El examen instrumental de los recien nacidos para detectar la luxación congénita de cadera (LCC) fue introducido hace más de 30 años en la creencia de obtener un mejor resultado a través de un diagnóstico precoz y un tratamiento conservador que por medio del procedimiento quirúrgico. Este intento culminó en una prevención del dolor, de la limitación funcional y de la incapacidad derivadas de las caderas luxadas o subluxadas. Con el advenimiento del ultrasonido, se agregó una meta complementaria como es la prevención de la displasia acetabular aislada. La detección de la displasia o inestabilidad neonatal es la intención del examen, pero no constituye su meta.
Es corriente en Gran Bretaña realizar las maniobras de Ortolani y Barlow a todos los neonatos y repetirlas luego entre las seis y las ocho semanas. En la práctica, muchos niños con hallazgos clínicos positivos son examinados por ultrasonido y sin embargo no todos los afectados son identificados, por lo que cabe realizar el balance entre el peso de la enfermedad y su potencial reducción mediante este examen y las posibles desventajas en aquellos examinados o tratados. Este balance puede ser resumido a través de las cuatro siguientes preguntas.
¿Cuáles son las consecuencias a largo plazo para la salud y la calidad de vida de la luxación/displasia clínicamente evidenciadas? Antes del advenimiento instrumental, se consideraba que un niño de cada 1.000 desarrollaba una luxación. Despues del manejo quirúrgico, de una cuarta parte a la mitad pueden presentar caderas radiológicamente anormales y de éstos, la mitad puede presentar dolor en su cadera entre la tercera y cuarta década de su vida. Este resultado puede ser mejorado con los avances quirúrgicos. Una consideración adicional es el impacto sobre la calidad de vida de estos individuos, respecto a lo cual la información es limitada.
¿Qué tan bien el examen instrumental identifica y distingue el caso con riesgo de aquel que no lo tiene? Comúnmente, alrededor de la mitad de los afectados no fueron detectados por el examen y presentan un diagnóstico realizado por el entorno familiar. Esta situación, mediando examinadores expertos, podría reducirse pero difícilmente eliminarse. Este examen, por otra parte, puede sugerir anormalidades en niños que son sanos pero que en consecuencia serán sometidos a tratamiento.
Este número no es conocido, pero entre 3 y 5 niños por 1.000 son colocados en férulas, sugiriendo que por lo menos 4 chicos normales son tratados por cada niño verdaderamente afectado con tratamiento. La aparición de la necrosis avascular de cabeza femoral consecutiva a la abducción en la férula tiene una incidencia del 1% y esto constituye un riesgo mayor en un falso diagnóstico.
¿Cuánto mejora el resultado a largo plazo el uso de la férula abductora? Esta evidencia es limitada y muchas veces proviene de estudios reducidos. En el largo plazo y a pesar de evitar la cirugía, la displasia puede persistir. Una de las dificultades para inferir los resultados a partir de los estudios evaluativos está dada por la inclusión en los mismos de niños con diagnósticos falsamente positivos, sesgando la estimación del efecto del tratamiento. Otra dificultad reside en la inclusión de casos cuyos resultados mejoraron por causas ajenas al tratamiento conservador.
¿Cuáles son las otras opciones? Una es el uso del ultrasonido en niños con inestabilidad clínica o con factores de riesgo específicos. Esto puede reducir el número de los tratados con férula abductora, pero es necesaria información complementaria sobre resultados alejados. El uso del ultrasonido para evaluar a niños con factores de riesgo pero sin inestabilidad, identificará solo a un pequeño número de los que escapen a las maniobras clínicas. Sin embargo el valor del tratamiento de este grupo con sonografía border line, no ha sido bien establecido. Otra alternativa es examinar sonográficamente a todos los niños.
Esto ha sido introducido en algunos países europeos, donde al 21% de todos los niños se les adjudica anormalidades ultrasónicas, requiriendo tratamiento o seguimiento y 40 a 50 por 1.000 son ferulados. Al presente, solo hay una evidencia limitada para sugerir que que este examen ultrasónico universal está asociado con una identificación más completa de los niños afectados y nada demuestra que tienda a un mejor resultado alejado. Sin embargo, continúa incierto si aquellos con riesgo de displasia acetabular aislada siendo adultos, puedan se identificados en la infancia y si el ferulaje precoz puede prevenir el desarrollo o la persistencia de la displasia.