Ciclo de biografías “Encendidos”

Virginia Woolf: la escritora que defendió su rol y su cuarto propio

Una historia de vida. Una historia clínica. Una biografía sobre personalidades que brillaron hasta su extinción, pero que permanecerán iluminándonos para siempre.

“Una mujer debe tener dinero y un cuarto propio para escribir ficción”, es una de las frases célebres de Virginia Woolf, la escritora británica que no solo es considerada una de las grandes figuras del modernismo anglosajón del siglo XX, sino también del feminismo internacional. En su vida no faltaron las contradicciones: se autodefinía como “la hija de un hombre educado” porque nació en el seno de un ambiente culto, pero no la dejaron ir a la universidad por ser mujer. Tampoco faltaron las tragedias, como las prematuras muertes de su madre y su hermana y más tarde la de su padre, eventos que gatillaron sus problemas de salud mental. Hoy se presume que Woolf, quien se suicidó el 28 de marzo de 1941 a sus 59 años, sufría trastorno bipolar, lo que se evidencia en tanto en su escritura “encendida” como en las fuertes depresiones que la llevaron a internarse. Aquí, un repaso de su vida, desde las pistas sobre su creación hasta su descreimiento a la hora de pedir ayuda.

Nacida en Londres bajo el nombre de Adeline Virginia Stephen el 25 de enero de 1882, Virginia Woolf fue una adelantada a su tiempo en materia de protesta contra el patriarcado, ya que en su obra criticaba la situación de la mujer en la antigua sociedad victoriana. Algo que presenció en carne propia, ya que en su familia consideraban que las mujeres debían quedarse en su casa para cuidar al padre y por tanto, solo sus hermanos varones accediaron a la educación formal.

A los trece años, sufrió un golpe del cual no se recuperaría jamás: murió su madre de forma repentina a causa de una fiebre reumática. El hecho sirvió de gatillo para la primera crisis depresiva de la autora, agravada cuando, dos años más tarde falleció su hermana Stella. A causa de esos decesos prematuros, se decían que apodaban a su vivienda “La casa llena de muertes”, pero esa no era la única tragedia: Virgina había deslizado que tuvo que soportar abusos sexuales por parte de su hermanastro y que, a raíz de estos episodios, desarrolló una reacción de desconfianza hacia los hombres que derivó más tarde en aversión.

En 1905, su padre murió de cáncer y tiempo después, Virginia sufrió una crisis nerviosa por lo que tuvo que ser internada. Además, desde siempre sufrió de insomnio y migrañas. Para los 23, ya había tenido dos intentos de suicidio y poca confianza en los médicos de la época, que no parecían darle los consejos indicados para poder ayudarla. De hecho ella parece caricaturizarlos con el personaje del Dr. Holmes en la novela La Señora Dalloway, quien recomendaba como consejo “ir al music hall y jugar al golf”.

Por sus síntomas, hoy se asume que Virginia Woolf sufría un trastorno bipolar, para el cual “ir al music hall y jugar al golf” no es la medicina adecuada. Lo evidencian sus palabras, que parecían fluir como un río agitado y por ciertos personajes de la autora, que parecían develar señales de ansiedad, delirio, tristeza y escepticismo. Las fases depresivas fueron sin dudas, las más fuertes. En 1913 ingirió cien gramos de veronal en otro intento por quitarse la vida. No es casual que, en ese contexto, Woolf, haya sido la autora de la frase célebre: “Para disfrutar la libertad, tenemos que controlarnos a nosotros mismos”.

Dos pasiones: obra y afectos

Tanto Virginia, como su hermana Vanessa Bell (pintora de profesión) pertenecían al famoso Círculo de Bloomsbury, integrado por un conjunto de intelectuales británicos que se destacaron en los terrenos literarios, artísticos y sociales. En una de sus múltiples reuniones, Virginia conoció a su marido, Leonard Woolf, teórico político, escritor, editor y antiguo funcionario público quien cuidó de la autora durante esos años, aunque no mantenían relaciones. Por su aversión a los hombres, ella tenía intimidad solo con mujeres. Su relación más apasionada fue con la también escritora Vita Sackville West, quien tenía un matrimonio abierto —algo muy infrecuente para la época— con Harold Nicholson, que era homosexual.

Pero más allá del rechazo hacia las relaciones con hombres, Virginia sí quería tener hijos. Fue su esposo Leonard el que se opuso, por pensar que la maternidad iba a jugarle una mala pasada a la salud mental de Virginia. Con todo, Leonard fue un buen compañero que alentaba la profesión de su esposa.

El hecho de desarrollarse en lo suyo era prioritario para la autora. Su madre siempre se había dedicado a los demás y, cuando ella falleció de forma repentina, se preguntó por qué las mujeres debían someterse a grandes sacrificios. Esta frase, perteneciente al ensayo Un cuarto propio, refleja esa disconformidad: “Las mujeres han vivido todos estos siglos como esposas, con el poder mágico y delicioso de reflejar la figura del hombre, el doble de su tamaño natural”.

Más tarde, cuestionó la figura del ‘ángel del hogar’, típica de su generación: “Casi todas las casas victorianas tenían su ángel. (…) Este ángel le susurraba  a las muchachas que escribía sus primeras reseñas que para triunfar era preciso conciliar. Me planté delante de aquel ángel y le agarré por la garganta. Hice lo posible por asesinarlo. Si no lo hubiera matado, él me hubiera matado a mí como escritora”.

Hoy, con ocho novelas y más de 30 libros de otros géneros, Virginia Woolf continúa siendo una de las escritoras más reconocidas de la literatura mundial. Entre sus novelas más destacadas se encuentran La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando: una biografía (1928) y Las olas (1931). También los ensayos Un cuarto propio (1929) y Tres guineas (1938), ambos citados por los movimientos feministas a lo largo de los tiempos.

Enfermedad y muerte

 “La literatura hace todo lo posible para afirmar que su preocupación es la mente; que el cuerpo es una lámina de vidrio simple a través de la cual el alma se ve recta y clara, y, salvo por una o dos pasiones como el deseo y la codicia es nula, insignificante e inexistente. Por el contrario, todo lo contrario es cierto. Todo el día, toda la noche, el cuerpo interviene… La criatura que está dentro solo puede mirar a través de él. No puede separarse del cuerpo como la vaina de un cuchillo ni por un solo instante”.

En este fragmento de la novela La señora Dalloway, Woolf cuestiona la dicotomía cuerpo y mente para pensarlos como una unidad. Ella intuía dónde se alojaba su enfermedad, lo sentía en su insomnio y en sus fuertes dolores de cabeza. Tanto es así que a la hora de poner fin a su vida, tuvo que pensar cómo anular la respuesta instintiva de su cuerpo, que iba a buscar salvarse.  Se decía que Virginia era un excelente nadadora. Es por ello que, cuando decidió quitarse al adentrarse en el río Ouse, se puso una enorme piedra en el bolsillo, para que el peso le impidiera dar unas brazadas como acto reflejo.

Antes de quitarse la vida, Virginia Woolf dejó dos cartas, una para su hermana Vanessa y la otra para su marido, Leonard Woolf. La última de ellas decía:

“Querido, estoy segura de que estoy enloqueciendo otra vez. Siento que no podemos volver a atravesar aquellos tiempos terribles otra vez. Y no me recuperaré esta vez. Empiezo a oír voces y no me puedo concentrar. Así que estoy haciendo lo que pareciera ser lo mejor que puedo hacer. Me has dado la mayor felicidad posible. Has estado en todos los sentidos todo cuanto se pudiera.No creo que dos personas hubieran podido estar más felices hasta que llegó esta terrible enfermedad. No puedo pelear más. Sé que estoy arruinando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Y sé que lo harás. Ya ves que ni siquiera puedo escribir esto correctamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Si alguien me hubiera salvado habrías sido tú. Ya no puedo seguir arruinando tu vida. No creo que dos personas hubieran podido ser más felices de lo que hemos sido nosotros. V”.

Virginia Woolf, quien será siempre recordada como una de las escritoras más lúcidas de su generación dijo: “La vida es un sueño; el despertar es lo que nos mata”. Otra de sus famosas frases fue: “Nada ha sucedido realmente hasta que se recuerda”. Y los lectores jamás la olvidarán.

Textos de Celina Abud.


Referencias:

Virginia Woolf, una escritora de Vanguardia,  Ministerio de Cultura de Argentina.

Virginia Woolf, una escritora atormentada, por J.M. Sadurni, National Geographic, Historia, biografías.

• Grandes infelices, luces y sombras de grandes novelistas, podcast de Javier Peña, #15, Virginia Woolf.