El tratamiento con testosterona puede aumentar la densidad ósea y reducir el riesgo de demencia en los hombres mayores con unos niveles bajos de la hormona, pero también podría abrir la puerta a futuros riesgos cardiacos, sugiere un nuevo conjunto de ensayos.
Los hallazgos provienen de los últimos cuatro estudios reportados en los Ensayos de Testosterona, un conjunto de siete ensayos clínicos solapados, financiados por el gobierno federal, llevados a cabo en 12 centros de Estados Unidos.
En conjunto, los Ensayos de Testosterona parecen indicar que el mejor uso de la terapia con testosterona es para el tratamiento de la disminución de la función sexual en los hombres con niveles bajos de testosterona, comentó el Dr. Thomas Gill, un profesor de geriatría de la Universidad de Yale que dirigió uno de los centros de ensayo clínico.
Pero los ensayos también encontraron que los hombres que recibían tratamiento con testosterona experimentaban un aumento significativamente mayor en la placa en las arterias que los hombres que no tomaban la hormona, anotó Gill. Esto podría aumentar su riesgo futuro de ataque cardiaco, accidente cerebrovascular (ACV) y enfermedad cardiaca.
"Incluso si se usara para la función sexual, que es lo que la evidencia respalda de forma más contundente, creo que habría que tomar en cuenta el potencial de algunas consecuencias adversas a largo plazo respecto a la enfermedad cardiovascular", advirtió Gill.
El uso de la terapia con testosterona casi se ha duplicado en los últimos años, de 1.3 millones de pacientes en 2009 a 2.3 millones en 2013, según la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EE. UU.
Este aumento impulsó a un panel del Instituto de Medicina a exhortar a que se hicieran nuevos ensayos clínicos que investigaran la utilidad y el daño potencial del tratamiento con testosterona. En respuesta, el Instituto Nacional Sobre el Envejecimiento (NIA) de EE. UU. financió los Ensayos de Testosterona.
En los Ensayos de Testosterona participaron 790 hombres a partir de los 65 años de edad con niveles bajos de testosterona provocados por el envejecimiento, además de síntomas que podrían relacionarse con unos niveles bajos de testosterona, como problemas sexuales, fatiga, debilidad muscular, o problemas de memoria y pensamiento.
Los tres primeros grupos de hallazgos de los ensayos clínicos salieron hace un año, y se enfocaron en los tres beneficios potenciales más publicitados de la terapia con testosterona: la mejora en la capacidad sexual, la vitalidad y la función física.
Esos primeros informes revelaron que la testosterona podría mejorar el deseo y la función sexual de un hombre, pero no haría mucho por mejorar su vitalidad general o su función física.
Los cuatro últimos Ensayos de Testosterona se publicaron el 21 de febrero en la revista Journal of the American Medical Association.
Ensayo sobre la anemia. Alrededor de un 54 por ciento de los hombres con una anemia inexplicada y un 52 por ciento con anemia con causas conocidas tuvieron aumentos clínicamente significativos en los niveles de glóbulos rojos tras un año de terapia con testosterona, en comparación con un 15 y un 12 por ciento, respectivamente, de los de un grupo con placebo.
Ensayo sobre los huesos. Después de un año, los participantes experimentaron un aumento significativo en la densidad mineral ósea y la fuerza ósea estimada. Los resultados fueron mayores en la columna que en la cadera.
Ensayo cardiovascular. El estudio encontró que el volumen de placa arterial aumentó significativamente más en el grupo tratado con testosterona en comparación con el grupo de "control" no tratado.
Ensayo sobre la cognición. Tras un año de tratamiento, no hubo un cambio significativo en la memoria verbal, la memoria visual ni la resolución de problemas.
JAMA Internal Medicine también publicó un estudio realizado fuera de los Ensayos de Testosterona, que mostró una reducción a corto plazo en los ataques cardiacos y los ACV entre los hombres que recibían testosterona.
Ese estudio mostró una reducción del 33 por ciento en el riesgo de problemas cardiacos, con un seguimiento promedio de unos tres años, en comparación con los que no eran usuarios de testosterona. Pero no fue un ensayo clínico. Los investigadores utilizaron los expedientes médicos de más de 8,800 hombres en California para llegar a sus conclusiones.
Aunque los ensayos mostraron un beneficio positivo para la salud ósea y la anemia, Gill comentó que no es probable que la testosterona se considere un tratamiento de primera línea para esas afecciones.
El motivo es que ya hay otros tratamientos bien establecidos y más efectivos que se enfocan en fuentes más específicas de la enfermedad ósea y la anemia que la testosterona baja, dijo Gill.
"Son potencialmente áreas de beneficios adicionales si se receta testosterona a un hombre para la función sexual", comentó Gill. "Es poco probable que la testosterona se recete para los huesos o la anemia".
Pero el Dr. Bradley Anawalt dijo que, en conjunto, todos los hallazgos de los Ensayos de Testosterona muestran que la testosterona podría ser un tratamiento razonable para los hombres mayores que sufren de más de una afección relacionada con unos niveles bajos de esa hormona. Anawalt es profesor de endocrinología en la Universidad de Wisconsin en Seattle, y miembro del consejo de liderazgo de la Sociedad Endocrina (Endocrine Society).
"Si alguien llega al consultorio con un deseo sexual un poco bajo, una sensación disminuida de vitalidad, y tienen una densidad mineral ósea baja, se podría pensar en recetar un antidepresivo, Viagra y un fármaco para la terapia ósea", planteó Anawalt. "Quizá la testosterona podría ser un sustituto razonable para los tres".
Pero los nuevos hallazgos dieron un giro sombrío a los efectos a largo plazo de la testosterona en la salud cardiaca, dijo Anawalt. Esto lo llevaría a sopesar con cuidado si recetar o no la hormona a un hombre con niveles de testosterona bajos pero normales sin síntomas externos relacionados con unos niveles bajos de la hormona.
"Le diría: 'hay cierta incertidumbre sobre los efectos de salud de la testosterona y el riesgo de ataque cardiaco. No le puedo recetar testosterona con la conciencia tranquila. Creo que es una mala idea'", explicó.
"Pero si claramente hay un nivel bajo y se tiene una enfermedad provocada por una deficiencia de testosterona, usaría los mismos datos para decir que no hay ninguna información disponible que indique que no es segura", continuó Anawalt.
Stephen Houser, presidente de la Asociación Americana del Corazón (American Heart Association), dijo que aunque el estudio acompañante que detectó un riesgo cardiaco más bajo en los usuarios de testosterona es "prometedor", los hallazgos relacionados con la placa arterial plantean preocupaciones fuertes sobre el riesgo futuro de ACV y ataque cardiaco.
"Es difícil recuperarse de un ataque cardiaco. Es difícil recuperarse de un ACV", dijo Houser, decano principal asociado de investigación en la Universidad de Temple, en Filadelfia. "Yo también quiero ser joven otra vez, pero no creo que haya suficientes evidencias publicadas como para que considerara tomar testosterona".
Gill señaló que también hay preocupaciones continuas de que la terapia con testosterona podría aumentar el riesgo de cáncer de próstata de un hombre, igual que la terapia con estrógeno puede aumentar el riesgo de cáncer de mama en las mujeres. Pero los Ensayos de Testosterona fueron a demasiado corto plazo como para evaluar ese riesgo.
El Dr. Sergei Romashkan es jefe de la rama de ensayos clínicos de la división de geriatría y gerontología clínica del NIA. Afirmó que los ensayos representan el inicio, más bien que el final, de la investigación sobre la terapia con testosterona.
Romashkan anotó que la FDA está trabajando con la industria farmacéutica para realizar ensayos clínicos a gran escala adicionales para observar los beneficios de la testosterona en la salud cardiaca. Actualmente, la terapia con testosterona lleva un recuadro de advertencia sobre los potenciales riesgos cardiacos, exigido por la FDA.
"Este estudio no fue definitivo bajo ningún concepto", dijo Romashkan. "Aprendimos mucho más de lo que sabíamos antes del inicio del estudio, pero no respondió a todas las preguntas".
FUENTES: Thomas Gill, M.D., professor, geriatrics, Yale University, New Haven, Conn.; Bradley Anawalt, M.D., professor, endocrinology, University of Washington, Seattle, and member, The Endocrine Society's leadership council; Stephen Houser, Ph.D., American Heart Association president and senior associate dean, research, Temple University, Philadelphia; Sergei Romashkan, M.D., Ph.D., chief, clinical trials branch, division of geriatrics and clinical gerontology, U.S. National Institute on Aging; Feb. 21, 2017, Journal of the American Medical Association