¿Se están perdiendo los juegos no estructurados al aire libre en pos de las actividades regladas y con pantallas de por medio? Sin dudas, y uno de los motivos son las inquietudes de los padres por los “riesgos” que pueden conllevar para sus hijos. Sin embargo, no les es tan fácil tomar en cuenta el costo a futuro de perder este tipo de actividades, si del desarrollo saludable del niño se habla. Así lo advirtió el Comité de Prevención de Lesiones de la Sociedad Canadiense de Pediatría, que indicó que estos juegos improvisados y hasta con cierto “riesgo” son esenciales para el desarrollo de los niños y para su salud física, mental y social.
Mediante un documento, los autores alentaron a colegas a pensar a los “juegos riesgosos al aire libre” como una forma de prevenir a posteriori problemas como la obesidad, la ansiedad y los trastornos de conducta, al tener en cuenta que la carga de las lesiones relacionadas con este tipo de actividades son menores a los beneficios aportados en materia de desarrollo saludable.
Claro está que diferencian los conceptos de “riesgo” — situaciones en que un niño puede reconocer y evaluar el desafío, basado en sus habilidades autopercibidas—de “peligro” –en el cual el potencial de la lesión está más allá de la capacidad del niño de reconocerlo. Mientras el riesgo, inherente al juego libre sería trepar un árbol, un peligro es un tobogán mal anclado, una pileta sin barandas o una rama de árbol podrida que podría romperse. El papel del adulto, entonces, sería identificar los peligros o mitigarlos, luego de supervisar adecuadamente la actividad, pero no impedirles a los chicos los juegos con cierto “riesgo” controlado que pueden aportar a su desarrollo. En síntesis, mantener a los niños “tan seguros como sean necesario” en lugar de “lo más seguros posible”.
El tema, sin duda, abre las aguas. Por empezar, ¿es válida esta recomendación en otros contextos, como el latinoamericano? ¿Qué pasa cuando por carga horaria de trabajo los padres no pueden supervisar a los chicos en el juego no reglado y al aire libre y más, cuando determinadas ciudades no ofrecen espacios seguros? ¿Perciben los progenitores dónde están los máximos peligros? ¿Y qué le espera a una generación que, por sobreprotección frente a los peligros del ambiente estén cada vez más expuestos a las pantallas? Desde IntraMed consultamos a distintos especialistas para brindar luz a este tema.
El derecho a jugar y las consecuencias de no hacerlo |
“Jugar es un derecho y una de las actividades más significativas de la infancia”, señaló la doctora Adela Armando, Secretaria del Comité Nacional de Prevención de Lesiones de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). La profesional destacó que el juego tiene un papel esencial para el desarrollo integral de los niños y niñas, ya que contribuye al bienestar cognitivo, físico, social y emocional, promueve la curiosidad, la imaginación, la solución de problemas y la flexibilidad tanto mental como social.
“El juego, o su falta, afecta directamente la trayectoria de la vida del niño/a y va dejando huellas irremplazables. Porque cuando juega, puede crear y recrear incesantemente sus experiencias, la relación con los otros, el lenguaje, los aprendizajes y los objetos, enriqueciendo una y otra vez su realidad psíquica y su relación con el mundo. Por ejemplo, durante la pandemia Covid-19 los juegos les posibilitaron construir escenas, situaciones y encontrar formas de expresión que les permitieron hacer frente al distanciamiento físico de sus vínculos afectivos”, indicó la médica pediatra, quien también es Máster en Salud Pública
“Actualmente, los avances tecnológicos y el mercado han instaurado ‘necesidades’ que impactaron en las formas de construir lazos sociales y de jugar, alejando a los niños y niñas del juego libre y de los espacios naturales para reemplazarlos por juegos pautados y por el uso excesivo de pantalla. En las consultas pediátricas, observamos como consecuencias un aumento de obesidad debido al sedentarismo, dificultades en los vínculos, problemas del sueño, del desarrollo del lenguaje y de la motricidad”, advirtió la doctora Armando. Por tanto, consideró que es necesario encontrar un equilibrio y brindar oportunidades de juego en ámbitos libres de peligro. De esa forma, el chico puede desplegar sus capacidades y habilidades, como así también respetar sus limitaciones, en el marco de un espacio de exploración acorde al momento de su desarrollo.
“Como bien refiere en artículo de la Sociedad Canadiense de Pediatría, el ‘juego arriesgado’ no significa ignorar las medidas de seguridad basadas en la evidencia como son el vallado de piletas para prevenir los ahogamientos, los cortacorrientes para prevenir electrocución, el chaleco salvavidas para el traslado en embarcaciones, el sistema de retención Infantil para el traslado seguro en automóvil o dejarlos sin el cuidado en lugares peligrosos como calles muy transitadas o espejos de agua no protegidos. Además de las condiciones del entorno físico y de las medidas de prevención, es necesario el acompañamiento y el cuidado de un adulto disponible y responsable”, completó.
Dentro de la rama de la psicología, el doctor Lucas Gago-Galvagno, quien es investigador de la Universidad Abierta Interamericana (UAI) y el CONICET también está de acuerdo con que los juegos con cierto riesgo proveen mayor desarrollo psicofísico que las potenciales lesiones que podrían provocar. “Por un lado, el juego al aire libre promueve la socialización entre pares y la realización de ejercicio físico, lo que previene el sedentarismo en la infancia y niñez. Además, estas actividades disminuyen la probabilidad de que los más pequeños pasen tiempo de ocio con pantallas (lo cual es cada vez más común), que es una actividad en general pasiva que no promueve el desarrollo temprano. Por último, el juego al aire libre proporciona desafíos físicos y emocionales que ayudarían a los niños a desarrollar resiliencia y autoconfianza desde un aspecto emocional”, remarcó.
Percepción de riesgo y lesiones |
El doctor Jorge Fiorentino, Jefe del departamento de Urgencia del Hospital de Niños R. Gutiérrez de la Ciudad de Buenos Aires, indicó que en 2023 recibieron en el establecimiento 220 chicos que se lesionaron en sus casas y no en otros entornos.
Con el fin de trabajar en prevención, previamente su equipo había realizado una encuesta a las madres de los pequeños en las que se les preguntaba ‘¿Cuál es el lugar donde considera que sus chicos se sienten más seguros?’ y por lejos salió el hogar. “Estas dos ideas se contrarrestan: la cantidad de lesiones que tenemos recibidas y la percepción de riesgo. Cuando por lejos contabilizamos que la mayoría de las lesiones recibidas se producen en el hogar”, indicó el experto.
Fiorentino especificó que entre las lesiones recibidas, las clasifican por ámbito. Por fuera de las caídas, que tienen una categoría en sí misma, se encuentran la de los ámbitos escolares, el hogar (donde la cocina, el garaje y el jardín son los ambientes más peligrosos), las de la vía pública (por vehículos a motor tanto en peatones como pasajeros y en los ambientes recreativos (como los juegos al aire libre).
“Dentro de los ámbitos recreativos, los que más se lesionan son los varones entre los 5 y los 7 años. Eso está relacionado con su intrepidez y que a esa edad se están probando, miden sus habilidades y cada vez invierten un poquito más de riesgo, como subir a un árbol más alto. Así van conociendo de lo que son capaces, pero yo creo que ningún chico que esté maduramente crecido se le va a ocurrir saltar a una distancia que no va a poder sortear”, sentenció el pediatra.
La doctora Adela Armando coincidió en que el mayor porcentaje de estas lesiones se producen dentro del hogar, sobre todo en los menores de 5 años y en mayor porcentaje en varones. Y enumeró por orden los principales motivos de internación en hospitales públicos en materia de lesiones: tránsito, traumatismos graves por caídas de escalera en la vivienda, caídas por tropiezos o desde la cama o cucheta, quemaduras, intoxicaciones y mordeduras de perro
Pero indicó que las lesiones en niños deben “dejar de ser consideradas como accidentes, ya que no se deben al azar y siempre se pueden prevenir y morigerar sus consecuencias”. Y especificó que corresponden a fenómenos complejos y multicausales, por lo que la prevención debe abordar varios aspectos.
“Es importante brindar pautas claras, y medidas de prevención probadas, con evidencia científica que no sólo tengan en cuenta la edad sino también el momento del desarrollo del niño/a, su situación familiar y económica. Los adultos debemos brindarle un ambiente seguro y agradable, para que ellos puedan explorar por más que tengan dificultades para percibir el peligro. Para que puedan jugar libremente, necesitan sentirse seguros y tener confianza en quienes los cuidan y en sus posibilidades”, indicó. Y destacó que es vital enseñarles normas básicas de seguridad, a percibir el peligro y que puedan aprender a ser prudentes y precavidos, pero sin crear miedos o inseguridades excesivas que pueden interferir en sus desarrollo.
“Los adultos debemos acompañar, minimizando riesgos y evitando lesiones, anticipándonos y disponiendo donde pueden jugar y explorar su entorno por sus propios medios y donde no, sin caer en la excesiva sobreprotección. Los profesionales de la salud tenemos la oportunidad de visibilizar, concientizar y acompañar a las familias y a la comunidad en la prevención de las lesiones”, cerró.
¿Son aplicables estas recomendaciones en contextos de Latinomérica?
En un reciente trabajo, Lucas Gago Galvagno evaluó la importancia del contexto cultural en el estudio de las funciones ejecutivas infantiles en la región, por tanto IntraMed le consultó si las recomendaciones de la sociedad canadiense son aplicables a los contextos Latinoamericanos. El doctor en psicología respondió que en un principio sí lo son, pero que se deben tener en cuenta una serie de especificaciones. “En la región, al haber mayor vulnerabilidad social que en otros países, muchas familias evitan el juego al aire libre debido a la inseguridad. Si bien estas actividades deben ser supervisadas por un adulto constantemente para evitar posibles riesgos de heridas en los infantes, en muchas ocasiones los adultos directamente no pueden permitir que sus hijos se salgan a jugar al aire libre, lo que está documentado en numerosas investigaciones”.
Además, el ambiente puede virar a un estilo de crianza que obligue a lo que en otros contextos podría considerarse sobreprotección. “Los estudios muestran que, en Latinoamérica, muchos cuidadores primarios tienen un estilo de crianza más autoritarios o rígidos que en otros países de Europa y Norteamérica. Esto podría deberse a que muchos contextos son socialmente vulnerables, razón por la cual los padres tienen que regular más las conductas de sus hijos para cuidarlos de posibles amenazas”, indicó. Y agregó que en Latinoamérica “los padres trabajan más horas al día que en otros países del mundo, razón por la cual en muchas ocasiones no tienen tiempo para supervisar el juego al aire libre de los infantes y niños, eligiendo finalmente actividades hogareñas como juguetes o uso de pantallas”.
Sin embargo, este fenómeno no es privativo únicamente de nuestra región. La tendencia de actividades más sedentarias está en auge en todo el mundo y, en ese sentido, la hipótesis del desplazamiento plantea que, a mayor tiempo pasan los niños en actividades sedentarias, menor es el tiempo (por lógica) que podrán pasar en actividades al aire libre o con pares.
¿La falta de juego crea inconformistas crónicos? |
“Los chicos de hoy tienen mucho más juguetes, pero juegan menos. Y en algunos casos, veo inconformistas crónicos y aburridos fáciles”, indicó el doctor Fiorentino, quien se considera un ferviente defensor de los juegos al aire libre y en especial de los juegos colectivos, porque con ellos los pequeños maduran la fase social. Incluso los deportes, dictados con profesores que entienden de razonamientos pediátricos, generan beneficios múltiples.
“Los riesgos siempre existen. Suprimirlos es imposible y es también un poco malo. Pensemos en los niños burbuja, que nacieron en un country y no conocen las costumbres de cerrar la puerta de tu casa. Si más tarde viven en ciudades, superar este tipo de situaciones puede ser traumático”, indicó el doctor Fiorentino, quien también propuso alternativas para padres y cuidadores: “Yo siempre digo que para hacer jugar a un chico hay que ser muy adulto. Ellos no tienen que sentir que están permanentemente vigilados, pero nosotros tenemos que tener una vigilancia evidente para ver como se desarrollan y adecuar la recreación a cada niño” remarcó.
Enfatizó en que “el juego es terapéutico” y en que el riesgo, más allá del peligro, es difícil de mensurar porque pueden haber imprevistos. Pero ante la pregunta de si un chico puede trepar un árbol, la respuesta de Fiorentino fue “sí, con las precauciones necesarias” y de acuerdo a su crecimiento y desarrollo, porque la sensación de llegar a la cima los impulsa a ser “escaladores de la vida” y salir de la anhedonia. Asimismo, aconsejó alternativas para padres con hijos intrépidos propensos a lesionarse, como las paredes escaladoras, donde los chicos pueden “saborear” el peligro, pero están sostenidos con arneses.
Ante la pregunta sobre si se ve una generación de niños más ansiosos y con menos estrategias de afrontamiento, Gago Galvagno respondió que “durante la pandemia y luego de la misma, hay estudios que demostraron menores niveles de inteligencia general en infantes y niños y mayores niveles de ansiedad, debido al tiempo que se pasó en encierro, que disminuyó las probabilidades de interacciones significativas”.
Sin embargo, para tranquilizar, indicó que “si bien existen preocupaciones sobre cómo los cambios en el estilo de vida moderno podrían afectar el desarrollo de las funciones ejecutivas y los estilos de afrontamiento en los niños, no hay evidencia concluyente que demuestre que estas habilidades son inherentemente menores hoy en día que en el pasado”.
Por último, la doctora Adela Armando citó las palabras de Francesco Tonucci, pensador, psicopedagogo italiano defensor de las infancias quien dijo que “todos los aprendizajes más importantes de la vida se hacen jugando” y recomendó “dejar jugar libremente y permitir que se encuentren con el riesgo en sus juegos (adecuado a su desarrollo y capacidades), de manera de lograr una parte fundamental en la que se basa el juego que es la realización de un deseo”.
“Cuando llegamos al mundo, los primeros compañeros de juego son los cuidadores primarios: padres, madres, abuelos/as y que los adultos debemos estar dispuestos a entrar en el territorio del juego y facilitar las condiciones necesarias para que éste, se desarrolle de manera natural y espontánea, libre de peligros de lesiones involuntarias. Todos los niños y niñas tienen derechos a desplegar al máximo todas sus capacidades, respetando sus tiempos, limitaciones y procesos. ¡Sigamos recetando JUGAR!”, cerró la pediatra.
Autora: Celina Abud.
Fuentes consultadas:
• Dra. Adela Margarita Armando - Pediatra. Máster en Salud Pública. Secretaria del Comité Nacional de Prevención de Lesiones de la Sociedad Argentina de Pediatría.
•Dr. Jorge A. Fiorentino - Doctor en Medicina Médico Pediatra, Cirujano Infantil y Médico Legista. Jefe de Depto. de Urgencia del Hospital de Niños R. Gutiérrez de Buenos Aires. Director de la Carrera de Especialistas en Emergentología Pediátrica UBA Hosp. de Niños Ricardo Gutiérrez.
• Dr. Lucas G. Gago-Galvagno. Investigador de la Universidad Abierta Interamericana (UAI) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).