Conmovedor mensaje a los jóvenes que se incian en la profesión

Carta a los médicos residentes

Las palabras del Dr. Jorge Dietsh a los residentes del Hospital Regional de Mar del Plata Dr Oscar Alende en la despedida del año son un llamado a la consciencia de toda la comunidad profesional. ¿Cómo podemos disfrutar de una profesión que nos sumerge en el padecimiento y el dolor humanos?

Autor/a: Dr. Jorge Dietsch

Una escritora canadiense, Anne Michaels, en un hermoso libro, hace plantar flores a su protagonista.  De noche, a la luz de una lámpara y como si cometiera un delito, Jean coloca plantas en lugares públicos.  Lo hace para que, cuando florezcan, quien pase por allí perciba un aroma que le recuerde algún momento feliz de su vida.  Lo hace pensando en los inmigrantes, para que recuerden a su patria, a su infancia.

El Pastor, un personaje del libro “Todos los nombres”, de José Saramago, tiene una conducta extraña: en un cementerio, cambia las lápidas de lugar.  Y dice que hace eso para que los vivos se confundan.  Rezarían entonces ante la tumba de un muerto que no es el suyo, y ese muerto recibiría una oración inesperada.  Ninguno de ellos se quedaría sin una plegaria.

Llamé a esto, “algunas formas distintas de dar”. 

Yo no vi a los residentes de nuestro hospital plantar flores ni cambiar lápidas de lugar, pero sí los vi correr por los pasillos con un paciente en la camilla, buscando desesperadamente un ascensor para bajarlo a Terapia o al Shock Room. Los vi preparar un ateneo mientras controlaban, al mismo tiempo, el goteo de un suero con dopamina.  Los vi intentar devolver el alma que había huido del cuerpo de un paciente, pero que aún estaba allí, como esperando que ellos la pusieran de nuevo en su lugar.  Los vi comprometerse a fondo con los pacientes y pelear por ellos para conseguirles un turno en el quirófano, un estudio que el hospital no tiene, un medicamento necesario. Ese compromiso que se adquiere con firmeza cuando se trabaja en un medio adverso, en el que uno pone al paciente sobre  sus espaldas y avanza con él a cuestas. Cuando el esfuerzo por conseguir algo le otorga valor a lo que se obtiene. Cuando se construye con ese esfuerzo el interior de la persona, un interior apasionado, (por lo que hace y por lo que ama).

Los vi vestirse de alegría a pesar de la pena. Celebrar la vida aún en el dolor. Y los vi ponerse de novios y tener hijos, y los vi crecer y madurar...

Varias veces les mencioné al escritor checoeslovaco Julius Fucik, que en la cárcel, condenado a muerte por el nazismo, escribió en unos papeles que le daba a su mujer con la complicidad de un carcelero, un libro que ella publicó más tarde.  En ese libro dice: “Por la alegría he vivido, por la alegría he ido al combate, por la alegría muero, que nunca la tristeza sea atada a mi nombre”. Yo les mencioné a Fucik, simplemente por el temor de que algún día perdieran la alegría.   Porque sin ella, es muy difícil ser profesional de la salud.  Uno puede serlo, pero ser médico y al mismo tiempo ser feliz, sin la alegría es casi imposible.

¿Pero cómo podemos disfrutar de una profesión que nos sumerge en el padecimiento y el dolor humanos?  

Y aquí quiero recordar al queridísimo amigo y maestro Paco Maglio, que tanto nos enseñó, y que falleció hace pocos días, el 16 de este mes de mayo.  El decía que en la Historia Clínica, el sustantivo es la historia.  Que la clínica es el adjetivo.  Que lo esencial es la historia.  En la historia de un paciente está su vida, y si aprendemos a escucharla, en una sola vida, la nuestra, podremos vivir muchas vidas.  Tenemos la gracia de haber recibido ese don.  De poder escuchar al otro.  Paco decía que el consultorio debía de llamarse escuchatorio.

Hace pocos días les leí a los residentes de clínica el poema de Konstantinos Kavafis (1863-1933, Alejandría, Egipto) “Itaca”. Itaca, la isla de la que partió y a la que volvió Ulises, después de muchos años de aventuras y peripecias.  El poema dice así:

Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencia, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.
Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Más no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.

No teman a Lestrigones ni a Cíclopes, ellos no existen.  Sólo existen dentro del alma de uno, si uno les da un lugar y los construye.  Y de las personas, ahí sí, existen los malvados.  Cuando se enfrenten a uno, tampoco teman.  Piensen que debajo de su ropa está desnudo.

En Mar del Plata hubo un obispo, Monseñor Eduardo Pironio, hoy en proceso de beatificación, que en un artículo (Meditación para los tiempos nuevos) de 1977, escribió: “…vivamos con intensidad y amor esta única hora nuestra.  Ni nos debe asustar, ni podemos dejarla pasar sin asumirla plenamente con la alegría de la fidelidad.  …Es la alegría de vivir ahora y de preparar para las generaciones nuevas tiempos fuertes y fecundos”.  (Y él decía estas cosas en tiempos en que era amenazado de muerte por la triple A).      

Quiero decir con esto que no debemos tener temor de intentar que el mundo, o la pequeña parte del mundo en que nos toque estar, sea del tamaño de nuestros sueños.  Y vivir con intensidad y amor nuestra única hora.

Hagamos las cosas que nos proponemos. “Demos a los demás, al menos, la posibilidad de que nos critiquen”. (Kübler Ross).

José Saramago le dijo a Pilar del Río, la mujer que lo acompañó en los últimos 25 años:

“Se eu tiresse morrido aos sesenta e tres anos antes de te conhecer, eu teria morrido muito mais velho do que serei quando eu morrer”            

“Si yo hubiera muerto a los sesenta y tres años antes de conocerte, habría muerto mucho más viejo de lo que seré cuando me muera”.

Es decir que, para el querido José, el amor lo hizo más joven. Y agreguemos que no sólo el amor de la pareja, el amor erótico, sino el amor en general, el amor evangélico (“Un solo mandamieno os dejo: que os améis los unos a los otros como yo os he amado”), será nuestra manera de vivir siempre con un corazón joven, con un alma joven. Creyendo siempre que el amor y la solidaridad nos harán no sólo trabajar mejor sino también más felices.

Y al fin, unas breves palabras del poeta mexicano, Jaime Sabines.

“No les deseo nada para el porvenir.  Deseo que puedan hacerse un pasado feliz.”  


  

El Dr. Jorge Dietsch se ha desempeñado como jefe de docencia e investigación del Hospital General de Agudos Dr. Alende de Mar del Plata, es un incansable educador en valores humanísticos en medicina. Ha escrito libros de literatura, trabajos científicos y columnas de opinión.