Menos hombres de EE. UU. se están haciendo pruebas de detección del cáncer de próstata, y menos casos de la enfermedad se están diagnosticando en todo el país, según dos estudios publicados el martes.
La gran pregunta, dijeron los investigadores, es si la tendencia es una mala noticia o un paso en la dirección correcta.
El tema es la prueba del antígeno prostático específico (APE). Durante años, los hombres de EE. UU. de 50 años de edad en adelante se hicieron rutinariamente la prueba del APE para ayudar a detectar el cáncer de próstata temprano.
Pero en 2012, el Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EE. UU. (USPSTF), un panel que asesora al gobierno federal, desaconsejó las pruebas rutinarias del APE.
El panel citó evidencias de que las pruebas de detección podrían hacer más mal que bien: el cáncer de próstata con frecuencia crece con lentitud, y quizá nunca avance hasta el punto de amenazar la vida de un hombre. Entonces, los hombres diagnosticados con tumores de próstata tempranos podrían someterse innecesariamente a cirugía, radioterapia y otros tratamientos que pueden provocar efectos secundarios duraderos como impotencia e incontinencia, señalaron los investigadores.
Los dos nuevos estudios, publicados en la edición del 17 de noviembre de la revista Journal of the American Medical Association, sugieren que las recomendaciones del USPSTF podrían haber tenido un impacto.
En un estudio, investigadores de la Sociedad Americana Contra El Cáncer (American Cancer Society, ACS) encontraron que, en 2013, el 31 por ciento de los hombres a partir de los 50 años de edad se habían sometido a una prueba del APE en el año anterior. Eso es un descenso respecto al 38 por ciento en 2010, y alrededor del 41 por ciento en 2008, el año en que el USPSTF comenzó a desaconsejar las pruebas rutinarias del APE en los hombres a partir de los 75 años.
Al mismo tiempo, los diagnósticos de cáncer de próstata se redujeron en todo el país, de más de 213,000 hombres en 2011 a unos 180,000 en 2012.
El segundo estudio, realizado por investigadores del Hospital Brigham and Women's y del Instituto Oncológico Dana-Farber en Boston, y del Sistema de Salud Henry Ford en Detroit, observó solo las tasas de las pruebas de detección, y encontró un patrón similar. El mayor declive en las pruebas del APE se vio entre los hombres de 60 a 64 años: En 2010, el 45 por ciento se sometieron a las pruebas, frente a un 35 por ciento en 2013. También se observó un gran declive entre los hombres de 50 a 54 años, ya que apenas un 18 por ciento se hicieron la prueba del APE en 2013, frente a un 23 por ciento en 2010.
"El declive en la incidencia y el declive en la proporción de hombres que se hacen las pruebas probablemente signifique que médicos y pacientes comienzan a comprender que no se sabe si las pruebas para el cáncer de próstata salvan vidas", señaló el Dr. Otis Brawley, director médico de la ACS.
Por otro lado, dijo Brawley, está claro que las pruebas del APE pueden resultar nocivas.
Aseguró que "una de las cosas que sí sabemos es que las pruebas tienen más probabilidades de detectar el tipo de cáncer [de próstata] que no representa una amenaza para la salud y que no amerita tratamiento".
Ha habido once ensayos clínicos para evaluar el efecto de las pruebas del APE, dijo Brawley, y solo dos han encontrado un beneficio para las vidas de los hombres. "Pero los once muestran daños asociados con las pruebas", añadió.
Pero a otros les preocuparon más las tendencias del informe de la ACS.
"Este estudio plantea la preocupante sugerencia de que quizá estemos pasando por alto a pacientes que deseamos encontrar mediante las pruebas de detección", planteó el Dr. Richard Greenberg, jefe de oncología urológica del Centro Oncológico Fox Chase, en Filadelfia.
"Específicamente, los hombres más jóvenes que actualmente no se hacen las pruebas podrían tener un cáncer dentro de diez años que ya no sea curable", apuntó Greenberg.
El Dr. David Penson, cirujano urológico de la Universidad de Vanderbilt en Nashville, Tennessee, también expresó su inquietud.
"No sabemos cómo resultará", dijo Penson, autor de un editorial publicado con los estudios. "Pero apostaría que a esto le seguirá un aumento en la mortalidad por el cáncer de próstata".
Penson concurrió en que hace años probablemente las pruebas del APE se usaran en exceso. Pero quizá el impulso hacia la dirección contraria sea exagerado, dijo.
"Diría que necesitamos llegar a un punto medio", comentó.
Según Penson, lo que se necesita es más investigación para definir mejor cuáles hombres tienen un riesgo alto y podrían beneficiarse de unas pruebas más intensivas del APE. Apuntó que un estudio en Suecia encontró que el nivel de APE de un hombre entre los 45 y los 49 años podría ayudar a predecir su riesgo de contraer cáncer de próstata más adelante.
Eso plantea la posibilidad de que una sola medición del APE a una edad relativamente joven podría ayudar a los médicos a averiguar cuándo y con qué frecuencia deben realizar más pruebas, según Penson.
Otra forma de abordar el tema es reducir más el "tratamiento excesivo" del cáncer de próstata. Los hombres diagnosticados con tumores pequeños y no agresivos no tienen que ser tratados de inmediato, apuntó Penson.
"Pueden optar por la vigilancia activa", dijo. "Cada vez más hombres con un cáncer de próstata de riesgo bajo lo están haciendo".
La vigilancia activa significa que el cáncer de un hombre se vigila a lo largo del tiempo, usando pruebas del APE y posiblemente biopsias del tumor.
Por ahora, los tres expertos sugirieron que los hombres hablen con el médico sobre los beneficios y los riesgos de las pruebas del APE.
"Espero que los médicos estén hablando con sus pacientes y dejando que el paciente decida si hacerse o no la prueba", dijo Brawley.
La mayoría de los hombres deben iniciar esta conversación a los 50, según la Sociedad Americana Contra El Cáncer.
Pero los hombres con un riesgo más alto deben hablar con sus médicos a partir de los 45, dijo Brawley. Eso incluye a los hombres negros y aquellos cuyo hermano o padre haya contraído cáncer de próstata antes de los 65 años, según la Sociedad Americana Contra El Cáncer.
FUENTES: Otis Brawley, M.D., chief medical officer, American Cancer Society, Atlanta; David Penson, M.D., M.P.H., professor, urologic surgery and medicine, Vanderbilt University Medical Center, Nashville, Tenn.; Richard Greenberg, M.D., chief, urologic oncology, Fox Chase Cancer Center, Philadelphia; Nov. 17, 2015, Journal of the American Medical Association