Ciclo de biografías “Encendidos”

Sylvia Plath, la poeta sonora pero frágil como una campana de cristal

Una historia de vida. Una historia clínica. Una biografía sobre personalidades que brillaron hasta su extinción, pero que permanecerán iluminándonos para siempre.

La vida de la poeta, novelista y escritora Sylvia Plath estuvo marcada por los vaivenes de su mente, brillante para su trabajo, pero vulnerable en materia de salud. Decidió ponerle fin a su vida a los 30 años, el 11 de febrero de 1963, un mes después de haber publicado en el Reino Unido su única novela La campana de cristal (The Bell Jar), que es semiautobiográfica. Luego de dejarle preparado el desayuno a sus hijos, Frida y Nicholas, abrió las ventanas del comedor, se encerró en la cocina, cerró las puertas, las selló con cinta adhesiva y abrió la llave para aspirar el gas. El suyo no fue el único suicidio dentro de su familia. Su hijo Nicholas correría con la misma suerte años más tarde, pero antes la segunda esposa de su marido –y amante, mientras él permanecía casado con Plath– repitió la misma metodología seis años después. ¿Cómo fue la trágica historia de una de las voces más célebres de la literatura estadounidense contemporánea?

Nacida el 27 de octubre de 1932 en Boston, Massachusetts, en el seno de una familia de origen alemán y austro-húngaro, Plath mostró de forma temprana su talento para la escritura, al punto de ganar diversos certámenes literarios. Sus contemporáneos decían que era patológicamente ambiciosa, ya que que se presentaba a concursos desde los ocho años. A la par que desarrollaba su talento y su determinación, Sylvia fue tocada por la tragedia: perdió a su padre cuando era pequeña. Estudiosos de la vida de la autora argumentan que este deceso marcó su vida psíquica y su relación tensa con el género masculino. Sin embargo, esta tensión también podía obedecer a que ella buscaba no rendirse a la dependencia de un varón, motivo por el que siempre aceptó trabajos mal pagos para poder dedicarse a la escritura.

Su sed de independencia se podía vislumbrar en su única novela, que publicó en el Reino Unido poco tiempo antes de morir, bajo el seudónimo de Victoria Lucas. La trama mostraba cómo su alter ego, Esther Greenwood, dejaba al novio de toda la vida para viajar y estudiar. Lo mismo había pasado con Plath, quien rechazó la propuesta de matrimonio de su novio Gordon y en 1955, gracias a haber ganado una beca Fulbright, se trasladó al Reino Unido para estudiar en la Universidad de Cambridge. El destino parecía prometedor tanto para Esther como para Sylvia. Sin embargo, lejos del hogar, empezaron las crisis. Tras su primer intento de suicidio, Plath fue tratada con electroshock, algo que se narró en la novela, solo que en la voz y experiencia de Greenwood.

Para febrero de 1956, Sylvia fue a visitar a un psiquiatra que le habían recomendado en Cambridge tras sus episodios y, en el camino, se compró un número de la revista St. Botolph’s que contenía cuatro poemas de Ted Hughes. Fue automático: quedó deslumbrada por su pluma. Es por eso que el mismo mes, Plath acudió a la fiesta de inauguración de la revista. Ahí se conocieron. Tras su primer beso, ella mordió la mejilla de Hughes y la marca le quedó al poeta durante un mes. Para el 16 de julio, se casaron.  

Los primeros tiempos fueron, en apariencia, calmos. Tuvo a su hija Frida en 1960, año que coincidió con la publicación de su libro El coloso y otros poemas. Pero en 1962, tras el nacimiento del segundo niño, Nicholas, Plath sufrió depresión posparto, un malestar alimentado por la imposibilidad de escribir. Por más que ya era una autora celebrada y había firmado contrato para publicar La campana de cristal, su imagen se veía opacada por la figura de Hughes, que parecía agrandarse cada vez más. Ese mismo año, el poeta abandonó a Sylvia por una amiga en común, la también poeta Assia Wevill, con quien tuvo una hija, Shura. Se dice que Hughes repitió con Assia los mismos modos que con Sylvia; pasión primero y terrible indiferencia después. Ambas se habían enamorado perdidamente del poeta británico y con seis años de diferencia, ambas abrieron la llave de gas. En este caso, falleció Assia, pero también Shura. Incluso Hughes llegó a decir a Yehuda Koren y Eilat Negev, los autores de la biografía Assia Wevill: "La muerte de mi primera mujer fue complicada e inevitable. Llevaba en esa pista la mayoría de su vida. Pero la de Assia pudo evitarse. Su muerte estaba totalmente bajo su control, y fue el resultado de su reacción a la acción de Sylvia".

Si bien Plath había fallecido, para Assia, ella siempre estuvo presente, porque aunque Hughes fue culpado por la opinión pública como el responsable de la muerte de Sylvia, él se encargó de difundir su legado, ya que nunca llegaron a divorciarse, y recordó los años vividos con Plath en su libro Cartas de cumpleaños.

La poesía de Plath se caracteriza por su estilo confesional, que explora temas como la depresión, la angustia y la lucha por la identidad femenina. De hecho, ella escribió la mayor parte de sus poemas estando en crisis. Pero antes, Plath fue compañera de otra gran poeta de su generación en el taller de Robert Lowell: Anne Sexton, quien siempre fue considerada por el profesor de ambas como “la mejor alumna”. Existía entre ellas admiración mutua, pero también rivalidad. Once años después de la muerte de Plath, precisamente en 1974, Sexton también se quitó la vida.

Tras la edición de El coloso y otros poemas, en 1960, Hughes se encargó de que se publicara de forma póstuma el libro de poesías Ariel –el más conocido de Plath– en 1965. También se ocupó del lanzamiento norteamericano de La campana de cristal (ya firmado por Sylvia Plath) y de la recopilación de sus Poemarios completos.

También de los Diarios Completos de Sylvia Plath, que dieron más pistas sobre la vida y las luchas internas de esta autora, que podía lucir avasallante en apariencia, pero en la intimidad era vulnerable. Sin embargo, a pesar de tener 900 páginas, el volumen, revisado por Karen V. Kukil, no está completo. Porque Plath escribió sus notas hasta tres días antes de su muerte y se sabe de la existencia de dos cuadernos más, no incluídos. Uno de ellos, según palabras de Hughes, "desapareció", y otro ("el cuaderno con el dorso marrón") fue quemado por el poeta.

Ahora, ¿cómo impactó la muerte de la autora en sus hijos? Se supo que Frida se enteró de que su madre se había suicidado cuando leyó La campana de cristal, porque Hughes le había dicho que Sylvia había muerto de una neumonía.

Ella siguió el camino de sus padres y también se convirtió en poeta, pero más tarde le tocaría comunicar otra tragedia ocurrida en el seno de su familia: su hermano menor, Nicholas, también se quitó la vida, al colgarse en su hogar de Alaska a los 47 años, precisamente 46 años después del fallecimiento de Plath.

“Es una profunda pena que deba anunciar la muerte de mi hermano, Nicholas Hughes, quien murió por mano propia el 16 de marzo (...) había luchado contra la depresión por algún tiempo”, declaró Frida entonces al diario británico Times.

El último poema que escribió Plath se llama “Límite”. Así comienza: “Su cuerpo se ha perfeccionado./ Su cuerpo.// Muerto luce la sonrisa del acabamiento,/ la ilusión de un anhelo griego.// Fluye por las volutas de su toga,/ sus pies.// Descalzos parecen decir/ hasta aquí hemos llegado, se acabó”. Ahí anticipaba que esa llama interna se extinguía. Sin embargo seguirá encendida en el recuerdo imborrable que tiene y tendrá todo aquel que alguna vez tuvo el placer de leerla.

Textos de Celina Abud.


Referencias

•Grandes infelices, luces y sombras de grandes novelistas, podcast de Javier Peña, #11 Sylvia Plath.

De amor, engaño y suicidio: la atroz historia de Sylvia Plath y Ted Hughes, por Walter Lezcano, Infobae, 19/10/2018.

La otra suicida del poeta Ted Hughes, por Antonio Lucas, El Mundo, 24/10/2014.

Hijo de poetas Sylvia Plath y Ted Hughes se suicida, Reuters, 23/03/2009.