Robert Preidt
Millones de mujeres sufren el síndrome premenstrual (SPM), y ahora una nueva investigación sugiere que las que tienen un SPM entre moderado y grave podrían tener un riesgo más alto de tener hipertensión en un momento posterior de su vida.
Aunque el estudio no pudo demostrar una relación de causalidad, el hallazgo podría significar que "se debería hacer una evaluación de los cambios adversos en la presión arterial y el riesgo futuro de hipertensión a las mujeres con SPM", escribió un equipo liderado por Elizabeth Bertone-Johnson, epidemióloga en la Universidad de Massachusetts en Amherst.
Los investigadores dieron seguimiento a casi 1,260 mujeres que contrajeron un SPM clínicamente significativo entre 1991 y 2005, y a más de 2,400 mujeres con un SPM leve. Se dio seguimiento a ambos grupos hasta 2011.
Las mujeres con un SPM entre moderado y grave tenían un 40 por ciento más de probabilidades de contraer hipertensión que las que tenían síntomas leves o ningún síntoma de SPM, según los investigadores.
Este riesgo más alto se mantuvo después de que los investigadores tomaran en cuenta los factores de riesgo de hipertensión, como el sobrepeso o la obesidad, fumar, beber alcohol, la inactividad, el uso de píldoras anticonceptivas, el uso de hormonas en la fase postmenopáusica y los antecedentes familiares de hipertensión.
El vínculo entre el SPM entre moderado y grave y la hipertensión fue más firme en las mujeres menores de 40 años, señaló el grupo de Bertone-Johnson. En este grupo de edad, las que tenían un SPM clínicamente significativo tenían el triple de probabilidades de contraer hipertensión.
"Que yo sepa, este es el primer estudio de gran tamaño a largo plazo que sugiere el SPM podría estar relacionado con el riesgo de afecciones de salud crónicas en un momento posterior de la vida", dijo Bertone-Johnson en un comunicado de prensa de la universidad.
Bertone-Johnson y sus colaboradores sí encontraron que el SPM de moderado a grave no aumentó el riesgo de hipertensión en las mujeres que consumían grandes cantidades de las vitaminas B tiamina y riboflavina. Recientemente, los investigadores descubrieron que las mujeres que consumían unos niveles altos de esas vitaminas tenían entre un 25 y un 35 por ciento menos de probabilidades de contraer el SPM.
El SPM clínicamente significativo afecta a entre un 8 y un 15 por ciento de las mujeres, señalaron los investigadores. Pero creen que sería posible reducir el riesgo de hipertensión de estas mujeres si se aumenta su ingesta de las vitaminas B.
Dos expertas afirmaron que los nuevos hallazgos podrían ser importantes, pero siguen quedando algunas preguntas.
"Este estudio es relevante porque identifica una afección importante que debería ser observada con mayor detenimiento en cuanto al inicio de la hipertensión", dijo la Dra. Stacey Rose, vicepresidenta de la salud de las mujeres en el Instituto para la Salud de las mujeres Katz en New Hyde Park, Nueva York.
Pero añadió que "una limitación importante es que el promedio de edad de estas pacientes era de 27 años, por lo que sería útil observar si esta asociación se mantuvo también en mujeres más jóvenes".
La Dra. Deena Adimoolam, profesora asistente de medicina en la Escuela de Medicina Icahn de Mount Sinai, en la ciudad de Nueva York, dijo que, ahora mismo, "muchos médicos no piensan en el SPM como factor de riesgo de hipertensión".
Y aunque los hallazgos del estudio son "interesantes", añadió que "no creo que las mujeres deberían preocuparse mucho por esta asociación por varias razones".
En primer lugar, el estudio no identificó ni excluyó a mujeres con afecciones que podrían parecerse al SPM (el síndrome de fatiga crónica, trastornos de ansiedad y el síndrome de intestino irritable, por ejemplo), de modo que "el SPM podría haberse diagnosticado de forma errónea a algunas pacientes", comentó Adimoolam.
"Además, la hipertensión fue reportada por las propias participantes del estudio y no diagnosticada por un médico, lo que me hace preguntarme si algunas participantes en realidad tenían hipertensión", añadió.
El estudio aparece en la edición del 24 de noviembre de la revista American Journal of Epidemiology.
FUENTES: Stacey Rosen, M.D., vice president of women's health, The Katz Institute for Women's Health, New Hyde Park, N.Y.; Deena Adimoolam, M.D., assistant professor, medicine, endocrinology, diabetes and bone disease, Icahn School of Medicine at Mount Sinai, New York City; University of Massachusetts, Amherst