Los antibióticos son un arma potente para luchar contra las infecciones oculares comunes y prevenir complicaciones serias. La queratitis, conjuntivitis y blefaritis son infecciones oculares frecuentes causadas por una serie de bacterias. La endoftalmitis es una infección intraocular provocada por una cirugía ocular (por ej.: catarata), por trauma y, a veces, en forma endógena, por un vector sistémico (septicemia, abscesos, etc.). La queratitis, conjuntivitis y blefaritis son, generalmente, tratadas con antibióticos tópicos, que permiten concentraciones que exceden la dosis bactericida mínima.
El tratamiento más efectivo contra la endoftalmitis consiste en la inyección de antibióticos en el vítreo (segmento posterior). En general, los antibióticos son efectivos en el tratamiento de las infecciones oculares; sin embargo, surgen vacíos en la terapéutica dado que las bacterias desarrollan resistencia a los antibióticos.
Se puede detener la resistencia bacteriana mediante la reducción del uso profiláctico de antibióticos, rotación de los mismos y enseñando a los pacientes con infecciones serias que deben obtener la identificación de la bacteria y los perfiles de susceptibilidad, además mediante el desarrollo de antibióticos que no adquieran resistencia fácilmente
Los patrones de susceptibilidad a los antibióticos han sido profundamente controlados en el laboratorio del autor, desde 1993.
Antibióticos de espectro reducido como la bacitracina, vancomicina y cefazolina han mantenido su eficacia contra las bacterias gram-positivas a lo largo de los años estudiados (1993-2001). A excepción de la vancomicina, estos antibióticos no son utilizados rutinariamente en los tratamientos sistémicos, lo que representa una clara ventaja para tratar infecciones oculares, ya que la adquisición de resistencia por sobre-exposición es menos probable. La polimixina B también mantiene su eficacia contra la pseudomonas aeruginosa , haemophilus, moraxella y otras especies gram-negativas.
Aunque los antibióticos de amplio espectro (gentamicina, tobramicina, neomicina, trimetoprima y sulfacetamidas) han desarrollado perfiles variados de susceptibilidad en el tratamiento de bacterias gram-positivas y negativas, no se ha detectado una tendencia al incremento de la resistencia. Los patrones de susceptibilidad para los aminoglucósidos tienden a ser buenos contra los estafilococos y excelentes contra las bacterias gram-negativas, pero parecen tener menor cobertura sobre los estreptococos. Especialmente la gentamicina y neomicina parecen ser mejores contra los estafilococos que la tobramicina.
Los antibióticos estáticos -sulfacetamida y trimetoprima- tendrían ventajas selectivas para distintas patologías y organismos patógenos bacterianos. Los sulfacetamidas tienen una actividad in vitro excepcional contra los Strptococcus y Staphilococcus aureus en la conjuntivitis. En la queratitis los Staphilococcus aureus fueron menos susceptibles a los sulfacetamidas. La trimetoprima demostró gran actividad contra las especies haemophilus pero mal resultado contra la Moraxella y otras especies gram-negativas, mientras que los sulfacetamidas parecen ser más activos contra las bacterias gram-negativas.
Los estudios in vitro señalan que los tratamientos con gentamicina, tobramicina, neomicina, trimetoprima, y sulfacetamidas deberían ser determinados de acuerdo a análisis clínicos de laboratorio para establecer la susceptibilidad a los antibióticos.
Los estudios in vitro indican también que la endoftalmitis puede ser tratada con vancomicina, amicacina o ceftazidima ya que no hay tendencia a la resistencia.
Determinados grupos de bacterias han presentado una tendencia creciente a la resistencia a la eritromicina, en conjuntivitis y blefaritis. El uso de eritromicina en el tratamiento de infecciones oculares debe ser acompañado del correspondiente cultivo para asegurar la eficacia del tratamiento.
El último grupo de antibióticos en introducirse en la oftalmología son las fluoroquinolonas. Las bacterias tratadas con estas drogas adquirieron rápidamente resistencia, debido a tratamientos masivos y utilización excesiva. Dado que las fluoroquinolonas son antibióticos que dependen de la concentración, cuando una bacteria es expuesta a concentraciones subletales desarrolla resistencia. La ciprofloxacina y ofloxacina son fluoroquinolonas de segunda generación que se incluyeron en el presente estudio. Ambos antibióticos parecen aportar una excelente cobertura de especies gram-negativas; sin embargo en algunas regiones se ha observado resistencia en la pseudomonas aeruginosa. También dan resultado con los estreptococos. En los Estados Unidos existe una tendencia creciente de resistencia de las especies Staphylococcus a las fluoroquinolonas. La utilización de fluoroquinolonas en la profilaxis quirúrgica puede estar implicada en una disminución de la susceptibilidad en la endoftalmitis.
Aunque la resistencia de los estafilococos a la meticilina es un problema en la medicina sistémica, no es tan importante en la oftalmología.
Conclusiones:
Afortunadamente, el campo de la oftalmología dispone de una variedad de antibióticos para tratar infecciones bacterianas. Dado que mucho antibióticos de los más antiguos, ya no son útiles en el tratamiento de infecciones sistémicas, se ha reducido su utilización y por ende la resistencia adquirida. Por lo tanto, dichos antibióticos, continúan siendo efectivos para el tratamiento de infecciones oftalmológicas. Las bacterias que provocan infecciones recurrentes (por ej.: blefaritis) pueden desarrollar resistencia a los antibióticos por el uso reiterado de uno en particular para su tratamiento (por ej.: eritromicina).
Para las patologías recurrentes y las tratadas con antibióticos de amplio espectro, se deben realizar cultivos, rutinariamente, para confirmar la infección y utilizar el tratamiento adecuado. Se ha confirmado la tendencia a la resistencia de los Staphylococcus aureus a las fluoroquinolonas de segunda generación y han surgido nuevas tendencias de resistencia en la Pseudomonas aeruginosa. Estos antibióticos son efectivos, pero deben ser utilizados con criterio para evitar la resistencia bacteriana a los mismos y asegurar su potencia en el futuro.