La hipertensión arterial (HTA) es el factor de riesgo modificable más frecuente de enfermedad cardiovascular (ECV) y de muerte por esta causa. Se estima que más de mil millones de adultos a nivel mundial padecen este trastorno, el cual ocasiona más de 9 000 000 de muertes al año.
Por este motivo, se han recomendado estrategias globales orientadas a reducir la presión arterial y, por extensión, la carga de ECV. Entre ellas se pueden mencionar la restricción de sodio en la alimentación y, en menor medida, el agregado de potasio. Sin embargo, investigaciones recientes se han planteado algunos interrogantes con respecto al efecto potencialmente negativo de la restricción de sodio sobre la salud.
En respuesta a esta controversia, el Instituto de Medicina convocó a un comité de expertos para evaluar la información disponible sobre la relación entre la ingesta de sodio y los resultados en salud. Según el comité, la mayor parte de los datos concuerdan en que el consumo excesivo de sodio y el riesgo de ECV están relacionados, pero no son suficientes para determinar si la ingesta reducida de este electrolito (menor de 2.3 g/día o de 1.5 g/día, según recomiendan las normativas vigentes) aumenta o disminuye dicho riesgo en la población general.
Por otra parte, son escasos los datos que asocian a la dieta hiposódica con efectos nocivos para la salud en algunos subgrupos, en los que se incluyen pacientes con insuficiencia cardíaca u otras formas de ECV, diabetes o enfermedad renal crónica.
Entre las investigaciones que han abordado este tema, se encuentra el estudio PURE, que analizó la asociación entre la ingesta de sodio y potasio, calculada por la excreción urinaria de dichos electrolitos en una muestra de orina matutina, y la presión arterial, la mortalidad por ECV y los principales eventos cardiovasculares.
El estudio abarcó más de 100 000 adultos provenientes de 17 países con diversos grados de desarrollo económico y estilos de vida. Aproximadamente el 90% de los participantes tuvieron una excreción urinaria de sodio alta (mayor de 5.99 g/día) o moderada (3.00 a 5.99 g/día), en tanto que alrededor del 10% tuvo una excreción menor de 3.00 g/día y sólo en el 4% se mantuvo en el intervalo esperado para la ingesta recomendada de sodio (2.3 o 1.5 g/día).
En esta muestra poblacional, la relación entre la excreción urinaria de sodio y la presión arterial fue firme en sujetos con elevada natriuresis, pero no significativa en aquellos que tuvieron bajos niveles de sodio urinario. Los autores sintetizaron que sólo una mínima parte de la población mundial tiene una dieta reducida en sodio y que en estas personas la ingesta del electrolito no está relacionada con la presión arterial, lo que pone en duda la utilidad de este tipo de dieta en el tratamiento de la HTA.
"Una mayor natriuresis se asoció fuertemente con aumento de la presión arterial en sujetos con baja excreción de potasio"
También se observó que una mayor natriuresis se asoció fuertemente con aumento de la presión arterial en sujetos con baja excreción de potasio. Este hallazgo sugiere que el aporte de potasio en la alimentación puede ser más beneficioso que la restricción de sodio en forma aislada.
Luego de una media de seguimiento de 3.7 años, el resultado compuesto de muerte y eventos cardiovasculares ocurrió en 3 317 participantes (3.3%). En comparación con las personas que presentaban una excreción de sodio moderada, aquellas con excreción elevada o baja tuvieron un mayor riesgo de ECV.
Los investigadores trataron de descartar causales de confusión o de retroceso residual que pudieran explicar los resultados, señalando que los pacientes con baja excreción urinaria de sodio, al compararlos con aquellos que presentaban natriuresis moderada, tenían un puntaje medio en la escala de riesgo modificable INTERHEART de magnitud similar y consumían mayor cantidad de frutas y verduras, y que más del 90% de la cohorte carecía de antecedentes de ECV.
Los resultados no se alteraron por la exclusión de participantes con ECV previa, cáncer o tratamiento antihipertensivo, por la exclusión de eventos que habían ocurrido en los primeros dos años de observación o por el ajuste a todos los factores de confusión identificables.
Las principales limitaciones del estudio PURE, inherentes a su diseño y alcance, incluyen la ausencia de medición directa de la excreción urinaria de 24 horas en múltiples ocasiones, que es el método aceptado para analizar la ingesta de electrolitos, y la falta de un componente de intervención que permita evaluar el impacto de las variaciones en la ingesta de sodio y potasio sobre la presión arterial y los resultados cardiovasculares.
No obstante, este estudio pone de manifiesto que tanto el aumento como la disminución de la excreción urinaria de sodio pueden asociarse con mayor riesgo de muerte y eventos cardiovasculares, y que el aumento de la excreción urinaria de potasio contrarresta el efecto negativo de la natriuresis elevada.
En ausencia de ensayos aleatorizados y controlados que comparen las dietas hiposódicas con las dietas habituales, los resultados se inclinan en contra de la restricción de la ingesta de sodio como recomendación aislada.
Los investigadores del grupo de expertos NutriCode cuantificaron la ingesta de sodio a nivel mundial por medio de encuestas provenientes de 66 países y utilizaron un modelo bayesiano jerárquico para calcular el consumo global.
A continuación, analizaron los efectos del sodio sobre la presión arterial en un metanálisis de 107 ensayos y realizaron una estimación de los efectos de la presión arterial sistólica en la mortalidad cardiovascular a partir de la combinación de los resultados de otros dos proyectos internacionales.
Si bien se encontró una fuerte asociación lineal entre la ingesta de sodio y los eventos cardiovasculares, la autora de este editorial aclara que se debe tener cuidado en la interpretación de los resultados debido a la falta de datos de alta calidad.
SIIC - Sociedad Iberoamericana de Información Científica