Escepticemia por Gonzalo Casino

Desorden y concierto

Sobre los sesgos cognitivos a la luz de la evolución y su irracionalidad

Autor/a: Gonzalo Casino

El concepto de sesgo puede ilustrarse con la imagen de una diana de tiro en la que varios disparos aparecen agrupados no en el centro sino en un lugar periférico. Un sesgo es, efectivamente, una desviación, ya sea en el tiro o en el juicio. Los llamados sesgos cognitivos serían, por tanto, desviaciones del juicio humano a la hora de tomar decisiones, como si la escopeta del raciocinio estuviera torcida y produjera sistemáticamente dianas alejadas de una decisión racional. El que los humanos tengamos tendencia a errar el tiro en la misma dirección al enjuiciar los hechos apunta a que la escopeta ya nos viene torcida o sesgada de fábrica.

La identificación, hace medio siglo, de algunos sesgos cognitivos por parte de los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky hizo tambalearse la idea de que somos seres racionales cuando pensamos y tomamos decisiones. Mediante ingeniosos experimentos, identificaron sesgos como el de confirmación, la tendencia general a dar crédito a la información que confirma nuestras creencias y a descartar la que las contradice. O lo que denominaron heurísitica de disponibilidad, la tendencia a dar mayor peso a la información que recordamos más fácilmente, por ser más reciente o impactante. O la llamada aversión a la pérdida, un sesgo que nos lleva a dar más importancia a las pérdidas que a las ganancias equivalentes.

Conforme se conocen mejor los sesgos cognitivos, más claro va quedando que estas maneras de pensar pueden ser un problema al gestionar información compleja como la del mundo actual. Sin embargo, contemplados a la luz de la teoría de la evolución, quizá la teoría científica más polivalente, estos sesgos pueden haber contribuido a nuestra supervivencia como especie. Así, por ejemplo, la aversión al riesgo y la heurística de disponibilidad pueden habernos ayudado, respectivamente, a evitar amenazas y tomar decisiones rápidas y eficientes en situaciones críticas.

La larga lista de sesgos cognitivos que podemos ver en la Wikipedia permite entrever algunos tipos de limitaciones de nuestro pensamiento rápido. Los emprendedores John Manoogian III  y Buster Benson han creado el Cognitive Bias Codex, un diagrama circular hipertextual que ordena 188 sesgos cognitivos en cuatro grandes categorías. La clasificación, aunque carece de consenso o aval en la comunidad científica,  agrupa los sesgos en torno a cuatro carencias: de memoria, de información, se significado y de tiempo.

Como nuestra memoria no puede almacenar todo, tendemos a seleccionar los recuerdos de mayor carga emocional, a reducir los sucesos a los elementos clave y a descartar lo específico para generalizar más fácilmente. Como hay demasiada información, priorizamos lo llamativo, lo raro, lo divertido, lo que cambia, lo que confirma nuestras creencias y los defectos de los otros (vemos la paja en el ojo ajeno antes que en el propio). Ante la falta de significado, tendemos a encontrar patrones y a crear historias explicativas, a rellenar con estereotipos, a simplificar los datos y los números para manejarlos mejor y a proyectar al futuro y al pasado lo que pensamos hoy. Y, como necesitamos actuar rápido, preferimos la información sencilla a la compleja y lo que nos facilita preservar nuestro estatus y vinculación a un grupo, y tendemos a creer que lo que hacemos es importante.

Sin duda, el pensamiento humano es mucho más complejo, pero tener conciencia de los sesgos del pensamiento rápido e intuitivo que nos viene de serie es un primer paso para no caer fácilmente en sus redes. Puede que nuestro cerebro sea una antigualla evolutiva, pero tampoco parece muy razonable considerar irracionales todos estos procesos cognitivos que nos han permitido sobrevivir. Con todo, analizar las cosas con detenimiento, para tratar de ir más allá de la pura intuición, nos ayuda a tomar mejores decisiones en muchos casos. Pensar cansa, ya lo sabemos, pero es estimulante y sirve para poner algo de concierto en el desorden.


El autor: Gonzalo Casino es licenciado y doctor en Medicina. Trabaja como investigador y profesor de periodismo científico en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.