Plato de patatas fritas. (Foto: El Mundo)
CRISTINA G. LUCIO
MADRID.- La cantidad de sal que consume un niño influye directamente en el número de refrescos que toma al día. Esta conclusión, a la que ha llegado una investigación británica parece lógica: la comida salada provoca sed y, para aplacarla es necesario beber más líquido. Sin embargo, ningún estudio había mostrado hasta el momento una relación directa entre la sal y el consumo de bebidas con burbujas en niños. Parece que si los niños tienen sed, prefieren los refrescos.
Los investigadores, un equipo de la Universidad de Londres, analizaron durante una semana los hábitos alimenticios de 1.688 niños y jóvenes de edades comprendidas entre los cuatro y los 18 años.
A lo largo de los siete días registraron todos los productos que los niños comieron y bebieron. Además, también se tuvo en cuenta la actividad física que diariamente practicaba cada uno de ellos.
Sus resultados, que se publican en el último número de la revista 'Hypertension' mostraron que, sin tener en cuenta la sal añadida en la mesa, la cantidad de sal que consumían los niños aumentaba progresivamente con la edad. De este modo, los pequeños de cuatro años tomaban una media 4,6 gramos al día; una dosis que se iba incrementando hasta alcanzar los 6,8 gramos registrados en los jóvenes de 18 años.
Del mismo modo, la cantidad de líquido consumido por los niños también se iba incrementando con los años.
El análisis de este grupo de jóvenes también puso de manifiesto que el 56% de los líquidos que consumían los pequeños provenía de los refrescos, ya fueran azucarados –un 55%- o 'light' – un 45%-. Por el contrario, el consumo de agua sólo representaba el 11% del total.
Al combinar todos los datos, los investigadores descubrieron que existía una asociación directa entre el consumo de sal y un aumento en la ingesta de todo tipo de líquidos.
Mitad de sal, 244 calorías menos
Sin embargo, los investigadores quisieron avanzar un paso más y comprobar si el número de refrescos azucarados consumidos aumentaba a medida que lo hacía la cantidad de sal que tomaban. Los resultados de su análisis pusieron de manifiesto una relación "altamente significativa".
"Si la ingesta de sal se redujera a la mitad en todos los chicos de cuatro a 18 años en el Reino Unido, se produciría una reducción de 81 gramos al día en su consumo de bebidas azucaradas por individuo, lo que equivale a una disminución de 2,3 refrescos a la semana", comentan los autores en su estudio.
"Y esta reducción supondría no consumir 244 kilocalorías en ese periodo", añaden los investigadores, quienes remarcan la importancia de este hecho a la hora de luchar contra la obesidad infantil.
Según estos investigadores, si la industria alimentaria redujera en pequeñas proporciones la cantidad de sal que llevan sus productos (la mayoría de sal que ingerimos proviene de la comida procesada), se lograría un gran avance.
"Entre todos los cambios alimenticios que se deben hacer para prevenir las enfermedades cardiovasculares, reducir la ingesta de sal es la más sencilla de realizar, ya que puede realizarse sin contar con el conocimiento del individuo. Sin embargo, requiere la cooperación de la industria alimentaria", comentan.
En un editorial que acompaña a este trabajo en 'Hypertension', Myron H.Weinberger, miembro del Departamiento de Medicina de la Universidad de Indiana (Estados Unidos) matiza las conclusiones de este estudio remarcando que "son provocativas pero también especulativas, si se tienen en cuenta las evidencias actuales".
"¿Son el consumo de sodio, calorías y bebidas azucaradas los únicos culpables del aumento de la obesidad y la hipertensión infantil? ¡Obviamente no!", recalca Weinberger, quien señala la gran importancia del ejercicio.
En su opinión, el único camino para afrontar la lucha contra las enfermedades cardiovasculares en el futuro pasa por unir unos adecuados hábitos dietéticos con un aumento en la actividad física diaria.