Durante muchísimo tiempo las humanidades médicas cumplieron un rol fundamental en la formación del profesional sanitario, porque complementaban su saber técnico con la historia de la medicina, las ciencias sociales, el arte y la literatura. Y si bien es cierto que los problemas éticos en la medicina existen desde siempre, hoy en día, con las nuevas posibilidades que ofrecen los progresos tecnológicos, esos problemas son tan pero tan nuevos, y nos suman en tantas perplejidades, que debemos construir las respuestas…
Con el surgimiento de una disciplina, la bioética, se pueden adoptar estándares éticos en la atención del paciente. Su especificidad la vuelve imprescindible para poder lidiar con los problemas éticos que se le presentan al profesional sanitario. En particular, cuando los progresos en biotecnología desafían prácticas tradicionales, las que son suplantadas por otras que implican un acto médico o paramédico, y que conllevan la responsabilidad e idoneidad del profesional como técnico y como persona.
Lo cierto es que el empleo cada vez mayor de una compleja tecnología biomédica da lugar al nacimiento de prácticas sociales impensables apenas una década atrás: nuevos dilemas morales nos exigen pensar, una y otra vez, sobre las decisiones a tomar, como pacientes pero sobre todo, como profesionales de la atención sanitaria.
Inmersos en semejante escenario, debemos procurar buscar y encontrar respuestas, dado que el concepto de una atención de la salud moralmente neutral es impensable. Todos, absolutamente todos sin excepción, en algún momento de nuestras vidas debemos tomar decisiones donde se juegan valores, derechos e intereses. Frente a todos estos temas planteados por los acelerados progresos de la biotecnología la bioética intenta crear nuevas respuestas.
De allí que un profesional sanitario deba interesarse en adquirir una formación en bioética, la cual debe ir actualizándose en el día a día respondiendo a la dinámica de los progresos biotecnológicos y de una cultura como la que vivimos, siempre en zozobra.
No siempre fue así: hasta mitad del siglo XX al profesional sanitario le bastaba con el Código Hipocrático, para saber de qué modo proceder en su relación con el paciente. Pero los progresos del conocimiento científico y tecnológico y sus aplicaciones en las Ciencias de la Salud Humana han llevado a un número creciente de dilemas éticos. Estos dilemas se expresan tanto en el nivel micro, esto es, en la práctica clínica cotidiana, como en el nivel macro donde se toman decisiones que afectan a grupos de pacientes. También han surgido un sinnúmero de distintas cuestiones de índole ética derivadas de las nuevas funciones y responsabilidades de los diferentes grupos de profesionales relacionados con la atención de la salud. ¿Puede una enfermera renunciar a atender a una persona que padece una patología contagiosa? ¿Cómo se evita el predominio de la dirigencia o la burocratización en un comité de ética? Éstas y otras muchas cuestiones dan lugar a complejas problemáticas éticas y legales.
Es un lugar común decir que la posibilidad de que surjan problemas legales es una suerte de amenaza constante para quien trabaja con la salud. Y es cierto que las denuncias de mala praxis y la medicina defensiva como modo de respuesta no son gratuitas. Pero si de algo estoy segura es que cuando la relación entre el profesional sanitario, por un lado, y el paciente con el entorno familiar, por otro, se ha construido sobre la base del cuidado del profesional hacia el paciente, es casi imposible una demanda legal. Las demandas legales suelen ser desencadenadas por una negligencia en la relación del profesional sanitario.
Cuando pensamos en el sentido de formarse profesionalmente en bioética, es notorio que cada día se presentan nuevos sentidos. Los temas de la bioética muestran un dinamismo inusual, en cuanto reflejan los cambios sociosanitarios que parecen imponerse a partir de los adelantos biotecnológicos. La formación profesional en bioética permite examinar críticamente las modificaciones en las relaciones familiares y sociales desarrolladas a partir de las nuevas prácticas inducidas por los cambios biotecnológicos. Y en los ámbitos profesionales, consolidar el nivel de competencia en la resolución de cuestiones prácticas que se presentan en la práctica clínica y en los comités de bioética, tanto asistenciales como de investigación.
En el campo de la investigación biomédica, se trata de un campo relativamente nuevo. En el pasado, no existía un mecanismo formal para entrenar a los investigadores clínicos en las cuestiones éticas inherentes a su profesión: aprendían de sus maestros quienes a su vez habían aprendido de los suyos. Pero al igual que en otras áreas, los complejos problemas actuales nos revelan que los fundamentos éticos y los refinados requisitos de la investigación clínica ya no se consideran como obvios, ni como cuestiones que pueden ser aprendidas sin una educación formal. Ante el creciente número de protocolos de investigación en el mundo y en nuestros países latinoamericanos en particular, una de las respuestas a estos problemas fue el reconocimiento de la necesidad de una formación de excelencia de los investigadores clínicos en ética de la investigación.
Los espacios a ocupar por los profesionales con una formación profesional con bases éticas son cada vez más numerosos y más urgentes de ser ocupados: desde participar en calidad de miembros de Comités Hospitalarios de ética clínica o como miembros de Comités Hospitalarios de ética de la investigación hasta, en la tarea asistencial, ser capacitados para reconocer los aspectos éticos de la práctica clínica en general, pudiendo aplicar los abordajes reflexivos de la bioética en su labor profesional.
En adición a todas estas ventajas laborales, una educación formal en bioética brinda la posibilidad de presentar trabajos de calidad en reuniones científicas, aportando un punto de vista fundado sobre temas apasionantes, a menudo tratados superficialmente pero raramente examinados con la debida seriedad. No sólo eso: formarse en bioética capacita para elaborar trabajos de investigación, informes especializados o artículos científicos sobre asuntos vinculados con las temáticas, así como de participar en la elaboración de políticas públicas en el ámbito sanitario.
Y hoy contamos con una herramienta maravillosa para transmitir y recibir esa formación: mi experiencia de una década en la enseñanza virtual es que, si es bien llevada, permite un vínculo más personalizado incluso que el presencial. Si la dirección y los tutores del curso trabajan con eficiencia, el vinculo es mucho más personalizado que en la enseñanza presencial.
Mientras que en el aula presencial, un diálogo personalizado se puede dar al inicio o al final de la clase, en el aula virtual, en cambio, no hay horarios ni límites de comunicación ni de tiempo ni de espacio. Un alumno puede recurrir al docente varias veces a la semana a través del foro o del diálogo personalizado a través de los mensajes del campus. A mi juicio, este recurso es significativo en cuanto contribuye a la enseñanza personalizada y resguarda la privacidad del vínculo docente-alumno. Entre otras ventajas de la modalidad virtual, una de las tantas es la flexibilidad horaria, ya que el alumno puede recurrir al docente independientemente del cronograma prefijado. Una vez que finaliza la cursada, el docente sigue estando allí, en el aula virtual. Esta alternativa es significativa si se tiene en cuenta el perfil de los estudiantes a distancia, quienes normalmente deben conciliar sus cursos con otras actividades, trabajo y otras obligaciones, exigencias todas que demandan una fuerza de voluntad y una motivación extra para continuar con el aprendizaje. Sin ir más lejos, un profesional en su consultorio que encuentra un breve tiempo libre entre un paciente y otro, puede ingresar en el aula virtual y aprovechar ese “tiempo muerto”…
Y lejos de aprender en soledad, el alumno cuenta con un espacio “comunitario”, el foro. Este es un espacio de intercambio donde los alumnos puedan dialogar entre sí y con los docentes, e intercambiar ideas y las experiencias de su vida profesional. Además, el foro no solo alienta la participación y la comunicación entre los alumnos. Allí es posible colgar desde películas hasta videos, desde noticias periodísticas hasta problemáticas vividas por los cursantes en su entorno profesional, las que son planteadas en el foro… así como cualquier otro material que invite al intercambio reflexivo y hasta al debate.
Finalmente, desde el punto de vista educativo, la modalidad virtual nos permite llevar nuestros saberes a lugares recónditos donde no llegarían por otra vía. Una de las tantas satisfacciones que tuve como docente virtual fue cuando, ante una huelga sanitaria en el Chaco, dos alumnos médicos me escribieron contándome que, gracias a lo aprendido en los cursos, habían podido resolver problemas en la atención de los pacientes, con el respeto a la dignidad que ellos merecían.
Diana Cohen Agrest
Universidad de Buenos Aires
Diplomaturas en Bioética
Organiza: Universidad ISalud.
Modalidad: A distancia.
Duración: 2 cuatrimestres
Carga horaria: 320 horas
Dirección: Dra. Diana Cohen Agrest
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