Reino Unido aplicará un impuesto a las bebidas azucaradas y destinará lo recaudado a financiar actividades deportivas en los colegios. La medida, que tiene como objetivo combatir la obesidad infantil, ha sido una de las más destacadas de los Presupuestos que ha presentado esta tarde el canciller del Exchequer, George Osborne, en el Parlamento.
El impuesto a las bebidas azucaradas lo pagarán las compañías de refrescos a partir de abril de 2018. Afectará a las bebidas con más de cinco gramos de azúcar por cada 100 mililitros y quedarán exentos los productos lácteos y a los zumos de frutas. Con el dinero obtenido, que se calcula puede ascender a 661 millones de euros (hasta 30 céntimos de euro por litro), el Gobierno espera “duplicar el presupuesto que se dedica al deporte en todas las escuelas de primaria”, según Osborne.
“Todos sabemos que uno de los factores que más contribuyen a la obesidad infantil son las bebidas azucaradas”, ha dicho Osborne. “No estoy preparado para mirar atrás a mis días aquí en el Parlamento y decirle a la generación de mis hijos: ‘Lo siento, sabíamos que había un problema con las bebidas azucaradas, sabíamos que causan enfermedades pero esquivamos las decisiones difíciles”. El ministro ha argumentado que la obesidad "cuesta a la economía 27.000 millones de libras [35.000 millones de euros] al año".
Reino Unido cuenta unos índices de obesidad que están entre los peores de Europa. El 61,9% de los adultos y el 28% de los niños de entre dos y 15 años padece sobrepeso, según datos oficiales del año pasado. El popular chef y empresario Jamie Oliver ha sido una de las personas que ha liderado la campaña por gravar las bebidas azucaradas. “Lo hemos conseguido”, escribía en la red social Instagram tras conocer la noticia. “Es un profundo movimiento que se propagará por el mundo”.
La medida ha provocado la caída en Bolsa de las acciones de compañías de refrescos. El canciller del Exchequer ha explicado los dos años que quedan hasta la entrada en vigor del impuesto darán a las compañías el tiempo suficiente para modificar la composición de sus productos.
Se trata de una medida que ha sido controvertida dentro de las filas del propio Partido Conservador, que cuenta con mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes. El diputado tory Will Quince se refirió a ella el pasado mes de enero como un ejemplo de “el Estado niñera en su peor vertiente”. El propio primer ministro, David Cameron, había descartado la medida en octubre y defendió que había pasos más eficaces para atacar la obesidad infantil.
Para el director del Servicio Nacional de Salud en Inglaterra, Simon Stevens, el impuesto "lanzará un mensaje a las empresas para que tomen medidas sobre el impacto en la salud de sus productos". El director de la asociación británica del sector de los refrescos, Gavin Partington, ha mostrado su decepción por el castigo "al único sector de la industria alimenticia que ha reducido su contenido en azúcar en los últimos años".
México -el país más consumidor de refrescos del mundo y el segundo después de EE UU con más personas obesas- aprobó en 2013 un impuesto a las bebidas azucaradas. Un estudio de la Universidad de Carolina del Norte y el Instituto Nacional de Salud Pública del país desveló que las ventas de las bebidas azucaradas cayeron en promedio un 6% durante 2014.