Si a un nacido en 1978 le preguntabas de niño “¿Qué querés ser cuando seas grande?”, “futbolista” era una respuesta cantada. “Médico” tampoco faltaba por las cruces rojas que abundaban en los libros de lectura y en los juguetes. Y entre los fanáticos de las historietas como Superman, “periodista” también podía ser una opción. Juan Manuel Herbella comparte las tres profesiones: jugó por 14 años en Primera División a la par que se graduaba de la carrera de Medicina. También maneja con la misma destreza los recursos del periodismo. Solo alguien con esa tríada es capaz de escribir un libro único como No me corten el pie. Historias médicas de superación y dolor de futbolistas (Ed. Planeta 2021) en el que, con la fluidez de un pase, cambia de registros.
La introducción a cada capítulo es casi “enciclopédica”: cuenta quién es el jugador, adjunta un breve currículum y nombra su padecimiento, pero antes que nada, titula la historia con una frase célebre, como por ejemplo, “No me corten el pie”, de Patricio Toranzo, que también da nombre al libro. El texto es también médico, porque ni bien aparece la dolencia de cada jugador dentro del relato, se toma un paréntesis para detallarlo para que cualquier lector pueda entenderlo. Es periodístico por el trabajo de producción y el dominio de las entrevistas (en total, la escritura llevó tres años y 143 testimonios). Pero por sobre todas las cosas es futbolístico y narrativo, no sólo por la temática en sí misma sino porque también Herbella comparte sentimientos y hasta anécdotas propias con varios de sus interlocutores.
Para empezar, como a muchos de sus entrevistados, para el autor de No me corten el pie el fútbol era el único camino posible. Cuando a los 14 años su familia le preguntó qué quería hacer de su vida si no se le daba jugar a la pelota, dijo: “Si no soy futbolista, soy médico de un plantel de fútbol” (actualmente ejerce como sanitarista deportólogo en Huracán). Y más allá de sus otros oficios reconoce que alguien que no haya sido futbolista se le hubiera complicado escribir este libro, primero porque los jugadores buscan a un semejante para abrirse y rememorar un momento doloroso. También, solo alguien que pasó por el deporte de alto rendimiento encarna la frase “se dice que los futbolistas morimos dos veces, la primera cuando nos retiramos del fútbol y la segunda cuando efectivamente dejamos de respirar”.
El orden de los relatos tampoco fue azaroso: abre y cierra con dos historias bien diferentes a las demás, las de dos jugadores que no pudieron volver al fútbol. La primera es la de Mirko Saric llamada “Estrella fugaz”, en relación a la joven promesa de San Lorenzo que se quitó la vida. Con depresión, pero entregado a la competitividad del deporte, sus allegados relataron: “Mirko se negaba a tomar la medicación, así como se negaba a que le mencionaran el tema a cualquier allegado del club. Su padecimiento era un secreto”. La última es la de Marcelo Bravo, “Bravo corazón”, quien, por un problema cardíaco, tuvo que retirarse del fútbol con tan solo 20 años, pero que pudo encontrar un nuevo lugar en su club, Vélez Sarfield, dentro del cuerpo técnico. El libro se completa con las historias de Gustavo Campagnuolo, Fernando Gago, Luciano Galletti, Patricio Toranzo, Jonás Gutiérrez, Sebastián Battaglia, Sergio Batista, Ezequiel Lavezzi y Nery Pumpido.
Más allá del dolor y la superación, es un libro que destaca los afectos. Por ejemplo en la historia Jonás Gutierrez, quien siempre fue cuidadoso de su cabello y tuvo que pelarse por la quimioterapia: “Allí aparecieron sus amigos para acompañarlo. Ahora eran 17 los rapados”. También incluye aspectos filosóficos en la historia de Luciano Galletti, quien recibió un riñón de su padre. Para este caso, el autor consultó a Darío Sztajnszrajber quien habló de una pregunta frecuente en su campo: “¿Soy un cuerpo o tengo un cuerpo? La donación entra en ese juego y rompe con la lectura mercantilista actual donde todo lo que uno da tiene sentido si solo de alguna forma puede volver. La donación es, justamente, dar sin esperar un retorno. Allí uno entrega o ‘pierde’ un órgano, arriesgándolo incluso sin estar seguro de que el otro va a ‘aceptarlo’”.
A su vez, el texto marca de manera constante la diferencia entre la “era pre internet” y la actual. Por ejemplo, los memes que aparecían ante las lesiones de Fernando Gago en el tendón de Aquiles (sin tener en cuenta que la mayoría tuvieron su origen en una “deformación en el pie”, según las palabras del propio futbolista). O bien, cómo el accidente de Nery Pumpido en 1987 se hubiera convertido hoy en un titular viral en todos los portales del mundo: “Arquero campeón del mundo se lesionó la mano al quedar colgado con el anillo del casamiento del travesaño”.
También, en el capítulo de Pumpido, se muestra que los jugadores siempre eligen las canchas, más allá de que eso les cueste su libra de carne: “o le realizaban una operación para salvar el dedo (…) y luego de tres meses pudiera retomar el trabajo, o le amputaban la última falange y podía volver a jugar en un par de semanas (...) así la decisión estaba entre priorizar la estética y priorizar el fútbol. Y él priorizó el fútbol".
No me corten el pie es entonces un libro sobre sentar una posición. Un chico en su temprana edad puede ponerse firme y decir “quiero ser futbolista”. Y un adulto, de espíritu competitivo, puede sentenciar: “no voy a dejar que sea mi enfermedad la que defina mi retiro”. La mayoría de los entrevistados pudieron decidir, por sí solos, el momento de abandonar el campo de juego, tal vez porque el alto rendimiento les pasó factura o quizá porque sintieron que era tiempo de ceder el paso a otros niños que, al igual que ellos, compartieron un sueño de gloria.
*Libro solidario. Lo recaudado por las ventas de No me corten el pie. Historias médicas de superación y dolor de futbolistas será donado a la Fundación Natali Dafne Flexer, de oncología infantil.
*Dr. Juan Manuel Herbella. Médico sanitarista deportólogo. Ex jugador de fútbol profesional.