Introducción |
A la enfermedad celíaca, que inicialmente estaba considerada como un síndrome pediátrico de malabsorción, en la actualidad se la reconoce como un trastorno autoinmune que afecta entre el 1% y el 3% de la población.
Si bien su prevalencia se encuentra en rápido aumento en el mundo, su estimación está probablemente subestimada por la presencia de casos con síntomas atípicos y silentes.
Se desencadena por la ingestión de gluten y de prolaminas relacionadas, en individuos portadores de los alelos HLA-DQ2 o HLA-DQ8, y genera la producción de autoanticuerpos y la inflamación crónica de la mucosa del intestino delgado.
Entre los autoanticuerpos, el anti-transglutaminasa tisular 2 (TGA2) es altamente específico y sus concentraciones séricas se correlacionan con el grado de inflamación de la mucosa intestinal y de la atrofia de las vellosidades intestinales, por lo cual se lo emplea como parte de la pesquisa de la enfermedad, aunque no se lo considera como el método de referencia para su identificación.
En estudios de observación, se ha encontrado que la lactancia ejercería un efecto protector al momento de la introducción del gluten en la dieta sobre la aparición de la enfermedad celíaca en la infancia, aunque este dato no pudo corroborarse en dos ensayos aleatorizados recientes.
Es por ello por lo que el objetivo del trabajo propuesto por los autores es incrementar el conocimiento y entendimiento de la relación entre la nutrición durante las etapas tempranas de la vida y la presencia de autoinmunidad a la enfermedad celíaca pediátrica, y en especial, evaluar si diferentes patrones alimentarios de niños de aproximadamente un año se relacionan con la presencia de enfermedad celíaca a los 6 años.
Métodos |
Esta investigación se encuentra inserta dentro de un estudio prospectivo y de cohorte, basado en la población y multiétnico, conocido como Generation R Study, en el cual se realiza el seguimiento de las madres y los niños desde su vida fetal en la ciudad holandesa de Rotterdam, y del cual se estudiaron los datos proporcionados por 1997 niños mediante cuestionarios, entrevistas, revisión de historias clínicas, examen físico detallado y recolección de muestras de sangre.
Aproximadamente al año de vida (mediana de edad 12.9 meses, rango intercuartílico: 12.6-13.8 meses), se recolectaron datos sobre la ingesta de nutrientes por medio de un cuestionario sobre frecuencia de alimentos, compuesto por 221 ítems diferentes.
Para la evaluación de patrones alimentarios específicos, se efectuaron patrones de análisis a priori y a posteriori: el primero se elaboró sobre la base de directrices nacionales e internacionales, conformándose diversos grupos de alimentos: vegetales, frutas, pan y cereales, arroz, pastas, papas, legumbres, productos lácteos, carnes y huevos, pescado, aceites y grasas, bocadillos y bebidas azucaradas, mientras que el análisis a posteriori empleó los métodos del Principal Component Analysis y de la Reduced Rank Regression, con el fin de clasificar a los componentes del cuestionario sobre frecuencia de alimentos en 27 grupos.
En la visita correspondiente al sexto año de vida, se obtuvieron muestras para la detección del anticuerpo anti-TGA2 mediante un enzimoinmunoensayo y a partir del valor obtenido se crearon dos grupos: anticuerpos negativos (valor inferior a 7 U/ml) y positivos (igual o mayor a 7 u/ml).
Además, se evaluó la predisposición genética a la enfermedad celíaca, mediante la genotipificación para HLA-DQ2 y -DQ8, tanto en las madres como en los niños, mediante los polimorfismos de un solo nucleótido.
Para el análisis estadístico se emplearon las pruebas de chi al cuadrado y las pruebas U de Mann-Whitney, y la correlación de dos variables de Pearson para evaluar los componentes de los patrones de alimentación, además de análisis por regresión para definir los cocientes de probabilidades (odds ratio, OR) y los intervalos de confianza del 95% (IC 95%). El valor de p < 0.05 se consideró significativo.
Resultados |
El patrón de alimentación "prudente" se asoció con probabilidades significativamente menores de autoinmunidad para la enfermedad celíaca
De los 1997 niños, el 1.4% (n = 27) presentó anticuerpos anti-TG2A positivos a una mediana de edad de 5.9 años, y el 56% eran niñas (p = 0.51). El 78% de los niños con anticuerpos negativos y el 89% de los que presentaron anticuerpos positivos pertenecieron a la etnia occidental (p = 0.17).
Se observó que, al efectuar la comparación con los niños con anticuerpos negativos, aquellos con anticuerpos positivos tuvieron un peso corporal más bajo en el control efectuado a los 6 años (20.2 contra 22.0 kg, p < 0.001), y con mayor frecuencia, resultaron positivos según la genotipificación HLA-DQ2/8 (90% contra 41%, p < 0.001).
Los autores identificaron tres patrones nutricionales diferentes:
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De acuerdo al análisis estadístico, se pudieron determinar correlaciones positivas entre el patrón “prudente” y la ingesta de fibras (r = 0.54, p < 0.001), proteínas de origen vegetal (r = 0.47, p < 0.001), y polisacáridos (r = 0.35, p < 0.001), y una correlación negativa con la ingesta de mono y disacáridos (r = -0.39, p<0.001).
El patrón “alimentos procesados y bocadillos” se correlacionó de manera positiva con el consumo de grasas saturadas, no saturadas y poliinsaturadas, y de forma negativa con los hidratos de carbono y de fibras, mientras que el grupo “lácteos, carne y cereales” tuvo una correlación fuertemente positiva con el consumo de proteínas vegetales, polisacáridos y carbohidratos, observaron.
De acuerdo a los patrones extraídos mediante el Principal Component Analysis, una elevada adhesión al patrón alimentario “prudente” se vinculó con menores probabilidades de autoinmunidad a la enfermedad celíaca, un hallazgo que los autores consideraron significativo (OR, 0.67; IC 95%: 0.53-0.84).
A diferencia del patrón “bocadillos y alimentos procesados”, que se asoció con una mayor probabilidad de presentar autoinmunidad celíaca, aunque no resultó significativo desde el punto de vista estadístico (OR, 1.19; IC 95%:0.76-1.87).
Discusión |
Los autores indican que, en este trabajo, se propusieron identificar las posibles asociaciones entre patrones frecuentes de alimentación de los niños de aproximadamente un año y el riesgo de aparición de autoinmunidad por enfermedad celíaca a los 6 años, mediante el empleo de patrones alimentarios empíricos.
Señalan que el principal hallazgo fue que la elevada adhesión al patrón de alimentación "prudente" se asoció con probabilidades significativamente menores de autoinmunidad para la enfermedad celíaca, un dato que resultó independiente de diversos factores como el consumo total de calorías, y de factores sociodemográficos maternos y familiares.
Al excluir del análisis a aquellos niños con madres con anticuerpos positivos anti-TGA2, con el fin de tomar en consideración la influencia de estos sobre la dieta de sus hijos, el patrón "prudente" se vinculó, de manera significativa, con probabilidades más bajas de autoinmunidad a la enfermedad celíaca, resultado concordante con el posible efecto protector de una dieta saludable en relación con la aparición de esta enfermedad.Para los restantes patrones analizados, no se hallaron asociaciones significativas.
Según su conocimiento, consideran que este es el primer estudio que evalúa el papel de los patrones de alimentación posterior al destete sobre la aparición de autoinmunidad a la enfermedad celíaca pediátrica. A pesar de investigaciones exhaustivas, los estudios sobre la nutrición inicial en relación con la enfermedad celíaca se enfocaron sobre el tiempo y las modalidades de la lactancia y de la alimentación complementaria, como la introducción del gluten a la dieta.
En trabajos previos se sugirió que el amamantamiento y el tiempo transcurrido hasta la incorporación de gluten podrían estar involucrados en la aparición de enfermedad celíaca, aunque los resultados de ensayos clínicos aleatorizados no han podido demostrar esta vinculación.
De hecho, en la actualidad existen datos firmes que avalan que ni la lactancia como único método de alimentación ni su duración y su simultaneidad con la introducción del gluten tienen efecto sobre el riesgo de aparición de celiaquía en niños con predisposición genética. |
El hallazgo sobre la posible reducción en el riesgo de aparición de autoinmunidad a la enfermedad celíaca con el patrón alimentario “prudente” podría interpretarse por el potencial antiinflamatorio de este patrón y por la interacción con la flora intestinal, añaden.
Asimismo, se destaca que la principal fortaleza radica en el diseño prospectivo, que permitió recolectar y analizar un gran número de datos, y la limitación principal es el cuestionario de frecuencia de alimentos para evaluar la información sobre la dieta, lo cual podría generar sesgos sobre la información proporcionada.
Conclusión |
Los autores concluyen que, en este estudio prospectivo sobre los patrones de alimentación en niños holandeses durante los primeros años, se halló un vínculo entre la mayor ingesta de vegetales y de granos y el menor consumo de cereales refinados y de bebidas azucaradas con probabilidades más bajas de autoinmunidad a la enfermedad celíaca.
Los autores consideran que este hallazgo podría ser útil para la identificación de mecanismos subyacentes que vinculen a la dieta con la enfermedad celíaca y contribuir de esta manera a la elaboración de estrategias preventivas basadas en la alimentación en niños con predisposición genética.
SIIC- Sociedad Iberoamericana de Información Científica