El sistema de residencia médica tiene una trayectoria de varias décadas en la Argentina y en el mundo y se ha considerado desde sus inicios como un extraordinario avance en la formación de postgrado, ampliamente superador de los antiguos practicanatos y concurrencias a los servicios asistenciales de los hospitales. Sus pilares definitorios han sido la dedicación exclusiva, la práctica intensiva con responsabilidad directa del médico residente sobre los pacientes a su cargo, la formación académica que incluye actividades de investigación clínica y de extensión a la comunidad y la supervisión cuidadosa por parte de los médicos de planta que desempeñan un doble rol docente – asistencial (instructores de postgrado y jefes de servicio).
Es casi unánime el recuerdo emocionado que los médicos que han vivido esta experiencia única en la vida profesional, guardan de ella al cabo de los años. El reconocimiento de su valor formativo a la distancia no parece condecirse con las críticas, a veces ásperas y despiadadas que quienes la están transitando en tiempo presente, formulan contra ella.
Suele decirse por ejemplo: a) Que el trabajo que debe realizar el residente es excesivo y que semejante esfuerzo no es un justo precio a pagar por la formación médica. b) Que la guardia de 24 horas es una tradición que se mantiene por mera inercia, cuando está ampliamente demostrado que la relación sueño / vigilia debe respetarse en sus límites fisiológicos so pena de disminuir peligrosamente el rendimiento intelectual de los médicos, con sus imaginables consecuencias sobre la salud de los pacientes c) Que el burn out está a la orden del día en las residencias, como consecuencia de un sistema que resulta degradante para el joven profesional en formación. d) Que las remuneraciones son inadecuadas. e) Que en las residencias reina un clima de estructura militar que se basa en la pedagogía de la humillación haciendo honor al viejo dicho de que “la letra con sangre entra”. |
La discusión reflexiva acerca de las cosas que hacemos a diario, las razones que nos llevan a proceder de tal manera y los desvíos que envilecen un sistema que ha demostrado incuestionables virtudes es algo que como sociedad y como comunidad médica nos debemos tanto en sentido global (la residencia, en general) como en el particular (cada una de nuestras residencias), lo que implica un ejercicio de introyección en nuestros servicios con residencias o carreras de especialización de postgrado.
Muchos jefes de servicio, durante largo tiempo instalaron en el imaginario colectivo que el médico todo lo puede y por lo tanto de todo debe hacerse cargo
En primer lugar, el término burn out, que podríamos equiparar con el concepto de alienación no está sólo relacionado con el trabajo intenso. La consecuencia de éste es el cansancio, el agotamiento eventualmente en casos extremos, pero no la alienación, entendida ésta como enajenación (literalmente “estar en manos de extraños”). La alienación (y existe abundante literatura sobre este tema en la medicina, tanto en nuestro país como en el extranjero) es producto de presiones psicológicas desmedidas generadas en un sistema hospitalario que no ha sabido diferenciar durante décadas lo que son tareas y responsabilidades de los médicos de las que no lo son y que a menudo se les exigen (actuar como extraccionistas de sangre, como camilleros, como empleados administrativos). Muchos jefes de servicio, durante largo tiempo instalaron en el imaginario colectivo que el médico todo lo puede y por lo tanto de todo debe hacerse cargo, en forma directa o indirecta.
En cuanto a la idea de que para ser realmente bueno en algo hay que sacrificarlo todo, hasta la propia dignidad de persona, es una postura generalizada en muchos aspectos educativos que van mucho más allá de la medicina y que desde todo punto de vista, resulta intolerable e inadmisible. Los largos períodos de guardia, se van modificando poco a poco, al menos en los servicios de Clínica Médica en la Argentina. Los servicios del Hospital Privado de Comunidad de Mar del Plata (pionero en este aspecto) y del Hospital Provincial del Centenario de Rosario, han puesto en marcha un sistema totalmente innovador que garantiza el adecuado descanso pre y postguardia, con una sensible mejora en el rendimiento del residente. Es de esperar que esta experiencia se generalice en el país y que trascienda nuestra especialidad, adaptándola a la realidad particular de cada uno de los centros formadores.
Finalmente, la retribución económica en las residencias es bastante dispar en la Argentina, según los lugares y las jurisdicciones de que se trate. En muchos casos, la remuneración es decorosa y le permite al médico en formación llevar una vida sin lujos pero sin privaciones excesivas. De todas maneras, elevar los presupuestos para mejorar la oferta de cargos rentados es un reclamo al estado que los educadores médicos no debemos abandonar.
Atacar a la residencia como institución, propugnando explícita o implícitamente su desaparición y su reemplazo por un sistema diferente resulta una insensatez
La capacitación de alto nivel que residencias y carreras de especialización brindan a los jóvenes médicos es un hecho que merece el reconocimiento general. Corregir los defectos que ellas pueden todavía conservar es una tarea no tan ardua desde lo material (dado que no implica grandes erogaciones ni estructuras de avanzada), pero sí difícil desde el punto de vista cultural. Decía Albert Einstein que "más sencillo resulta desarmar un átomo que desmontar un paradigma". Es por ello que recuperar el rol del médico, haciéndole cumplir tareas de tal y no más que eso (no solamente por un sentido de justicia sino además por respeto a la dignidad de las personas que deben ocuparse de las tareas conexas con la medicina), no inculcar a los jóvenes un anacrónico sentido de omnipotencia (por lo demás, ilusorio) y mejorar las redes vinculares de los residentes entre sí y entre ellos y sus instructores y sus jefes de servicio son los verdaderos reaseguros contra el burn out.
Atacar a la residencia como institución, propugnando explícita o implícitamente su desaparición y su reemplazo por un sistema diferente (que nadie hasta el presente ha delineado con claridad) resulta una insensatez que de prosperar, nos llevará seguramente a arrepentirnos de haber perdido tal vez el mejor sistema de formación médica de postgrado. No cerrar los ojos a sus vicios ni los oídos a las críticas es probablemente la única forma que tendremos de lograr su perfeccionamiento y de sostener su vigencia.
Profesor Alicdes Greca
Primera Cátedra de Clínica Médica Universidad Nacional de Rosario. Profesor Titular de Clínica Médica y Terapéutica. Facultad de Ciencias Médicas. Universidad Nacional de Rosario. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires. Director de la Carrera de Postgrado de Especialización en Clínica Médica. Facultad de Ciencias Médicas. Universidad Nacional de Rosario. Jefe del Servicio de Clínica Médica. Hospital Provincial del Centenario, Rosario.
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