Memoria olfativa

La magdalena de Proust, por qué recordamos los olores de la infancia

Los olores enriquecen nuestra percepción del mundo. Pero, a pesar de su ubicuidad, conocemos menos la memoria olfativa que la visual y la auditiva

Autor/a: El Pais / Materia

Andrew Johnson / Andrew Moss

       
Una simple magdalena transportaba a Proust a su juventud. Shutterstock

El olfato es un sentido poderoso. Puede hacer que se esté más alerta, reducir la ansiedad e influir sobre la confianza en uno mismo. Algunos olores pueden incluso inducir a las personas a tener precaución en las relaciones sexuales. Los olores enriquecen nuestra percepción del mundo. Pero, a pesar de la ubicuidad de los olores, conocemos menos la memoria olfativa que la visual y la auditiva.

El ejemplo clásico de memoria olfativa es lo que se conoce como recuerdo proustiano (o recuerdo involuntario). Mediante este fenómeno, la mera exposición a un estímulo desencadena automáticamente un recuerdo intenso del pasado. Para Proust, era una magdalena mojada en té la que evocaba un recuerdo detallado de la casa de su tía.

Como investigador de la memoria olfativa, la gente me suele contar historias sobre olores que evocan vívidos recuerdos autobiográficos. Puede tratarse del olor de la comida de hospital, de una determinada bebida alcohólica o del champú de un antiguo amante. Se piensa que esta estrecha relación entre el olor y las emociones se debe a que la zona del cerebro que interviene en el procesamiento de los olores está situada en el interior del sistema límbico (una zona del cerebro vinculada a las emociones).
Analizar la memoria olfativa a corto plazo

Sin embargo, no todos los olores se almacenan en la memoria a largo plazo. Algunos solamente se guardan en la memoria durante periodos breves. Imaginen que están comprando una nueva colonia o loción de afeitado. No olerían dos productos al mismo tiempo, ya que les resultaría difícil distinguir uno del otro. Para decidir cuál prefieren, tendrían que oler uno a continuación del otro. Eso significa que tendrían que almacenar temporalmente el olor y luego recordarlo para compararlo con el otro. Hemos analizado el modo en que la gente almacena los olores en la memoria a corto plazo y la medida en que el funcionamiento de la memoria olfativa difiere del de otras clases de memoria.

La explicación más simple es que las tareas relacionadas con la memoria olfativa se lleven a cabo etiquetando verbalmente los olores (por ejemplo: “Huele como el queso”). Pero el uso de esta clase de estrategia verbal hace que la labor memorística sea una prueba de memoria verbal más que de memoria olfativa, ya que almacenamos la palabra “queso” en la memoria verbal, no el olor a queso en la memoria olfativa. Como investigadores, podemos limitar el uso de esa estrategia seleccionando olores difíciles de nombrar. Por ejemplo, los olores no relacionados con la comida suelen ser difíciles de etiquetar.

Otro truco que empleamos consiste en pedir a los participantes que repitan palabras no relacionadas con la tarea durante la prueba; esto se denomina articulación simultánea. La articulación simultánea interfiere en la capacidad de la persona para nombrar los olores y para buscar en silencio los nombres durante la prueba. Por ejemplo, si uno repite “el, el, el” mientras huele algo que recuerda al césped recién cortado, no será capaz de almacenar las palabras “césped recién cortado” en la memoria verbal. Se parece un poco a intentar leer un libro mientras se escuchan las noticias.

Si uno repite “el, el, el” mientras huele algo que recuerda al césped recién cortado, no será capaz de almacenar las palabras “césped recién cortado” en la memoria verbal

Se ha comprobado que la gente puede hacer trabajar su memoria olfativa a corto plazo cuando los olores son difíciles de nombrar y cuando realiza una articulación simultánea. Estos hallazgos indican que, aunque el etiquetado verbal mejore el recuerdo de un olor, la gente también es capaz de almacenar el propio olor en la memoria. Ese hecho se ve respaldado por un estudio que pone de manifiesto que la zona del cerebro que se activa cuando se recuerdan olores fáciles de nombrar es distinta de la que se activa cuando los olores son difíciles de nombrar; concretamente, la circunvolución frontal inferior y la corteza piriforme, respectivamente.

Un método que se ha empleado para comparar la memoria olfativa a corto plazo con otras clases de memoria es la medida en que la gente es capaz de recordar una lista de olores. Dependiendo de las características específicas de la tarea memorística, a la gente se le suele dar bien recordar el primer y el último elemento de la lista (fenómeno denominado primacía y actualidad). Hay pruebas de que, en el caso de algunas tareas, la memoria olfativa genera efectos de primacía y actualidad distintos de los de otros estímulos. Estas diferencias indicarían que la memoria olfativa no funciona del mismo modo que otras clases de memoria.
La memoria olfativa como herramienta diagnóstica

Sería bastante razonable preguntarse por qué debería interesarnos el análisis de la memoria olfativa, dado que la mayor parte del tiempo usamos la percepción olfativa para juzgar los olores (para decir que algo huele bien o fatal). Sin embargo, en un estudio se ha comprobado que una memoria olfativa defectuosa predispone a la aparición de demencia.

Para recalcar este vínculo, las personas que tienen el gen ApoE (un factor de riesgo genético de sufrir alzhéimer), las cuales no muestran signos de demencia, presentan una identificación defectuosa de los olores. Estos hallazgos indican que las pruebas de memoria olfativa podrían formar parte del arsenal de herramientas con las que detectar la demencia en sus etapas iniciales. La detección precoz es importante porque, cuanto antes se intervenga, mejor será el resultado.

Andrew Johnson es profesor superior de Psicología en la Universidad de Bournemouth.
Andrew Moss es estudiante de doctorado de Psicología Cognitiva en la Universidad de Bournemouth.