Nuevo libro del Dr. Miguel de Asúa

De Hipócrates a Clío, escritos sobre medicina desde las ciencias humanas

Pediatra de formación, pero historiador de carrera, el autor compila textos asociados al humanismo médico.

Indice
1. De Hipócrates a Clío, de Miguel de Asúa
2. Palabras del Dr. Carlos Tajer durante la presentación del libro.

El libro De Hipócrates a Clío - Escritos sobre medicina desde las ciencias humanas, escrito por Miguel de Asúa, recopila escritos que muestran la trayectoria del autor, quien se formó como médico en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y se especializó en Clínica Pediátrica en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, pero que, con el tiempo, devino en historiador y filósofo.

“En mi caso, la formación médica fue un sello que dejó una marca cuyos contornos se fueron borrando, pero nunca terminaron de desaparecer del todo”, señala de Asúa en el prólogo del volumen.

Ya en su nueva faceta, se abocó a la historia de la ciencia y la medicina y, en sus palabras, este libro es “el resultado de pedidos de médicos interesados en temas de humanidades médicas, bioética, educación médica, historia de la medicina y medicina narrativa”.

De hecho, el discurso de presentación del libro estuvo a cargo del presidente de la Sociedad Argentina de Medicina Narrativa (SAMEN), el doctor Carlos Tajer (vér página 2).

Dirigido a una audiencia médica, el libro ofrece una colección de reflexiones de un historiador profesional de la ciencia, pero también es el resultado de múltiples charlas, algunas publicadas previamente y otras, con el tono coloquial de las ponencias originales. Los lectores encontrarán en el texto un valor de testimonio histórico que cubre cuatro décadas.

Ficha técnica

Título del libro: De Hipócrates a Clío

Subtítulo del libro: Escritos sobre medicina desde las ciencias humanas

Autor: Miguel de Asúa

Editorial: HYGEA EDICIONES

Año de publicación: 2023

Cantidad de páginas: 280


IntraMed reproduce un fragmento de uno de los textos que componen el volumen.

MEDICINA Y NARRATIVA: LA MUERTE DEL NIÑO EN LA LITERATURA (fragmento) [i]

Nuestro tema hoy es la muerte del niño en la literatura. No desde la perspectiva del manejo de la familia, ni de la conciencia del paciente, ni de nada que tenga que ver con las habituales rúbricas de diagnóstico y tratamiento. Nuestra pregunta es cómo hablar de la muerte del niño, a secas. Si, como dijo La Rochefoucauld: “Ni al sol ni a la muerte se los puede mirar fijamente” entonces tenemos que encontrar un enfoque tangencial, una mirada oblicua para hablar de la muerte en la infancia en la medida que concierne a los pediatras. Lo que proponemos es que la literatura puede ser uno de los modos de hacerlo.

Vamos a empezar con algo que sin duda les es familiar, algo que se convirtió en un lugar común en estos temas: me refiero al final de la película Wit (2001, dirigida por Mike Nichols), basada en la obra de Margaret Edson (Pulitzer 1998). En ese momento, la protagonista, una profesora de literatura encarnada por Emma Thompson, lee el soneto décimo de John Donne (1572-1631), poeta y clérigo inglés del siglo XVII (mi traducción):

Muerte, no seas orgullosa, aunque algunos te llamen

Poderosa y temible, puesto que no lo eres.

Pues aquellos a los que piensas haber derrocado

No mueren, pobre muerte, ni aun puedes matarme.

Eres esclava del destino, el azar, los reyes y los desesperados,

Y habitas con el veneno, la guerra y la enfermedad;

El opio o los hechizos pueden hacernos dormir también,

Y mejor que tu golpe ¿por qué te inflas?

Pasado un corto sueño, nos despertamos a la eternidad,

Y la muerte ya nunca será; muerte, tú morirás.

El trasfondo del soneto es la carta de San Pablo I Cor., 15:55. Y Pablo a su vez toma como texto de base los de los profetas Oseas e Isaías. Y, como esta, se podrían decir muchas cosas sobre este soneto, se podría organizar un seminario del tipo que la protagonista dictaba. Es que, en alguna medida, a la muerte de los adultos podemos atribuirle significados (como en el caso de Donne). La muerte del adulto es, en cierto sentido y hasta cierto punto, admisible, porque es la conclusión de una historia. Vamos a elaborar esto un poco más.

Quevedo escribió varias poesías sobre los relojes (de sol, de arena, de campanilla). Es evidente que lo que trata ahí es el tema clásico de la fugacidad de la vida, el tópico del tiempo que huye, el “fugit irreparabile tempus” de Virgilio (Georgicas III, 284).

¿Qué tienes que contar, reloj molesto,

en un soplo de vida desdichada

que se pasa tan presto;

 en un camino que es una jornada,

breve y estrecha, de este al otro polo,

siendo jornada que es un paso solo?

La vida es un tránsito, una jornada, breve, instantánea, fugaz. De nuevo Quevedo, en el mismo poema al reloj de arena:

Bien sé que soy aliento fugitivo;

ya sé, ya temo, ya también espero

que he de ser polvo, como tú, si muero,

y que soy vidrio como tú, si vivo.

En el libro de las Geórgicas, de Virgilio, aparece el tema del tiempo fugitivo. Pero la cosa no es tan instantánea, ya que al lado de esto está la idea de la muerte como una secuencia de trabajos y de días, como el fin de un trayecto vital que comienza con una mañana augural y se va cargando, de a poco, de enfermedad y dolor: Huyen primero, para los míseros mortales, los mejores días de la vida; Luego sobrevienen las enfermedades, la triste vejez y el sufrimiento; Al fin nos arrebata la inclemencia de la despiadada muerte.

Esto fue sintetizado en una par de versos muy conocidos en la poesía victoriana, en Tithonius, de Alfred Lord Tennyson: El hombre llega y labra el campo y yace bajo él Y después de muchos veranos muere el cisne.7 Hay acá una historia, que culmina en la muerte, como fin de una trayectoria. Como final, la muerte siempre corta, troncha algo. Pero en el caso del niño, la sensación de pérdida, de inconclusión, es mucho peor, es una historia prometida que quedó sin contarse. Esto fue sintetizado en una par de versos muy conocidos en la poesía victoriana, en Tithonius, de Alfred Lord Tennyson:

El hombre llega y labra el campo y yace bajo él.

Y después de muchos veranos muere el cisne.

Hay acá una historia, que culmina en la muerte, como fin de una trayectoria. Como final, la muerte siempre corta, troncha algo. Pero en el caso del niño, la sensación de pérdida, de inconclusión, es mucho peor, es una historia prometida que quedó sin contarse.

 

 

 

[i] Fragmento Charla en la Primera Jornada Internacional de Medicina Narrativa, Servicio de Pediatría del HIBA, 15 de junio de 2011.