Resumen: Precisos y redundantes mecanismos regulan los procesos vitales. Su fuerza es proporcional a la jerarquía y su expresión o manifestación difiere según la naturaleza del fin perseguido. Así, los que se instrumentan a través de conductas intencionales suelen estar intermediados por cambios neurohormonales que modifican la relación placer/displacer que gobierna su ejecución. Las intervenciones que interfieren con esta ecuación generan complejas situaciones frecuentes en la práctica clínica de la nutrición. |
"Cuando la corteza prefrontal propone pero las estructuras subcorticales disponen"
Louis Stevenson (1) es el titulo de una novela publicada en 1866, sobre la dualidad latente en un mismo organismo. El Dr. Henry Jekyll y el misántropo Edward Hyde, surgen a consecuencia de una técnica de desdoblamiento de la personalidad. Posiblemente el mismo Stevenson transitaba por una experiencia semejante, pues estaba siendo tratado con cornezuelo del centeno, fuente de ácido lisérgico (1). Dualidades comparables suelen producirse al intentar alterar equilibrios esenciales para la vida; como el de las reservas energéticas, por ejemplo.
En este caso uno de los personajes es el conjunto de procesos (cognitivos, razonados y voluntarios) residentes en la corteza cerebral; cuyas facultades permiten implementar y desarrollar conductas y comportamientos. Sin embargo, la autonomía de este actor podría no ser siempre auténtica sino estar al servicio de estructuras subcorticales: el segundo personaje. Estas estructuras -“intelectualmente inferiores”-, podrían valerse de las primeras para satisfacer sus propias necesidades o las de otros tejidos. Corteza y subcorteza, como Jekyll y Hyde, no pueden dialogar, debido a la desigual naturaleza de su lenguaje, de sus intereses y de sus posibilidades.
Jekyll: cerebral, culto, fundamentado en abstractas razones y Hyde: instintivo, analfabeto, concreto y apremiante. Tan distintos que podrían disgustarse, como en el supuesto de que el Dr. Jekyll decidiera reducir su ingreso energético para corregir una obesidad que no incomoda a Mr. Hyde.
Los motivos de Jekyll para dietar serán salud, estética o riesgo. Seguramente ninguno de ellos interesa a Hyde, quien presume que de hacertlo sólo perderá satisfacción (recompensa). Y ya que no encuentra nada bueno en las razones de Jekyll, se opondrá a sus planes. Hyde sólo hace lo que disfruta1 mientras que el sesudo Jekyll más bien piensa en beneficios teóricos y futuros. Así lo entiende Hyde, mientras prepara para Jekyll un poco de la misma medicina. Interferirá con lo que más feliz lo hace: el libre ejercicio de sus capacidades.
En adelante toda agradable o necesaria actividad de Jekyll se asociará con disconfort, sea ansiedad, nerviosismo, insomnio, etc. Sin duda esto lo hará desistir2.
Así de doméstico, porque Hyde es un subcerebro sensible a las ingestas, compuesto por núcleos como el accumbens, el estriado y sus numerosas conexiones. Glucosa, dulces, grasas, alcohol, producen cambios neuroquimicos (2) (3) en el tronco cerebral que las estructuras cortico-límbicas han aprendido a reconocer como placenteros (4), constituyendo un mecanismo de refuerzo positivo. Así lo hace el sistema opioide con el hambre desencadenado por la proteína agoutí (5) y el canabinoide con el debido al ayuno (20).
GABA, serotonina y especialmente dopamina son protagonistas del hedonismo y del refuerzo de comportamientos asociados a actos placenteros. La última es de particular interés en la regulación de la ingesta (7), por modular la vía mesolímbica de recompensa (8). De hecho, las drogas que bloquean los receptores D2 aumentan el apetito y producen una significativa ganancia de peso (9) mientras que las que incrementan la dopamina cerebral son anorexiantes (10).
La dopamina del accumbens, liberada desde las neuronas presinápticas del área tegmental ventral, ocasiona euforia y refuerza el comportamiento a través de respuestas hedónicas, promueve el aprendizaje del estímulo asociado y anticipa los efectos recompensantes (11).
La dieta que practica Jekyll modifica las señales energéticas y de composición corporal: glucosa, leptina, ghrelina, entre otros. En Hyde, estos cambios son traducidos como sensación de hambre, mediada por las orexinas3 liberadas en el hipotálamo lateral (12), que también generan ansiedad, intranquilidad, tal vez insomnio. La amígdala parece ser responsable de estas displacenteras sensaciones (13) que presionan a Jekyll para que recomponga el nivel de las señales (comiendo a satisfacción de Hyde),si desea recuperar la paz y el descanso (14 (15).
Jekyll parece ignorar que una sola noche de ayuno es suficiente para aumentar la liberación de orexinas por creación de nuevas sinapsis4, cosa que podría revertir fácilmente con la realimentación. Hyde intentará que lo haga: liberará CRH5 hipotalámica que además de estrés, generará más orexinas (16) y un monto adicional de ansiedad (17) por inducción de plasticidad neuronal aguda en el hipotálamo lateral (16).
El hambre por las orexinas es reforzado por el de la MCH6, asociadamente liberada (18), que suma tendencia anabólica al reducir la movilidad y la producción de calor; en oposición a los planes adelgazantes de Jekyll (19).
Hasta el sistema canabinoide es sensibilizado por la carencia energética, y el resultado es la exageración de la sensación placentera que acompañaría a la ingesta deseada (20). La disminución de leptina (21) y el aumento de ghrelina (22), consecuencia de las maniobras alimentarias de Jekyll, aumenta los canabinoides, aflojando el freno a sus efectos fágicos.
¡Poderosos aliados los de Hyde! Opioides, dopamina, orexinas, MCH, canabinoides… No repara en mecanismos ni le importan sus consecuencias. Sólo la recompensa y su inmediatez, pues rechaza las promesas de bienestar en el largo plazo.
Para Jekyll, los criterios de Hyde responden a necesidades “irracionales”. La irreconciliación está casi consumada.
Jekyll, acosado por apremiantes y constantes visiones y pensamientos alimentarios, ansiedad e intranquilidad, no conseguirá concentrarse en sus tareas, relajarse, descansar, dormir o disfrutar de otras cosas (mecanismo de refuerzo negativo) a menos que complazca a Hyde (mecanismo de refuerzo positivo).
En la sala de espera alguien se impacienta. En un momento se abrirá la puerta y el Dr. (o la Dra.) Jekyll consultará buscando una solución a su obesidad. Será preciso conocer bien a los actores antes de prescribir estrategias que podrían fastidiar a Hyde, sabiendo que defenderá su fuente de placer oponiéndose y desluciendo la dieta más impecable.
Los antecedentes personales y familiares, edad, comienzo, desarrollo y duración, compulsiones alimentarias, conductas purgativas, tratamientos anteriores, ingesta de medicamentos, etc. (23) brindan valiosos datos sobre la personalidad de Hyde y sugieren intervenciones alimentarias o aun farmacológicas para prevenir o reducir su irritación y resistencia.
Llegado el punto, sería lícito ofrecerle a Hyde una falsa información: una especie de analgésico que lo alivie. Porque después de todo, Hyde, subcortical, prehistórico y desesperable, también tiene su lado bueno y el irrenunciable derecho a no sufrir innecesariamente.
1 Mecanismo de refuerzo positivo: el placer impulsa a la realización de un acto.
2 Mecanismo de refuerzo negativo: el displacer evita la realización de un acto.
3 Las orexinas/hipocretinas se asocian con la producción de hambre, despertar, vigilia, locomoción.
4 Fenómeno plástico neuronal.
5 Hormona liberadora de corticotrofina.
6 Hormona melanocito concentrante, localizada en el hipotálamo lateral.
Julio C. Montero
Medico nutricionista universitario (UBA). Co-director de la Escuela Postgrado de Obesidad y Trastornos Alimentarios. SAOTA-AMA.
Miembro del Comité de Especial Interés en América Latina de la North American Association for Study of Obesity (NAASO). Ex vicepresidente por América Latina. International Ass for Study of Obesity(IASO) (2003-06). Ex presidente de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Obesidad(FLASO)(1999-02). Ex presidente de la Sociedad Argentina de Obesidad y Trastornos Alimentarios (SAOTA) (1993-95).