El ex apoyador de Missouri State, Michael Keck, dejó el fútbol americano después de 3 años jugando en la División I, y podría haber caído en el olvido.
Pero su muerte a los 25 años de edad, en 2013, ha ofrecido una oportunidad de examinar este trastorno cerebral, del que se sabe poco pero que está bajo un creciente escrutinio.
Al morir, Keck se unió a un grupo trágico dentro del fútbol americano, incluyendo a los que en su día fueron grandes jugadores, Mike Webster y Junior Seau, todos los cuales contrajeron la encefalopatía traumática crónica (ETC), una enfermedad devastadora provocada por recibir golpes de forma repetida en la cabeza.
"Se trata de una enfermedad relativamente poco estudiada", dijo la Dra. Ann McKee, profesora de patología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston. "Pero la pérdida de la memoria, los problemas de conducta, la depresión, las dificultades con el aprendizaje y la planificación pueden afectar (y lo hacen) a todo tipo de deportistas, tanto profesionales como aficionados".
McKee es coautora de un nuevo estudio de caso, basado en la experiencia de Keck, publicado en línea el 4 de enero en la revista JAMA Neurology.
Keck quedó inconsciente tras recibir un golpe en un entrenamiento del otoño de 2009. "Después de eso, las cosas cambiaron para él", dijo más tarde a Associated Press su esposa, Cassandra Keck.
La memoria, la visión y la capacidad de dormir de Keck se vieron alteradas, comentó, y añadió que empezó a tomar medicamentos para el dolor de cabeza. Se volvió malhumorado y, más tarde, era propenso a sufrir episodios de conducta violenta, dijo al noticiero.
"Le dijo a uno de los entrenadores que algo no andaba bien en su cabeza. Le realizaron una prueba de conmoción cerebral y le dijeron que contara hacia atrás a partir de 20 de 3 en 3", recordó Cassandra Keck en la entrevista. "Otros jugadores tampoco podían hacerlo. De modo que simplemente dijeron que los futbolistas son tontos".
Pero los dolores de cabeza debilitantes y el empeoramiento de sus notas hicieron que Keck dejara la escuela en su penúltimo año.
La muerte de Keck varios años después se atribuyó originalmente a una enfermedad cardiaca no relacionada, pero las pruebas post-mortem revelaron la presencia de una ETC.
Aunque se sabe que la enfermedad aparece como consecuencia de las lesiones repetidas en la cabeza, la confirmación de la ETC solamente puede hacerse al examinar el cerebro de un paciente cuando ya ha fallecido.
Al sospechar que sufría una ETC, Keck se sometió voluntariamente a una evaluación neuropsicológica a los 24 años de edad.
"Su mujer dice que él pensaba que tenía la ETC", dijo McKee. "Resulta que tenía razón".
Los resultados de las pruebas neuropsicológicas evidenciaron una lista de problemas de salud mental que hace tiempo que afectaban al deportista, que había sufrido más de 10 conmociones cerebrales.
Esto proporcionó a los investigadores una oportunidad rara de agrupar síntomas junto con la patología cerebral real. Es esencial realizar más investigación para comprender mejor la ETC, dijo McKee, e indicó que "esto sin duda nos ayudará".
Keck empezó a jugar al fútbol americano a los 6 años, y sufrió su primera conmoción dos años después. Pero incluso sin conmociones cerebrales, los deportistas están en riesgo de sufrir la ETC, afirmó McKee.
"Se ha extendido la idea errónea de que la ETC tiene que ver con las conmociones", comentó McKee. "Aproximadamente el 20 por ciento de los pacientes no tienen ningún antecedente de conmoción cerebral. Muchas veces se trata en realidad de la exposición rutinaria a golpes que no llegan a producir una conmoción y que no dan lugar a síntomas inmediatos".
Dichos golpes se producen cientos e incluso miles de veces en el trascurso de una temporada de fútbol americano. "Se trata de la exposición a largo plazo a traumatismos repetidos en la cabeza", señaló.
Los investigadores están examinando con cuidado el caso de Keck, con la esperanza de averiguar lo que puedan a partir de la información que dejó, al tiempo que reconocen que el inicio temprano de los síntomas podría significar que su experiencia no fue la habitual.
El Dr. James Noble, profesor asistente de neurología de Centro Médico de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York, dijo que el caso de Keck debería servir como "llamada a la responsabilidad a todas las personas que estén relacionadas con los deportes, para comprender mejor esta enfermedad".
Los padres, los jugadores, las ligas deportivas, las escuelas y las asociaciones deportivas, "todos aquellos que tengan un interés en la salud académica, mental y física de estos jugadores", deben interesarse por su salud neurológica, dijo Noble, autor de un editorial acompañante en la revista.
Noble indicó que el primer caso de ETC relacionada con el fútbol americano apareció solamente hace unos 10 años.
Fue cuando un patólogo forense de Pittsburgh, el Dr. Bennet Omalu, hizo una autopsia del cerebro de "Iron Mike" Webster, el centro estrella de los Pittsburgh Steelers en los años 70, que murió a los 50 años de edad después de que la demencia lo dejara en la quiebra e intermitentemente sin hogar. Omalu (protagonizado por Will Smith en la película "Concussion") descubrió que el cerebro de Webster estaba plagado de grandes acumulaciones de proteína tau, que por lo general se considera una característica de la enfermedad de Alzheimer. Omalu publicó sus hallazgos en la revista Neurosurgery en 2005.
Y al apoyador Junior Seau, llamado 12 veces al Tazón de los Profesionales, que se suicidó a los 43 años de edad, dos años después de dejar la liga tras la temporada 2009, también se le diagnosticó la ETC posteriormente. Entró en el Salón de la Fama de la NFL el verano pasado.
Gracias a una mayor concienciación, se está sometiendo a un escrutinio al fútbol americano y se están mejorando los mecanismos de seguridad del mismo, pero hay muchas cosas que todavía se desconocen, señaló Noble.
"Aunque es esperanzador que la concienciación sobre los peligros de los traumas en la cabeza haya aumentado en los últimos 10 años, todavía hay muchas cuestiones por resolver en este campo", añadió.
FUENTES: Ann C. McKee, M.D., professor of neurology and professor of pathology, department of neurology, Boston University School of Medicine, Boston; James M. Noble, M.D., assistant professor, neurology, department of neurology, Taub Institute for Research on Alzheimer's Disease and the Aging Brain, Neurological Institute of New York, Columbia University Medical Center, New York City; Associated Press; Jan. 4, 2016, JAMA Neurology