física para resistir el desarrollo del desfase horario metabólico.

Alteraciones en el metabolismo mitocondrial

Las mitocondrias son orgánulos responsables de la generación de energía en las células eucariotas. La función mitocondrial disfuncional se ha demostrado consistentemente en varios trastornos mentales graves, incluido el TB. De hecho, el TB a menudo se conceptualiza como un trastorno mitocondrial, donde la manía y la depresión se consideran estados de regulación positiva y negativa de la función mitocondrial, respectivamente. Además, la prevalencia de TB en enfermedades mitocondriales es unas 20 veces mayor que en la población general. Las mitocondrias de individuos con TB muestran diferencias significativas en morfología y dinámica en comparación con individuos sanos.

La evidencia actual sugiere que las mitocondrias están influenciadas por el ritmo circadiano y ejercen efectos sobre los ritmos biológicos. Se sabe que los factores circadianos son reguladores críticos de la función mitocondrial y demuestran un papel importante en el mantenimiento de la salud metabólica.

El Trastorno Bipolar (TB) como una enfermedad de gasto energético desregulado

Está bien documentada una alta prevalencia de anomalías metabólicas en individuos con TB, especialmente en aquellos con múltiples episodios del estado de ánimo.

Las anomalías metabólicas son frecuentes en la población con trastornos del estado de ánimo, con aproximadamente el 50% de los pacientes con obesidad, diabetes mellitus y/o resistencia a la insulina. Aunque existe una influencia bien documentada de los factores iatrogénicos y del estilo de vida sobre la disfunción metabólica en el TB, no explican todas las diferencias observadas. Por ejemplo, las personas con TB exhiben anomalías metabólicas graves incluso en ausencia de farmacoterapia. Se cree que la disfunción metabólica es un componente central de la fisiopatología de la enfermedad y contribuye significativamente a la mortalidad en individuos con TB, incluyendo mayores tasas de muerte por enfermedad cardiovascular en comparación con la población general. La comprensión de la etiología de las anomalías metabólicas permitirá la prevención de una mayor progresión de la enfermedad, limitando la mortalidad en estos individuos.

Tomando estos datos juntos, no es inesperado que la evidencia replicada indique que el metabolismo energético juega un papel crítico en la función cerebral tanto normal como anormal. El cerebro humano constituye el 2% de la masa corporal pero consume el 25% de los sustratos energéticos, lo que sugiere que los cambios en la regulación de la energía afectan significativamente la función neural. Además, la evidencia indica que el metabolismo energético del cerebro juega un papel importante en el comportamiento humano, a través del control tanto de la ingesta como del gasto de energía. Ciertas redes neuronales, incluida la transmisión de dopamina en las vías corticoestriatales, se consideran un mecanismo potencial que explica este hallazgo, así como indicadores del estado energético, como la glucosa y la insulina. De hecho, los estudios han relacionado la interrupción de la señalización de la insulina en el cerebro con la reducción de la transmisión de dopamina y los síntomas del estado de ánimo alterado.

La investigación ha demostrado repetidamente que las personas con trastornos del estado de ánimo exhiben un metabolismo energético cerebral anormal. Por ejemplo, se han identificado marcadores de regulación energética disfuncional en individuos con trastornos del estado de ánimo que incluyen aumento de lactato y pH más bajo, así como la generación de energía oscilante en la que la temperatura corporal es más alta en la manía y más baja en la depresión. Además, se han identificado tasas metabólicas de glucosa cerebral reducidas durante episodios depresivos tanto en el trastorno depresivo mayor como en el BD.

Como resultado del metabolismo energético disfuncional en los trastornos del estado de ánimo, la evidencia indica que las vías moleculares y celulares que median el gasto de energía están reguladas a la baja. Desde el punto de vista del comportamiento, esto se ha expresado como una actividad física reducida durante los episodios depresivos, revelada a través de estudios de acelerometría. Además, las personas con trastornos del estado de ánimo exhiben una disposición reducida a realizar esfuerzo físico para obtener recompensas en comparación con los controles sanos, lo que indica cambios motivacionales y disfunción del sistema de recompensas.

Un trabajo reciente ha asociado este hallazgo con una señalización de insulina periférica alterada en personas con depresión, aunque se necesita más trabajo para identificar un vínculo mecánico. De acuerdo con la teoría del “cerebro egoísta”, la utilización de la glucosa se prioriza para el cerebro a través de la inhibición de la secreción de insulina del páncreas. Este mecanismo mejora la captación de glucosa en el sistema nervioso central, que es un proceso independiente de la insulina. Por lo tanto, la actividad física reducida en individuos con regulación energética cerebral alterada puede significar otro mecanismo compensatorio que actúa para conservar la energía en estados de desequilibrio homeostático como los observados en los trastornos del estado de ánimo.

La insulina es una hormona clave involucrada en la regulación del metabolismo energético del cerebro, mediando la ingesta de alimentos, el gasto de energía, la acumulación de tejido adiposo y el metabolismo periférico. La señalización de insulina cerebral también se ha implicado en el sistema de dopamina mesolímbico e influye en la actividad cerebral relacionada con el comportamiento de recompensa. Por lo tanto, las acciones de la insulina demuestran una gran relevancia para el estudio de la etiología de los trastornos del estado de ánimo. De hecho, la resistencia a la insulina cerebral ya se ha descrito como un mecanismo potencial para las anomalías en el estado de ánimo. A pesar de esta evidencia, hasta donde sabemos, ningún estudio aún tiene que evaluar la relación entre la señalización de insulina cerebral y el gasto de energía en personas con TB.

El Trastorno Bipolar (TB) como una enfermedad de retraso metabólico

Históricamente, los ritmos circadianos de regulación de la energía han permitido a nuestros ancestros humanos asignar recursos metabólicos de acuerdo con la ocurrencia de actividades a lo largo del ciclo diurno y nocturno. La influencia del desfase horario metabólico es cada vez más relevante para los humanos a medida que seguimos adoptando hábitos sociales y personales que se desvían del ciclo diurno y sobresalen en el período de descanso. La desalineación entre la fisiología interna y el comportamiento es perjudicial para muchos aspectos de la salud humana. La alta prevalencia y el impacto de la disfunción metabólica en personas con TB respaldan la opinión de que el desfase horario metabólico puede ser un aspecto clave de la fisiopatología y la progresión de la enfermedad.

Las anomalías metabólicas son significativamente más altas en el TB en comparación con la población general y se han relacionado con trayectorias desfavorables de la enfermedad. Específicamente, los marcadores de laboratorio indican niveles elevados de triglicéridos séricos y hemoglobina glicosilada, hiperinsulinemia, resistencia a la insulina y niveles bajos de HDL, en comparación con controles sanos. Estos marcadores sanguíneos elevados del síndrome metabólico se han asociado con una menor eficacia del tratamiento y un empeoramiento del curso de la enfermedad en el TB. Las personas con TB también muestran una mayor prevalencia de obesidad en comparación con la población general. Las personas obesas con TB tienen más probabilidades de tener episodios depresivos mayores, acumular afecciones médicas y volverse resistentes al tratamiento. Los estudios han revelado evidencia de cambios estructurales y neurobiológicos asociados con la obesidad que pueden contribuir a la progresión del TB, aunque se necesita más trabajo para identificar los mecanismos subyacentes exactos responsables.

Las anomalías en la regulación de la insulina y la glucosa también se observan de forma rutinaria en personas con TB, relacionadas con el empeoramiento de los síntomas del estado de ánimo y la reducción de la eficacia terapéutica del litio. De hecho, un diagnóstico de diabetes mellitus tipo II es tres veces más común en individuos con TB en comparación con individuos sanos. Como una hormona que actúa dentro de regiones del cerebro como la amígdala, el hipotálamo y el hipocampo, la señalización alterada de la insulina puede alterar el funcionamiento saludable de los tejidos neurales. Específicamente, se cree que la reducción de la sensibilidad a la insulina puede conducir a la neurodegeneración en las regiones antes mencionadas. El deterioro cognitivo también se ha relacionado con la resistencia a la insulina en personas con TB, lo que respalda aún más este punto.

Un cambio somático circadiano menos estudiado en el TB está relacionado con el apetito, que puede diferir ampliamente en los episodios hipomaníacos, maníacos y depresivos, similar a las anomalías del ciclo sueño-vigilia. Trabajos recientes han identificado la conducta alimentaria circadiana desincronizada como un subgrupo prominente de TB, asociado con comorbilidades metabólicas más graves y síntomas del estado de ánimo. Bajo condiciones fisiológicas, la mayoría de nosotros exhibimos un patrón rítmico en los comportamientos alimentarios. Sin embargo, los pacientes con TB describen con frecuencia oscilaciones o anomalías en su apetito y hábitos alimentarios, pero la mayoría de estas anomalías no han sido suficientemente exploradas. Pocos estudios han investigado los ritmos alimentarios en personas con trastornos mentales, aparte de la anorexia y la bulimia, y muy pocos de ellos se realizaron en poblaciones con TB. El horario regular de las comidas es una señal externa importante para el sistema circadiano; por lo tanto, los cambios en el apetito pueden promover efectos adversos junto con la desalineación circadiana, como se muestra en la Figura 1.


Figura 1
.El jet lag metabólico como componente central de la fisiopatología del trastorno bipolar (TB). La sincronía entre los relojes central y periférico se mantiene mediante señales externas, como el ciclo de luz y oscuridad y los patrones regulares de alimentación. El reloj circadiano central influye en los tejidos periféricos a través del sistema nervioso autónomo, neurohormonas como la melatonina y la corticosterona, así como mecanismos epigenéticos como el control de la expresión génica de enzimas metabólicas. Por el contrario, la función metabólica también influye en el reloj circadiano central a través de la señalización de la insulina, el control de la expresión del gen del reloj, la función mitocondrial, el gasto de energía, el contenido nutricional, los niveles de energía celular y a través del eje intestino-cerebro. Los ritmos de alimentación que son irregulares y no se alinean con el ciclo de luz y oscuridad contribuyen a una variedad de disfunciones metabólicas que incluyen la resistencia a la insulina y la obesidad. Como resultado, la señalización anormal de la insulina se ha relacionado con cambios neurobiológicos, incluida la transmisión alterada de dopamina. En última instancia, el desfase horario metabólico contribuye a empeorar el curso clínico del TB, lo que incluye una reducción de la calidad de vida y la eficacia del tratamiento, episodios de humor más frecuentes y una vida útil más corta. Los mecanismos exactos que subyacen al desfase horario metabólico y al empeoramiento de los síntomas de TB siguen sin conocerse. Los mecanismos exactos que subyacen al desfase horario metabólico y al empeoramiento de los síntomas de TB siguen sin conocerse. Los mecanismos exactos que subyacen al desfase horario metabólico y al empeoramiento de los síntomas de TB siguen sin conocerse.

Las investigaciones preliminares que utilizan cuestionarios simples sugieren que la disfunción del ritmo alimentario está presente en el TB durante los episodios agudos y la eutimia. Esto se ha asociado con la gravedad de los síntomas y la mala calidad de vida. Se ha demostrado que, aunque la alteración del sueño prevalece en el TB, la interrupción de los ritmos alimentarios está más fuertemente asociada con el funcionamiento ejecutivo que con los ritmos del sueño en el período interepisódico. En general, es importante evaluar la alineación de las señales internas y externas en las personas con TB y es necesario comprender mejor el papel de los ritmos alimentarios y el desfase horario metabólico.

Implicaciones para la investigación y la atención clínica

Las consideraciones sobre el jet lag metabólico y su papel en la fisiopatología del TB son una vía importante para futuras investigaciones. Clínicamente, la incorporación de la evaluación de los ritmos alimentarios es un paso importante para las personas con TB, especialmente si se tienen en cuenta las comorbilidades comunes que afectan la conducta alimentaria, como los trastornos del sueño y la vigilia, los trastornos por consumo de sustancias y los trastornos alimentarios.

Mejoras en la evaluación clínica de los ritmos alimentarios

Los estudios actualmente disponibles utilizan evaluaciones muy simples en la evaluación de los ritmos alimentarios, incluidos los diarios de alimentos, los recordatorios de 24 horas y los cuestionarios de frecuencia de alimentos. Los diarios de alimentos suelen ser tediosos y suponen una gran carga tanto para el participante como para el investigador, así como un desafío para el cumplimiento a largo plazo. Además, los recordatorios de 24 horas a menudo se confunden con aspectos de la memoria episódica y la interpretación de datos con un sesgo de recuerdo que genera una amenaza significativa para la precisión de los resultados. Finalmente, los cuestionarios de frecuencia de alimentos no pueden evaluar completamente los patrones de alimentación debido a la falta de información contextual. Los avances tecnológicos, como las aplicaciones de ingreso de datos y los sitios web de seguimiento de alimentos, han reducido parte de la carga asociada con el seguimiento manual de alimentos, aunque aún se requiere la participación de los participantes.

El uso de la evaluación momentánea ecológica

Los métodos mencionados contrastan con el desarrollo de herramientas más sofisticadas que se utilizan para evaluar la alimentación y la nutrición, especialmente considerando la disponibilidad actual de aplicaciones para teléfonos inteligentes que pueden usarse para el monitoreo activo y pasivo de los factores del estilo de vida, como parte de un enfoque de fenotipado digital. Por ejemplo, la evaluación momentánea ecológica (EMA) es un método de monitoreo activo en el que se mide el comportamiento humano en el entorno natural de un participante, como a través de un teléfono móvil. Este método permite la evaluación en tiempo real de comportamientos como los patrones de alimentación durante un período determinado, lo que posiblemente ayude en la identificación temprana de anomalías. EMA requiere poco esfuerzo por parte del participante y evita los efectos del sesgo de recuerdo que están asociados con otros métodos de autoinforme, lo que lo hace más efectivo que el diario de alimentos estándar.

EMA se ha utilizado en una variedad de contextos, como para identificar los efectos del ayuno en los trastornos alimentarios y los aspectos cognitivos subyacentes que pueden explicar el comportamiento del trastorno alimentario. El fenotipado digital también abarca métodos para recopilar datos de manera pasiva, es decir, que no requieren una entrada activa del usuario, como ocurre con EMA. Estos métodos suelen utilizar el dispositivo personal de una persona, a veces junto con sensores portátiles. Este método de evaluación utiliza flujos de datos relacionados con la actividad social, el movimiento y los ritmos biológicos para identificar los fenotipos de comportamiento humano. El fenotipado digital demuestra un potencial significativo para capturar las diferencias intraindividuales a lo largo del tiempo, así como para mejorar la detección temprana de los trastornos del estado de ánimo y predecir los resultados de salud después de la intervención clínica. En general, se necesita más trabajo para determinar la tecnología óptima para medir los ritmos biológicos como comer, así como implementar su uso en la evaluación clínica de TB.

La integración de la cronobiología en el estudio de la disfunción mitocondrial en TB

Aunque la función y disfunción mitocondrial se han investigado previamente en el TB, hasta donde sabemos, ningún estudio ha incorporado un enfoque cronobiológico. Sería muy útil comprender si los factores del estilo de vida circadiano, como la hora de las comidas, el ejercicio y el sueño, pueden modular de manera beneficiosa la función mitocondrial en el TB y, por extensión, si también pueden ser beneficiosos para las comorbilidades médicas generales.

Exploración de los ritmos alimentarios como objetivo de intervención

Se requiere investigación adicional para identificar estrategias de intervención más efectivas para el manejo del TB, especialmente para pacientes que muestran una alimentación desincronizada circadiana. Además, el potencial de efectos adversos de la farmacoterapia en el balance energético respalda la necesidad de enfoques complementarios para la prevención y el tratamiento de las comorbilidades metabólicas. Las intervenciones no farmacéuticas, especialmente aquellas relacionadas con las opciones de estilo de vida, podrían respaldar cambios positivos para quienes padecen este grave problema que afecta a más personas de las que se informa. Por ejemplo, se ha demostrado que las terapias interpersonales y de ritmo social mejoran los síntomas del estado de ánimo y previenen la recaída en el TB al ayudar a los pacientes a establecer rutinas para estabilizar sus ritmos circadianos.

La alimentación restringida en el tiempo (TRE) se refiere a la restricción de la ventana de alimentación diurna a 12 a 20 horas y demuestra beneficios en múltiples aspectos de la fisiología humana, incluido el potencial para contrarrestar el desfase horario metabólico. Aunque se han realizado pocos estudios de TRE en humanos, existe evidencia de que la función cerebral y el metabolismo energético periférico se pueden optimizar con este método, incluida la promoción de la síntesis de cuerpos cetónicos. El papel de los cuerpos cetónicos en el cerebro se ha relacionado con un metabolismo energético mejorado y la cetosis es un objetivo terapéutico cada vez más atractivo en el TB. Además, la TRE permite la regulación del metabolismo de las grasas a través de hormonas implicadas en el estado de ánimo, como la leptina, la adiponectina y la grelina. La TRE se puede usar para contrarrestar ciertas anomalías metabólicas que se han relacionado con el empeoramiento de los síntomas del trastorno del estado de ánimo y la ventana de alimentación limitada permite un medio para superar la alimentación desincronizada circadiana.

Conclusión

Las interrupciones en el ritmo circadiano afectan negativamente los procesos metabólicos, y esto es relevante para las personas con TB. Los ciclos de sueño-vigilia y alimentación-ayuno se ven afectados por la interrupción del ritmo circadiano y se alteran como características del TB, pero aún no está claro si la interrupción es el resultado de diferencias fisiológicas en las personas con TB, o si es un factor que contribuye a la perturbaciones relacionadas. Esta revisión ha explorado hallazgos importantes relacionados con el TB y la prevalencia de disfunción metabólica en esta población de pacientes, lo que sugiere que la regulación energética alterada es un factor clave que contribuye a la fisiopatología de la enfermedad.

Las personas con TB suelen mostrar signos de desfase horario metabólico, y se necesita más trabajo para determinar el vínculo entre los ritmos biológicos, como el horario de las comidas y la progresión de la enfermedad. Además, puede ser posible limitar la progresión desfavorable de la enfermedad con intervenciones como la alimentación restringida en el tiempo (TRE), que mejoran la sincronización entre el metabolismo energético y el reloj circadiano. Como campo emergente de la medicina, los enfoques crononutricionales de la psiquiatría muestran potencial para mejorar los síntomas del TB, especialmente considerando la naturaleza impredecible de las intervenciones farmacológicas y la resistencia al tratamiento asociada. Como sociedad de 24 horas, se necesita más investigación para delinear el papel de la interrupción del ritmo en la enfermedad psiquiátrica.