IntraMed saluda a todos los médicos en su día

¿En qué momento se sintió médico por primera vez?"

Se celebra en Argentina y Latinoamérica cada 3 de diciembre en honor al galeno cubano Carlos Finlay, quien confirmó la teoría de la propagación de la Fiebre Amarilla a través del mosquito Aedes Aegypti.

Autor/a: Esteban Crosio

"Siempre hay una historia que organiza los datos. No existe la verdad “desnuda”. Los datos son reales, pero los  vínculos que establecemos entre ellos son siempre imaginarios”. ("Un hombre afortunado", John Berger)

Nos creemos inmortales hasta que entramos a la Facultad. Corremos una carrera universitaria con los ojos vendados, obsesionados por enmarcar un papel. Nunca terminamos de aprender a convivir con el éxito efímero o el fracaso demoledor que genera un examen. Un día nos devuelven a la calle más indefensos que nadie. Ahora hay que salir a pelear al mundo solos con un estetoscopio en los hombros y un bisturí en el bolsillo. ¿Cómo hago? ¿Yo tengo que decidir sobre el destino de otras personas?

En IntraMed queremos homenajear a los profesionales en su día. Para ello invitamos a algunos colegas a los que admiramos y queremos para hacerles una sola pregunta. Les propusimos un ejercicio de memoria para mirar hacia atrás y encontrar el momento en que se sintieron médicos por primera vez. Entre la epifanía y la revelación. Buscábamos ese instante en que lo que hacemos se convirtió en lo que somos. Y ellos lo encontraron.

"Una tarea reparadora"

El Dr. Tomás Orduna nos cuenta que todavía no se había recibido cuando se sintió médico por primera vez. “Cuando entré como practicante, tuve mi primera guardia en octubre del ‘78 en el Policlínico Central de La Matanza. Nunca había estado en contacto ni con responsabilidad sobre enfermos. Y esas primeras 24 horas de la primera guardia que hice en mi vida fueron absolutamente memorables. Ese día, a pesar de ser un estudiante de cuarto año de Medicina, el rol que se me asignó me permitió asistir en el  tratamiento de todo tipo de patologías, todo tipo de pacientes, realizar de alguna manera una tarea reparadora”. “Pude sentir que debía estar todo el tiempo tratando de mejorar la calidad de vida, de reparar lo que producen las enfermedades. Yo creo que cuando volví aquella noche al salir de la guardia, sentí que ese era realmente el primer día que yo tenía relación con ser médico”, concluye “el vasco Orduna”, como él mismo se suele presentar para resumir parte de su historia familiar. Hoy se desempeña  como Jefe del servicio de Medicina Tropical y de Medicina del Viajero del Hospital Muñiz, lugar donde se inició como uno de los “tres mosqueteros” de su maestro, el recordado Dr. Olindo Martino.

"Confiar en la ciencia y vencer los demonios de la ignorancia y el miedo”.

Sabemos que las emociones son el principal sistema de motivación de los humanos. El Dr. Ernesto Gil Deza recuerda dos momentos en los que sintió fuertemente su vocación. “El primero fue en el que tomé la opción de estudiar medicina al finalizar el secundario, porque dudaba entre el sacerdocio, derecho, ingeniería y medicina, pero atendí a una prima hermana, Pamelita, que tenía convulsiones y fue la primera inyección intramuscular que coloqué en medio de una convulsión mayor y se calmó: ese contraste entre la convulsión sorprendente, inesperada y caótica, seguida de la calma luego del tratamiento me decidió por seguir medicina”.

“El segundo fue la primera vez que sentí que honré la profesión que había elegido. En el año 1985, en primer año de mi residencia en el Güemes, durante mi rotación por terapia intensiva, se internó el segundo paciente con sida que veíamos, un paciente de Agrest, Barsanti y Stamboulian, extremadamente debilitado. Nadie quería darle de comer, pues temían el contagio. Mi tarea como residente fue darle las cuatro comidas y acompañarlo en su muerte. Fue la primera vez que debí confiar en la ciencia y vencer los demonios de la ignorancia y el miedo”.

La profesión médica actualmente está viviendo grandes avances a nivel tecnológico y enormes retrocesos en los valores humanos. El oncólogo Gil Deza convive a diario con la misión de priorizar el imprescindible contacto con los pacientes por sobre los recursos artificiales, incluso aún cuando se tiene la conversación más difícil de todas: comunicar que la enfermedad es terminal.

"Aprender a escuchar la historia de vida de los enfermos"

Siempre es reconfortante leer o escuchar al profesor Alcides Greca (Universidad Nacional de Rosario), Argentina. Las reflexiones de Alcides trascienden generaciones. “Cuando obtuve mi soñado título de médico (en pocos meses se van a cumplir 45 años de ese acontecimiento) sentí que tenía que obtener mucha información, puesto que me habían enseñado que "la medicina es un estudio para toda la vida" y que "la información es tanta y tan vertiginosa que es muy difícil abarcarla, aunque más no sea someramente".

Para el Dr. Alcides Greca el punto de inflexión se encuentra en aprender a escuchar las historias de quienes más nos necesitan. “Yo estudié mucho durante la carrera y mucho también después y en unos años logré sentirme un buen diagnosticador y un buen terapeuta, dentro del ámbito de mi especialidad, la Clínica Médica. Acaso esto formara parte de cierta petulancia que todo médico joven exhibe en sus primeros tiempos. Pero MÉDICO (así, con mayúscula) me sentí muchos años después cuando me pregunté por qué con tantas lecturas de literatura médica técnica había tantas cosas de mis pacientes que se me escapaban y que no lograba no solo responder sino tan solo plantear. Fue así que no sin un gran esfuerzo fui intentando aprender a escuchar y sobre todo a preguntar lo que no preguntaba hasta entonces: la historia de vida de los enfermos. Eso me ayudó a ayudar, me quitó petulancia y me revistió de humildad. Solo entonces logré sentirme médico en el sentido cabal de la palabra. Creo que por fortuna, no fue demasiado tarde”.

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Escribo estas líneas como un reciente “médico en pausa”. Me aflojo el nudo de la corbata y miro la percha vacía sin ningún guardapolvo. Salgo, tomo aire. Los veo sonrientes, de ambos coloridos vírgenes de manchas, increíblemente ilusionados. Por segundos me horroriza la idea de ya no ser médico. Vuelvo. Me tomo el atrevimiento, infiltrado entre estos maestros, de traer al teclado mi momento de emoción en aquella ambulancia agarrando la mano de Mirta luchando contra un edema agudo de pulmón.  El tiempo vuela, lejos de la eternidad con la que transcurría la peor de las guardias. Creo que tengo abstinencia de consultas a cualquier hora y tormentas de diagnósticos diferenciales. No tengo el valor de volver a ver pacientes ni la capacidad de terminar un simple texto. Releo: Hospital Muñiz, “cómo dar las malas noticias”, escuchar historias. Imposible no pensar en el querido Paco. ¿En qué momento me sentí médico por primera vez? Me rindo. Que responda Natalia. Ella sí tiene el coraje.

>> IntraMed los invita a leer el conmovedor relato de la Dra. Natalia Panero 


IntraMed agradece especialmente a los Dres. Tomás Orduna, Alcides Greca, Ernesto Gil Deza y a la Dra. Natalia Panero por compartir sus vivencias personales con nuestros lectores.