Aunque se sabe que la depresión, el estrés y el agotamiento aumentan el riesgo de ataque cardiaco, las personas que ya han sufrido un ataque cardiaco quizá no estén recibiendo el tratamiento necesario para estas afecciones, sugiere una investigación reciente.
El estudio sueco incluyó a más de 800 personas menores de 75 años. Su promedio de edad fue de 62 años. Todas sufrieron un ataque cardiaco. Los investigadores compararon este grupo con una cantidad igual de personas de una edad similar que nunca habían sufrido un ataque cardiaco.
El 14 por ciento de las del grupo del ataque cardiaco presentaron síntomas de depresión, en comparación con el 7 por ciento de las del grupo de control, encontró el estudio. Los síntomas de depresión o de agotamiento se asociaron con un riesgo el doble de alto de sufrir un ataque cardiaco, aunque el estudio no demostró que en realidad provocaran los ataques cardiacos.
Pero solamente al 16 por ciento de los pacientes que habían sufrido un ataque cardiaco y con depresión se les recetaron antidepresivos, en comparación con el 42 por ciento de las personas del grupo de control con depresión. Es poco probable que esta brecha en el tratamiento se llene con consejería, añadieron los investigadores.
Los pacientes que sufrieron un ataque cardiaco también eran más propensos que los del grupo de control a sufrir estrés en casa (un 18 por ciento frente al 11 por ciento) y en el trabajo (un 42 por ciento frente al 32 por ciento). El estudio halló que incluso los niveles moderados de estrés en casa se asociaron con un riesgo el doble de alto de sufrir un ataque cardiaco.
El estudio se presentó el sábado en la reunión de la Sociedad Europea de Cardiología (European Society of Cardiology, ESC) en Atenas, Grecia. Los hallazgos presentados en reuniones generalmente se consideran preliminares hasta que se publiquen en una revista revisada por profesionales.
"Los pacientes que sufrieron un ataque cardiaco tenían más estrés tanto en el trabajo como en casa, pero resultó interesante que no hubiera diferencias entre los dos grupos con respecto al estrés económico", dijo la Dra. Barbro Kjellstrom, del Instituto Karolinska de Suecia, en un comunicado de prensa de la ESC.
"Los pacientes también reportaron que tenían menos control de su situación laboral. Además, los que sufrieron un ataque cardiaco eran más propensos a estar divorciados y las personas del grupo de control con más frecuencia vivían con su pareja", señaló.
Los investigadores también encontraron que muchos más pacientes que sufrieron un ataque cardiaco dijeron que habían estado enojados las últimas 24 horas en comparación con las personas del grupo de control.
"Los trastornos relacionados con el estrés, como la depresión y el agotamiento, son cada vez más habituales y han sido la razón principal de las licencias por enfermedad de larga duración en Suecia durante más de una década", señaló.
"Sabemos que el estrés y la depresión son grandes factores de riesgo de ataque cardiaco y hemos confirmado esta conexión en nuestro estudio. Pero lo que fue nuevo y sorprendente es que los pacientes que han sufrido un ataque cardiaco con menor frecuencia reciben un tratamiento por depresión", añadió Kjellstrom.
"Parece que los pacientes que habían sufrido un ataque cardiaco no buscaron ayuda para la depresión, o si lo hicieron, sus síntomas no se reconocieron ni gestionaron de forma adecuada. Una moraleja importante es que los médicos pregunten a los pacientes: '¿Cómo se encuentra?', y que escuchen la respuesta, en lugar de quedarse mirando al vacío porque ellos mismos están estresados", dijo Kjellstrom.
Aunque no hay tratamientos específicos para el estrés, indicó, los niveles crecientes de estrés pueden llevar al agotamiento Y, añadió, si no se trata el agotamiento, puede llevar a la depresión.
"Es algo que va en aumento. La prevención del estrés, del agotamiento y de la depresión es el objetivo óptimo y deberíamos recordar que son factores de riesgo para muchas otras enfermedades aparte del ataque cardiaco", dijo Kjellstrom.
FUENTE: European Society of Cardiology