Entrevista (parte 2)

Dra. Patricia Aguirre: “La publicidad cumple las funciones de una falsa educación alimentaria”

En su libro “Devorando el planeta”, la antropóloga llama a cambiar los actuales modelos de la industria y el consumo para que no lo paguemos con la salud y el medio ambiente. Aquí, sus principales conceptos en un diálogo en dos entregas.

Autor/a: Entrevista por Celina Abud.

“La publicidad cumple las funciones de una falsa educación alimentaria con la única finalidad de vender un producto”. Ese es uno de los postulados que la plantea la doctora en Antropología Patricia Aguirre, en su nuevo libro Devorando el planeta (Ed. Capital Intelectual), que muestra las consecuencias para la salud de un sistema alimentario guiado por la lógica de mercado y cómo a la vez, daña al único hábitat que tenemos.

En su nuevo texto, la experta en antropología alimentaria reflexiona sobre la ´ilusión´ de autonomía a la hora de elegir qué es lo que comemos y cómo nos guían los anuncios a la hora de promocionar un determinado comestible. “No hay un mejor alimento que otro para un omnívoro”, postula y enfatiza en la idea de que hay que “comer de todo, muy diverso, pero poquito”.

Durante una entrevista con IntraMed, presentada en dos módulos,  Aguirre enfatiza en cómo “la mayor parte de los problemas actuales hoy no vienen por no comer, sino por comer demasiado”. Aquí, algunos de sus conceptos, en sus propias palabras.

¿Cuál es el precio que pagamos en nuestra salud por los modos de producción y consumo de productos comestibles? La enfermedad, sin ninguna duda (y esperemos que no sea la extinción). La mayor parte de las enfermedades que sufren las poblaciones de las sociedades occidentales actuales (de mercado, urbanas, industriales) tiene que ver con su alimentación ya sea:

Por la extensión de la frontera productiva sobre hábitats vírgenes, lo que produce extinción de especies y reacomodamiento de otras (que se trasladan con sus enfermedades y sus virus como el caso del murciélago y el pangolín en la COVID-19) o simplemente son desplazamientos de mosquitos, ratas, ardillas. Días atrás leíamos sobre los coipos y los carpinchos que se readaptan en las ciudades al destruirse sus ambientes naturales. Estos animales se trasladan con sus enfermedades y sus virus, que pueden evolucionar al saltar la barrera de las especies (como ha pasado cientos de veces) e infectarnos. En el pasado las vacas nos dieron la tuberculosis, viruela; los patos, la gripe; los chanchos, la tos ferina. El avance de la frontera productiva es una ocasión de enfermedad.

La contaminación que produce la forma como producimos nuestros alimentos es mortal y hace a esta producción insostenible en el tiempo. Estamos envenenando tierra, agua y aire con esta forma de producir granos y carnes. El uso de agrotóxicos es monstruoso en Argentina: representa una carga de exposición de 11 litros por persona por año. ¿Alguien piensa que estos venenos que eliminan insectos acaso son inocuos para otros animales o para nosotros mismos? Los médicos de pueblos fumigados tienen 30 años de experiencia luchando por combatir la carga de enfermedad que conlleva esta forma de producción. Genotoxicidad, esterilidad y cánceres de todo tipo son moneda corriente en los campos: donde hace años los habitantes de las ciudades se retiraban a respirar aire puro, hoy son los lugares más insalubres del planeta.

Los feedlots y criaderos industriales de pollos son fuentes de enfermedades y plagas en el lugar y a larga distancia: las carnes que se producen por la aplicación masiva de antibióticos en los animales provocaron una evolución artificial de bacterias antibiótico-resistentes para las que ya no tenemos tratamiento.

La forma de producir alimentos actual (modelo extractivista) no solo elimina la diversidad de paisajes y especies ayudando a crear enfermedades, como zoonosis nuevas; no solo contamina los ambientes y las personas en el lugar donde produce sino que además nos roba la posibilidad del tratamiento de enfermedades conocidas al crear bacterias antibiótico-resistentes.

Hoy no es la desnutrición ni la hambruna la principal preocupación: es el sobrepeso, la obesidad y las enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes, la hipertensión, el ACV (cardio y cerebro vascular), cánceres de todo tipo, altamente dependientes de lo que hemos elegido producir para comer hidratos de carbono, azúcares y grasas (baratos y muchos), mientas los alimentos más densos en nutrientes (los productos fruti-hortícolas, lácteos, carnes) son los más caros y la cantidad que ingerimos depende de nuestro presupuesto.  

Por producción, cantidad y calidad, nuestra alimentación es una productora de enfermedades. Y si contaminamos el único planeta que tenemos, no solo dañamos tierra, agua y aire sino a las especies que viven en el nosotros mismos. Por eso, en defensa propia, hay que cambiar esta manera “extractivista” de producir alimentos, porque se produce mucho pero a un costo ecológico muy alto. 

¿Quién decide qué comemos? Este es un momento de la historia de la cultura donde hay una verdadera cacofonía de voces acerca del buen comer: nutricionistas; ecónomas; publicistas; industriales; abuelitas…

Hoy el individuo debe elegir solo, sin ayuda de la cultura que en el pasado ofrecía muy pocos discursos legítimos acerca del buen comer, como el de abuelita (tradición),  la economía, el médico o el sacerdote.

Hoy “todos saben”, pero en realidad existe una gran confusión, o sea “nadie sabe”. Por ende, el individuo decide solo, entregado, en manos de la publicidad de la industria, que le ganó la batalla a la educación alimentaria.

Por ende, suele decidir la publicidad y el ingreso: no comemos lo que queremos ni lo que sabemos, comemos como podemos.

¿Cómo debe ser la solución para no devorarnos el planeta?

• Cambiar ya las conductas de los sujetos por estructuras.

• Operar sobre las instituciones para cambiar las leyes y reglamentaciones en pro de la salud y el ambiente.

• No despreciar en una sociedad de consumo la fuerza del comensal.

• Adoptar dietas para que haya un mañana, es decir, que sean:

-Conscientes y razonables, evaluadas por el sujeto en función de la vida que lleva placer y no culpa.

-Recuperar la cocina.

-Frugales, orientadas a resilvestrizar el ambiente.

-Locales.

-Con más vegetales (aunque no vegetarianas, debemos comer de todo, pero poquito).

-Que aseguren cierta seguridad biológica (por ejemplo, que sean orgánicas y amigables).


*Dra. Patricia Aguirre. Antropóloga especializada en antropología alimentaria. Investigadora y docente del Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Nacional de Lanús. Autora del libro “Devorando el planeta”.


Ficha técnica del libro

  • Título: Devorando el planeta
  • Autora: Patricia Aguirre
  • Editorial Capital Intelectual
  • ISBN: 978-987-614-643-2
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