Por Nora Bär
Se sabe: la medicina no es infalible. Miles de pacientes que generalmente no figuran en las noticias hace tiempo les demostraron a sus médicos que la suya no es una ciencia exacta. Para elegir un rumbo, el médico tiene que hacer un análisis del costo-beneficio de un tratamiento y aprender a valorar probabilidades. En muchos casos, le será imposible eliminar la incertidumbre.
Los estudios diagnósticos previos y posteriores a la cirugía realizada a la Presidenta no hacen más que confirmar la importancia de estas premisas a la hora de tomar decisiones... y de comunicarlas. Particularmente con respecto a la tiroides: se sabe que es una glándula diferente del resto de las endócrinas y presenta dificultades particulares en el terreno diagnóstico. Es lo que consignan cientos de páginas de la literatura científica.
Destacados patólogos, como el doctor Rubén Laguens, director del Departamento de Patología de la Universidad Favaloro y jefe de Patología del Hospital Universitario de la Fundación, aseguran que cuando las lesiones no están bien definidas la tiroides es "endiablada".
"Hay cánceres de tiroides tan parecidos al tejido normal que uno sólo los advierte cuando hay metástasis -explica-. En muchos casos, es extremadamente complicado hacer un diagnóstico diferencial."
Es más: no sólo hay "falsos positivos", sino también "falsos negativos", que se dan cuando la citología sugiere la presencia de nódulos benignos y luego la biopsia determina que son cancerosos. En este sentido, Laguens y otros especialistas subrayan que es sabido que la punción con aguja fina permite orientar, pero no puede ofrecer certezas. Y tampoco da un ciento por ciento de seguridad el estudio por técnica de congelación (que se realiza durante el acto quirúrgico).
"La certeza solamente puede tenerse con la biopsia [el examen histológico realizado por un patólogo entrenado que analiza cortes muy finos de la glándula bajo el microscopio]", dice Laguens.
"En algunos casos, que pueden ir del 2 al 4% de los estudiados, según se tomen las cifras internacionales o lo que uno ve en el consultorio, en las células tiroideas que se extraen mediante punción del nódulo se detectan características que sugieren la existencia de un tumor papilar, aunque no lo sea. A esto, precisamente, se le llama «falso positivo»", coincide Eduardo Faure, jefe de la Sección Tiroides del hospital Churruca, director del comité ejecutivo de la Sociedad Latinoamericana de Tiroides y docente de la UBA.
¿Hubiera podido reducirse la incertidumbre pidiendo la opinión de más citólogos? Aunque no conocen el tamaño ni el número de los nódulos que se detectaron, ni su ubicación, los especialistas lo dudan. "Si ese estudio lo hubieran visto diez citólogos, cinco hubieran dicho una cosa y los otros cinco, otra -arriesga Laguens-. El resultado depende de la calidad de la punción, de la técnica que se emplea, de quién la interpreta..."
Por eso, según los consensos existentes, todo paciente con nódulos "compatibles" con un carcinoma tiene que operarse. "Hubo quienes dijeron que no era necesario extirpar la tiroides -dice Faure-. No estoy de acuerdo. La cirugía y la posterior biopsia son la única forma que tenemos de llegar a un diagnóstico cierto." Por otro lado, las evidencias indican que la mitad de los pacientes a los que se les extrae sólo el lóbulo afectado de todas maneras tienen que tomar levotiroxina (reemplazo de la hormona tiroidea natural) de por vida, y muchos de ellos a los cinco años deben ser sometidos a una segunda cirugía, con más riesgos aún.
Teniendo todo esto en cuenta, ¿debía informarse de este margen de error en el resultado de las pruebas diagnósticas? "El consentimiento informado -dice el doctor Mario Sebastiani, obstetra e integrante del Comité de Bioética Asistencial del Hospital Italiano- debe surgir de un diálogo entre el médico y el paciente que le dé a este último información suficiente y comprensible para tomar sus propias decisiones con respecto a realizar procedimientos diagnósticos o terapéuticos. Existe un consenso de que debería informarse todo aquello que supone un 1 a 2% de probabilidades de complicaciones o alteraciones. En personas públicas, puede realizarse mediante un acuerdo entre el equipo de salud y los voceros, y la precisión debería ser similar."
Se habla de error médico cuando se comete una equivocación en un diagnóstico, procedimiento, al administrar una droga o en su posología, y cuando hay error en la profilaxis o la rehabilitación del paciente. En consecuencia, en este caso no se aplica esa definición. "La discordancia que se presentó en los estudios es poco frecuente -subraya Faure-, pero la Presidenta es una persona como cualquiera de nosotros y está dentro de las estadísticas.".