Por Martín De Ambrosio (Perfil)
Lisa Sanders es una de las genias escondidas detrás del singular éxito de la serie Dr. House. Como profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale tenía una columna en la revista de The New York Times en la que se refería a las dificultades para llegar a ciertos tipos de diagnósticos cuando los síntomas eran inusuales. Un día, recibió un llamado de Paul Attanasio, productor de series de televisión y ex crítico de cine del diario The Washington Post. Attanasio le comentó que era fan de su columna y le dijo que pensaba crear un programa basado, en parte, en lo que ella escribía.
“Cuando le pedí que me describiera un poco más qué idea tenía, me dijo que el programa trataría de un doctor que era irritable, arrogante, un adicto a las drogas que odiaba a los pacientes, pero que amaba los diagnósticos. Cuando vi el piloto, enseguida supe que sería un éxito. El guión y las actuaciones eran simplemente magistrales”, contó Sanders en diálogo exclusivo con PERFIL. Desde aquella charla inicial, Sanders se transformó en una de las asesoras del programa que ya promedia su séptima temporada y ha lanzado al estrellato al inigualable Hugh Laurie. “Todas las enfermedades, efectos secundarios y complicaciones que muestra la serie son reales. Mucho proviene de casos que fueron reportados por la literatura médica. Los guionistas a menudo combinan las historias para armar un paquete con tanto drama como sea posible, pero lo que sucede es real”, defendió la especialista. Sanders acaba de publicar en español su libro Diagnóstico, en el que recopila estos casos en apariencia indescrifrables, incluso para los mejores médicos del mundo.
—¿En qué consiste su asesoramiento para la serie?
—Básicamente, mis otros dos colegas médicos y yo tenemos dos trabajos. Primero, ayudar al guionista a encontrar una historia médica, antes de pensar siquiera en algún personaje. Una vez que tiene la información básica, nosotros trabajamos para imaginarnos qué tanto puede haber ahí de medicina y pulimos los detalles. Después, una vez que el guión está hecho, lo leemos y apuntamos errores que pudieron haberse deslizado.
—¿No cree que a medida que la serie tuvo éxito, la cuestión médica pasó a segundo plano y ganó más espacio el desarrollo de los distintos personajes?
—Esa es una pregunta para alguien que tenga más distancia de la serie. Creo que las historias de los personajes son más importantes que lo médico, sí, pero me parece que siempre fue así.
—A veces, en busca de un diagnóstico, House provoca daño, algo que parece en contra del juramento hipocrático que dice que primero no hay que dañar, ¿qué opina?
—Es cierto que House provoca dolor y en ocasiones daños. Pero el daño que inflige es usualmente menor que el que sería infligido por la enfermedad si no se la diagnosticara correctamente. Diría que él causa dolor para prevenir daños más serios.
—En su libro, argumenta en contra de la medicalización y el modo en que los médicos actúan, como si no les importara el sufrimiento de las personas, sino la enfermedad. ¿Es posible evitar esto, tal como está de tecnologizado el sistema?
—El modelo médico norteamericano tiene muchos aspectos positivos. Vienen doctores de todo el mundo para beneficiarse del sistema de educación médica. Tenemos la mejor tecnología disponible para muchos de nosotros. Pero es cierto que hay ciertos problemas. Cuesta mucho y sus beneficios aún no pueden alcanzar a todos. Pese a nuestra tecnología, estamos muy abajo en muchos rankings de calidad. Nuestro sistema prefiere hacer más cosas antes que optar por hacerlas bien o mejor. Por eso, necesitamos un cambio. Algo podemos hacer nosotros como doctores, pero mucho tendrá que venir desde lo gubernamental. El proyecto que atravesó el Congreso el año pasado y fue convertido en ley por nuestro presidente fue un comienzo maravilloso en la dirección correcta.
—¿Puede un médico estar entrenado para conocer tanto las enfermedades típicas como las raras?
—Hay que conocer ambas. Los médicos a menudo dicen que no pueden diagnosticar algo de lo que nunca han oído hablar. Creo que es mayormente cierto. Pero algunos defienden entrenar a un grupo de doctores como especialistas en diagnósticos dificultosos. El problema con eso es que esos diferentes doctores tienen diferentes brechas en su formación y difícilmente encontrarán enfermedades diferentes.
—¿Los médicos jóvenes están mejor preparados?
—Creo que tienen un mayor conocimiento gracia a los libros: no han visto enfermedades raras, pero saben que existen. Creo que esta generación tiene más voluntad de encontrar soluciones e Internet lo hace más fácil. En cambio, los médicos viejos han olvidado las enfermedades inusuales, si alguna vez las estudiaron, pero tienen un gran repertorio de enfermedades que sí han visto, lo que los hace más capaces de reconocerlas una segunda vez. También reconcen mejor a las enfermedades comunes.
—¿Cuál es su capítulo preferido de “Dr. House”?
—Preguntarme por mi capítulo favorito es lo mismo que preguntarme cuál es mi hijo favorito. Como con ellos, cada capítulo no es exactamente lo que había imaginado, pero tiene sus propios encantos.
—¿Hay diferencia entre escribir y ejercer la medicina?
—Ser médico es una experiencia intensamente personal. Sos sólo vos y el paciente en un cuarto. Lo que hago como médica es brindar alivio a gente que sufre. Escribir, en cambio, es una actividad bien diferente en la que me esfuerzo para darle sentido a toda una secuencia de eventos. Muestro lo que pasó y trato de explicarlo. En cierto sentido, son similares, pero como escritora lo hago públicamente. Una ocupación complementa a la otra, son partes de una totalidad.
Diagnosticar es todo
Lo primero que dice alguien que sufre alguna de las enfermedades raras –es decir, de baja a bajísima incidencia en la población– es que una de las angustias más grandes es pasar por el arduo proceso de visitar médicos en busca de que alguien le explique, ponga nombre, interprete, un determinado sufrimiento. Llegar a tener un diagnóstico. Recién ahí se puede, con suerte, desandar el camino de posible cura y hablar con otros que tengan lo mismo. Lo saben las asociaciones de enfermedades raras de todo el mundo (en la Argentina hay decenas, coordinadas por la Fundación Geiser), que trabajan arduamente en conectar pacientes. “Los médicos disfrutan explicando la historia completa de sus diagnósticos más complejos; historias donde todo síntoma extraño y hallazgo inesperado al final encaja perfectamente”, escribió Sanders. No hablaba de House. Pero parecía.