Todo lo que no se atreve a preguntar sobre su hijo adolescente

"Decir que NO"

Un libro de la Dra. Juana Presman, especialista en adolescencia, que ofrece una panorama a la vez humano y científico de la problemática de una especialidad joven y apasionante.

"A los adultos que sentimos que el cuidado, más allá de la infancia, es un desafío posible".

Reseña

Si de adolescentes se trata, normalmente los padres nos animamos a preguntar demasiado tarde, cuando remediar las cosas se vuelve una tarea ímproba.

Los chicos se rebelan, se angustian, cuestionan y mientras ello ocurre se enfrentan al alcohol, otras drogas, el bullying, los desórdenes alimenticios y afectivos.

Desde hace años, Juana Presman escucha en su consultorio las diversas formas que adoptan los problemas del período más crítico en la vida de una persona: la adolescencia. Y desde hace años que los trata con la sensibilidad y el rigor profesional de los mejores especialistas del país.

La autora manifiesta con extraordinaria claridad la consigna principal: a los “chicos” hay que cuidarlos. Antes que retarlos, antes que apañarlos, incluso antes que guiarlos o aconsejarlos. Se trata de cuidarlos. Y en esa idea se incluyen los “sí”, pero también lo “no”.

Decir que no resulta antipático. “Los padres, los maestros, no dicen no… y entonces no cumplen el rol de cuidar. Es como un jardín con malezas, se desmadra”.

Con experiencia y conocimiento del terreno, la doctora Presman enfrenta las complicaciones de un mundo complejo en el que los miedos y los prejuicios impiden un abordaje con la determinación y valentía que se requieren.

El resultado es un libro protector y compañero, para consultar cada vez que dudamos… y no nos animamos.

*Editoral Raiz de Dos (Córdoba) www.raizdedos.com.ar


Prefacio

Este libro es un relato de experiencias vividas como médica de adolescentes y jóvenes durante veinticinco años. Si bien el dicho popular “el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo” se pone en tela de juicio en esta época, desafío a compartir mis experiencias. Fue un aprendizaje arduo en un campo casi virgen de la medicina. Recién en 2012 las sociedades científicas reconocieron esa especialidad.

Este libro no es un manual de autoayuda, aunque comparte cierta intención. No es un libro científico aunque se basa en hechos y fenómenos de las ciencias médicas. No es un libro para profesionales pero puede ser útil para ellos. Es un libro para el público en general, como se dice. Su objetivo es colaborar a entender y, mejor, acompañar a los adolescentes, cuya lógica y estilos de vida nos desorientan. Y es un libro singular, es decir, desde mi particular mirada y opinión, y por lo tanto discutible.

Quiero agradecer a mis queridos pacientes y a sus familias haberme permitido tener el privilegio de compartir su intimidad y este tramo de la vida, la adolescencia.

Juana Presman

Juana Presman nació en Córdoba, Argentina. Estudió Medicina en la Universidad Nacional de Córdoba. Es especialista en Medicina Interna y experta en Salud del Adolescente. Realizó la capacitación de esta nueva disciplina en Buenos Aires y Alemania. Integró el primer equipo interdisciplinario público para atención de adolescentes con problemas. Participa en diversos espacios, para difundir y capacitar sobre salud integral del adolescente. Es autora de los primeros trabajos sobre consumo de sustancias y trastornos alimentarios en Argentina, al igual que de temas relacionados a la adolescencia en diversas publicaciones. Trabaja con jóvenes y sus familias en la práctica privada.


¿QUÉ HACE UN MÉDICO DE ADOLESCENTES?

Todo encuentro entre el médico y el paciente es un desafío, uno de los actos más humanos que todavía persisten. ¿Con quién nos encontramos en el sagrado y secreto recinto de nuestro consultorio? Por un lado se encuentra el médico. ¿De qué lado? El escritorio triangular permite que el médico pueda estar sentado al lado del adolescente y no enfrente. El sillón no es más alto, ni más importante que donde él se sienta. Estos son sólo símbolos de una actitud en la que el médico acompaña.

Y del otro lado se encuentra el adolescente, solo o acompañado. Comencemos por él o ella. La adolescencia es una etapa amplia que abarca diez años. No es lo mismo un varón de 12 que una chica de 16. El sexo o sus variantes es otra determinante esencial. ¿Es varón? ¿Es mujer? ¿Tengo dudas sobre su sexo? ¿No lo puedo definir por su aspecto? ¿Es varón pero parece mujer? Respetamos las sexualidades adolescentes.

¿Y quién lo acompaña? Puede ser un adulto u otro adolescente. En la adolescencia temprana generalmente se acude acompañado de uno de los padres, o de ambos. Es llamativo que cuando el adolescente es varón puede llegar a concurrir solo; en cambio, si es mujer, generalmente vendrá acompañada y su madre ingresará a la consulta. En nuestro país, todavía la mujer es considerada un ser dependiente y más vulnerable. Estas cuestiones de género se reflejan también en la actividad física. Los varones tienden a practicar más deportes y las mujeres danza.

En la adolescencia media o tardía, cuando el adolescente llega acompañado por los dos padres, generalmente se trata de algo más grave. Si a la primera consulta viene solo, es probable que su tiempo transcurra en soledad, especialmente si transcurre la adolescencia temprana y a veces la media. Si llega con otros adolescentes, es probable que él/ella no quería asistir al médico y lo “llevaron”. Si bien todavía no empezó el diálogo, la sola presencia ya nos está enviando información valiosa del mundo del adolescente y sus malestares.


"ME SIENTO GORDA"

Isabel era una chica alegre, sociable, con muchos amigos. Después de volver a Córdoba ese verano, la madre notó que había cambiado. Se volvió irritable, mal humorada, agresiva. —No puedo salir, me veo y siento gorda, deforme, cuadrada. La ropa me queda mal, ridícula. Me voy a quedar sola. Todas son más flacas que yo —me confesó entre lágrimas en la consulta—. Tengo miedo de engordar… todo el tiempo, por eso me siento culpable cuando como.

Esas frases se repiten en forma casi idéntica en cientos de chicas, jóvenes y adultas, sobre todo mujeres. El desarrollo de occidente nos trajo bienestar y nuevos males.
Un psiquiatra inglés experto en este tema, el doctor Cristopher Fairburn, nos comentaba que esta curiosa expresión, me siento gorda, existe en casi todos los idiomas a pesar de su incongruencia. Uno se siente triste, alegre, con miedo pero ¿cómo es sentirse gorda? Pesada, hinchada, deforme, fea. ¿Qué hace que estos terribles pensamientos/sentimientos nos invadan y opaquen nuestra existencia?

No hay una respuesta acabada. Esta construcción mental se va gestando en miradas, comentarios, gestos de otros. Nuestra imagen, nuestro cuerpo es menospreciado, descartado, a veces violentado. A ello se suman imposibles ideales de belleza que logran la combinación perfecta para generar este malestar femenino. Curiosa forma de frenar nuestro desarrollo personal e impedir la felicidad.

Inmunes a comentarios favorables de quienes nos quieren, las jóvenes dicen: “No me importa que ellos me vean bien, yo me veo mal, gorda. No creo lo que otros me dicen, yo no me siento bien. Solo me creo a mí misma”. Mujeres que quedan apresadas en su propia cárcel, una “jaula de oro”, como la psiquiatra Hilde Bruch llamó a este trastorno.

La existencia se deshilvana entre un constante temor a engordar y una tensión permanente frente a mi mirada y la de los otros. ¡Cuanta insatisfacción dolorosa producen estos pensamientos! La liberación femenina parece que salteo este capítulo de la esclavitud de la imagen.

Por eso, “oíd mujeres, rompamos las cadenas de los estereotipos de la delgadez y nos sublevemos frente al mandato de la imagen perfecta".