Un aporte para las estrategias de prevención

Perfiles de intención y de muertes por suicidio

Decodificación de perfiles de difuntos suicidas y signos de intención suicida mediante análisis de clases latentes

Autor/a: Yunyu Xiao, Kaiwen Bi, Dr. Paul Siu-Fai Yip2,3; et al.

Fuente: Decoding Suicide Decedent Profiles and Signs of Suicidal Intent Using Latent Class Analysis

Puntos clave

Pregunta

¿Existen distintos perfiles de suicidio relacionados con distintos signos de intención y riesgos suicidas?

Hallazgos  

Este estudio transversal que incluyó a 306.800 fallecidos por suicidio en EE. UU. entre 2003 y 2020 identificó cinco perfiles o clases de suicidio:

  1. Trastornos comórbidos de salud mental y uso de sustancias.
  2. Trastornos mentales solos
  3. Crisis, problemas relacionados con el alcohol y de pareja.
  4. Problemas de salud física.
  5. Consumo de polisustancias.

La clase 4 (problemas de salud física) fue la más grande, exhibiendo una mínima intención suicida explícita, diagnósticos psiquiátricos rara vez detectados y un uso mínimo de medicamentos psicotrópicos.

Lo que significa que las estrategias de prevención del suicidio pueden ser más efectivas cuando se adaptan a diferentes perfiles de suicidio porque la atención integrada mejora la detección y el tratamiento de afecciones comórbidas de salud mental, trastornos por consumo de sustancias y alcohol y problemas de salud física.


Introducción

Las tasas de suicidio en los Estados Unidos aumentaron un 35,6%, de 10,4 a 14,1 por 100.000 por año entre 2001 y 2021.1 Este aumento es particularmente preocupante dado que hasta el 79% de los difuntos suicidas mueren en su primer intento, lo que subraya la necesidad de una detección e intervención tempranas eficaces.

La naturaleza multifacética del suicidio, como lo demuestra la ausencia de un perfil único, desafía los esfuerzos de prevención tradicionales que se centran predominantemente en la detección de trastornos mentales conocidos. Aunque los estudios de autopsias psicológicas indican que entre el 70% y el 90% de los suicidios involucraron un trastorno mental, sólo alrededor del 20% de los fallecidos suicidas con un trastorno psiquiátrico antes de morir habían acudido a servicios de salud mental. Esto sugiere una brecha en las estrategias de prevención: identificar a las personas con trastornos mentales en entornos de salud mental es insuficiente ya que ese enfoque no logra llegar a la mayoría de las personas en riesgo.

Entre los diferentes métodos de letalidad, los disparos autoinfligidos tienen una tasa de supervivencia de menos del 10% en comparación con una tasa de supervivencia del 92% para las sobredosis de drogas, lo que añade complejidad. Los fallecidos por suicidio que utilizaban métodos de alta letalidad tenían menos probabilidades de buscar tratamiento psiquiátrico o tener antecedentes de intentos previos de suicidio no fatales. Por lo tanto, la prevención del suicidio en este subgrupo de alto riesgo debe comenzar antes del primer intento de suicidio y fuera de los entornos de los servicios de salud mental.

Para mejorar la prevención, es imperativo comprender mejor los factores de riesgo modificables. Un enfoque es identificar “perfiles de fallecidos suicidas” con un espectro más amplio de factores de riesgo: buscar subgrupos en riesgo que pueden no manifestar señales de advertencia tradicionales, como personas con trastornos de salud mental diagnosticados, medicamentos psiquiátricos, intentos de suicidio no fatales, o revelación de intención suicida. En lugar de un enfoque único para todos, la identificación de perfiles heterogéneos de fallecidos suicidas puede informar estrategias de prevención diseñadas para poblaciones de alto riesgo que podrían morir en su primer intento.

Importancia  

Las tasas de suicidio en EE. UU. aumentaron un 35,6 % entre 2001 y 2021. Dado que la mayoría de las personas mueren en el primer intento, la detección y la intervención tempranas son cruciales. Comprender los factores de riesgo modificables es clave para estrategias de prevención eficaces.

Objetivo  

Identificar distintos perfiles o clases de suicidio, signos asociados de intención suicida y patrones de riesgos modificables para esfuerzos de prevención específicos.

Diseño, entorno y participantes  

Este estudio transversal utilizó datos de la base de datos de acceso restringido del Sistema Nacional de Notificación de Muertes Violentas de 2003-2020 para 306.800 fallecidos por suicidio. El análisis estadístico se realizó desde julio de 2022 hasta junio de 2023.

Exposiciones  

Los perfiles de difuntos suicidas se determinaron mediante análisis de clases latentes de los datos disponibles sobre circunstancias, toxicología y métodos de suicidio.

Principales resultados y medidas  

Divulgación de intenciones recientes, presencia de notas de suicidio y uso conocido de psicotrópicos.

Resultados  

Entre 306.800 fallecidos por suicidio (edad media [DE], 46,3 [18,4] años; 239.627 hombres [78,1%] y 67.108 mujeres [21,9%]), se identificaron 5 perfiles o clases.

La clase más numerosa, la clase 4 (97.175 [31,7%]), enfrentó predominantemente problemas de salud física, seguida de problemas de polisustancias en la clase 5 (58.803 [19,2%]) y crisis, problemas relacionados con el alcohol y problemas de pareja en clase 3 (55 367 [18,0%]), problemas de salud mental (clase 2, 53 928 [17,6%]) y trastornos comórbidos de salud mental y uso de sustancias (clase 1, 41 527 [13,5%]).

La clase 4 tuvo las tasas más bajas de revelación de intenciones suicidas (13.952 [14,4%]) y de dejar una nota de suicidio (24.351 [25,1%]). Ajustando por covariables, en comparación con la clase 1, la clase 4 tuvo las probabilidades más altas de no revelar la intención de suicidio (odds ratio [OR], 2,58; IC del 95 %, 2,51-2,66) y de no dejar una nota de suicidio (OR, 1,45; 95 % IC, 1,41-1,49).

La clase 4 también tuvo las tasas más bajas de todas las enfermedades psiquiátricas y medicamentos psicotrópicos conocidos entre todos los perfiles de suicidio. La clase 4 tenía más adultos mayores (23.794 tenían entre 55 y 70 años [24,5%]; 20.100 tenían ≥71 años [20,7%]), veteranos (22.220 [22,9%]), viudas (8633 [8,9%]), personas con educación inferior a la secundaria (15 690 [16,1%]) y residentes rurales (23 966 [24,7%]).


Figura
Distribución de circunstancias precipitantes por 5 perfiles de fallecidos suicidas en los EE. UU., 2003-2020 (N = 306800)

Conclusiones y relevancia  

Este estudio identificó cinco perfiles de suicidio distintos, lo que destaca la necesidad de estrategias de prevención personalizadas. Es primordial mejorar la detección y el tratamiento de las afecciones de salud mental coexistentes, los trastornos por consumo de sustancias y alcohol y las enfermedades físicas.

La implementación de estrategias de restricción de medios juega un papel vital en la reducción del riesgo de suicidio en la mayoría de los perfiles, lo que refuerza la necesidad de un enfoque multifacético para la prevención del suicidio.


Discusión

Identificamos cinco perfiles de suicidio, cada uno de los cuales requiere estrategias de prevención personalizadas. La clase 1 tenía trastornos comórbidos mentales y por uso de sustancias. La clase 2 estuvo dominada por los trastornos mentales. La clase 3 experimentó crisis, problemas relacionados con el alcohol y de pareja; la clase 4 presentó problemas de salud física; y la clase 5 mostró problemas de uso de sustancias. Descubrimos que la clase 4 tenía menos probabilidades de revelar intenciones de suicidio, dejar notas de suicidio como indicadores de intención y tener enfermedades mentales conocidas o psicotrópicos detectados por toxicología.

La clase 4 surgió como el grupo más preocupante: el más grande (31,7%) y el que más ha aumentado (aumento del 31,2% desde 2016). Con la tasa sorprendentemente más baja de trastornos mentales diagnosticados y medicamentos psicotrópicos detectados toxicológicamente, la clase 4 es la que más se acerca a tener un “perfil de riesgo de muerte por suicidio invisible”. Varios factores pueden explicar esto. La tasa de suicidio de los hombres es cuatro veces mayor que la de las mujeres, y los hombres son peores a la hora de buscar ayuda.

Las enfermedades físicas pueden causar dolor físico y angustia psicológica, lo que puede provocar sentimientos de impotencia y aumentar el riesgo de suicidio que pueden pasarse por alto en los entornos médicos. Los pacientes suicidas pueden priorizar la atención de salud física sobre la mental porque consultaron a profesionales de atención de salud no mental con el doble de frecuencia que a profesionales de salud mental en los 30 días previos a la muerte por suicidio. Por lo tanto, los entornos de atención sanitaria no psiquiátrica, especialmente la atención primaria y los departamentos de urgencias, son cruciales para la detección del riesgo de suicidio.

La composición de la clase 4 (predominantemente adultos mayores, individuos asiático-americanos no hispanos y veteranos) refleja tendencias de suicidio más amplias en estas poblaciones. Barreras sistémicas como el estigma y el aislamiento social pueden impedir el reconocimiento y el tratamiento de los problemas de salud mental. Los fallecidos suicidas en la clase 4 tenían más probabilidades de morir en el primer intento porque en su mayoría utilizaron armas de fuego.

Llama la atención el contraste en el uso de medicamentos psicotrópicos entre la clase 4 y la clase 1. En la clase 4, sólo el 2,3% de las personas usaban antidepresivos, en comparación con el 50,5% en la clase 1. Esta discrepancia genera preocupación sobre el posible tratamiento insuficiente de la depresión mayor, dado su vínculo con casi la mitad de las muertes por suicidio en Estados Unidos. Esto resalta la necesidad urgente de mejorar el diagnóstico y tratamiento de la depresión mayor en los entornos de atención médica. Se necesitan investigaciones futuras para comprender por qué la clase 4 ha aumentado como proporción de fallecidos por suicidio a lo largo del tiempo, porque eso puede identificar otros objetivos de prevención del suicidio.

Por el contrario, si bien las clases 1 y 2 experimentaron altas tasas de problemas de salud mental, exhibieron desafíos distintos. La clase 1 enfrentó el desafío adicional del uso comórbido de sustancias. Una mayoría significativa de los miembros de la clase 1 (84,8% -99,7%) habían recibido o estaban recibiendo tratamiento por enfermedad mental. En particular, las tasas de tratamiento aumentaron entre 2011 y 2015, en paralelo al aumento de las muertes por sobredosis relacionadas con opioides, que aumentaron de 22 784 en 2011 a 68 630 en 2020. El aumento de los opioides recetados e ilegales, en particular el fentanilo, y su asociación con Los suicidios relacionados con envenenamiento en la clase 1 requieren más investigación.

Los hallazgos de toxicología indican que casi la mitad de los fallecidos por suicidio en la clase 1 no estaban tomando medicamentos psicotrópicos en el momento de la muerte, lo que indica una posible falta de cumplimiento o interrupción del tratamiento antes del suicidio. En contraste, la clase 2, con trastornos mínimos por uso de sustancias y menos tratamiento de salud mental que la clase 1, experimentó una disminución significativa en las tasas de suicidio, lo que sugiere mejoras en la atención de salud mental, pero los recursos limitados para el manejo de los trastornos por uso de sustancias fueron la base de las tendencias en estas tendencias. 2 clases de suicidio.

La clase 5, marcada por problemas generalizados de polisustancias, fue la que creció más rápidamente. Los informes de toxicología revelaron que una quinta parte de los difuntos de clase 5 no tenían medicación psicotrópica actual en el momento de la muerte, y sólo el 3% tenía antecedentes de tratamiento. Esta clase también registró las tasas más altas de resultados positivos en pruebas de sustancias como anfetamina (12,5%), alcohol (39,6%), marihuana (19,5%) y cocaína (7,9%).

Es probable que desafíos como el estigma y las complicaciones de salud derivadas de la dependencia de múltiples sustancias obstaculicen los esfuerzos de recuperación, lo que lleva a una menor participación y adherencia al tratamiento y a una vacilación a la hora de revelar tendencias suicidas. Como lo indican las tendencias en las clases 1 y 2, las barreras sistémicas 49 para acceder al tratamiento por abuso de sustancias, y potencialmente la ausencia de programas culturalmente adaptados y específicos de género, pueden haber contribuido al riesgo de suicidio en las clases 1 y 5.

Siguiendo estudios anteriores, descubrimos que la clase 3 representaba a hombres más jóvenes que luchaban contra el abuso de alcohol en medio de desafíos económicos y a hombres separados o solteros que enfrentaban dificultades en sus relaciones de pareja. La prevención debe extenderse más allá de los aspectos inmediatos y visibles de estas crisis para abordar de manera integral causas menos aparentes pero subyacentes que a menudo se pasan por alto en las estrategias de investigación e intervención.

Mensaje final

Este estudio identificó cinco perfiles de suicidio distintos, lo que subraya la complejidad del suicidio e ilustra su naturaleza multifacética. Un hallazgo notable es el aumento de un perfil de riesgo invisible caracterizado por problemas de salud física, lo que pone de relieve el infradiagnóstico psiquiátrico y el posterior tratamiento insuficiente.

Estos hallazgos resaltan la necesidad de estrategias de prevención del suicidio personalizadas que aborden las necesidades específicas de cada perfil en la medida en que sean identificables, o eviten que se actúe sobre los pensamientos impulsivos, alejándose de un enfoque único para todos.

Es primordial mejorar la detección y el tratamiento de las afecciones de salud mental coexistentes, los trastornos por consumo de sustancias y alcohol y las enfermedades físicas. Además, la implementación de estrategias de restricción de medios juega un papel vital en la reducción de los riesgos de suicidio en la mayoría de los perfiles, lo que refuerza la necesidad de un enfoque multifacético para la prevención del suicidio.