MARÍA VALERIO
Más de un siglo después de su descripción en 1886, la apendicitis sigue constituyendo un importante misterio para los cirujanos. Esta inflamación del apéndice obliga a operar nada menos que a 250.000 estadounidenses cada año, y sigue representando el motivo de cirugía urgente más habitual en los hospitales de todo el mundo. Un nuevo estudio vuelve ahora a reabrir una vieja hipótesis: una infección vírica podría estar detrás de la apendicitis.
La apendicitis es la inflamación de ese pequeño tubo con aspecto de gusano (de unos 10 centímetros de longitud) que se encuentra entre los intestinos delgado y grueso, y cuya propia utilidad tampoco está clara al cien por cien. La tesis más aceptada es que se trata de un vestigio de nuestro pasado herbívoro, en cuyo interior se producirían las bacterias intestinales necesarias para digerir las hojas de los árboles.
Cuando este pequeño saco sin salida se obstruye, o se infecta, se produce una inflamación que obliga a extirparlo para evitar que se perfore y se agrave la infección en la cavidad abdominal (peritonitis). Pero la cuestión sigue siendo, ¿qué es lo que desencadena esa obstrucción? Aunque puede deberse a una acumulación de alimentos o heces, la teoría de que una infección intestinal pueda desencadenarlo también ha sido sopesada desde hace años.
Ésta es la hipótesis de Edward Livingston, de la Universidad de Texas (EEUU), que ha comparado las tasas de incidencia de apendicitis junto a la de varios tipos de infecciones (desde la gripe hasta otros virus digestivos) para observar cualquier paralelismo entre los años 1970 y 2006.
Sus observaciones revelan que existe cierta tendencia a que los ataques de apendicitis se produzcan de forma 'epidémica' coincidiendo en el tiempo y con mayor incidencia en ciertas épocas del año (como el verano). A su juicio, "estos picos hacen pensar que existe algún factor externo que puede actuar como desencadenante".
Sin embargo, las estadísticas desmienten que dicho desencadenante sea algún rotavirus intestinal ni el virus de la gripe (más habitual en invierno y en personas mayores, todo lo contrario que la apendicitis). Es posible, según acepta en un comentario en la misma revista Rebecca Britt, del departamento de Cirugía de la Universidad de Virginia (también en EEUU), que el virus de la gripe sí actúe sensibilizando al organismo ante otros patógenos que sí podrían considerarse 'culpables'.
Múltiples causas
A juicio de Britt, como de muchos otros especialistas en cirugía abdominal, lo más probable es que la causa de la inflamación del apéndice sea multifactorial. "Aunque teniendo en cuenta que la mayoría de infecciones víricas se tratan sin hospitalización y sin visitar ni siquiera al médico, identificar al agente viral responsable va a ser difícil".
"El hecho de que haya muchas teorías nos da una idea de que probablemente haya varias posibilidades", coincide Javier Arias, coordinador de la sección de infección quirúrgica de la Asociación Española de Cirujanos. "Es posible que en un porcentaje se trate de infecciones víricas, pero en otras cosas cualquier pequeña inflamación o torsión puede facilitar la aparición de edema [hinchazón] que aumente la presión sobre el tejido del apéndice; o incluso la aparición de úlceras por las que puedan proliferar las bacterias", explica este este especialista.
El caso es que mientras sigue sin haber una causa clara, la prevención de la apendicitis sigue siendo una utopía para los especialistas. Además, como añade Arias, si realmente hubiese detrás un virus, las campañas de vacunación del último siglo y la mejora de las condiciones higiénicas y sanitarias debería haberse traducido en una reducción drástica de los ataques de apendicitis. Y eso no ha sido así.