Los ojos más grandes y sin bolsitas ni ojeras. Y los labios más carnosos, levantados, más sensuales… Y volar los rollos a los costados de la cadera que saltan sobre el tiro bajo del jean recién comprado… La panza está bastante bien, en tabla, pero y ¿con un poco más de lolas no parecería más estilizada? Los dedos se mueven, ágiles, sobre la chica inmóvil frente al espejo. Como tantas otras mujeres de todas las edades, ella ensaya una imagen nueva de sí misma plena de promesas de felicidad. No importa si tiene 18, 30, 40 ó 50 años o que haga rato que no tenga paz frente al espejo. Ahora verse más bella o verse más joven no requiere de un pacto con el Diablo: el quirófano le ofrece un abanico de posibilidades más o menos al alcance de su mano. ¿Las razones? Las nuevas técnicas de la cirugía estética son más seguras y menos agresivas que antes; las secuelas son cada vez menos visibles y hay mayor disponibilidad para acceder a los recursos: un cirujano plástico privado, un plan premium de una prepaga o las codiciadas listas de espera de algún hospital público. Claro que no todo es un jardín de rosas. Y como suele suceder el primer dolor empieza por el bolsillo. ¿Cuánto cuesta sentirse lindo? Retoque acá y otro más allá, el paneo de pies a cabeza, calculadora en mano, muestra que la belleza lograda gracias a los avances de la ciencia tiene su precio: alrededor de 40.000 pesos, es decir, el equivalente al pago cash de un 0 km mediano.
Para muchos, y no es sólo acá, es dinero bien gastado. Las estadísticas en los Estados Unidos indican que hoy las mujeres profesionales del medio urbano destinan hasta un tercio de sus ingresos al “mantenimiento de su belleza”. Y no ganan poco.
Con desparpajo, los psicólogos aseguran que si una mujer se mira al espejo para ver si logra ser otra, los hombres corren al espejo para ver si siguen siendo los mismos. En ese afán, los varones han debido aprender que ya el trajecito de buen corte y tono sobrio no es suficiente para circular con éxito en el terreno profesional y amatorio. Una refrescadita eliminando bolsas debajo de los ojos, o párpados caídos, un poco de Toxina botulínica tipo A para desenojar el entrecejo y un microimplante capilar contra la calvicie son opciones apetecibles.
Saben que, además de la rutina de aparatos en el gimnasio y los suplementos vitamínicos que tuvieron su auge en los 90, hoy el ideal de torso con forma de yunque y espalda de cemento armado puede lograrse echando mano a una lipoaspiración que elimine los salvavidas que se fijaron en las caderas por obra y gracia de la testosterona.
Manuel (pidió reserva de su apellido), un productor de televisión de 48 años, se animó a una lipo de caderas después de haberse matado en el gimnasio durante cinco años. Pero hubo un detalle: no le avisaron que la intervención era dolorosa. Se enteró en el quirófano de que, a pesar de la anestesia, tendría conciencia de cada extracción de grasa. Tampoco le advirtieron de la hinchazón y de los dolores que tendría bajo las fajas durante los siguientes 15 días, pero pasados cuatro meses notó una diferencia que nunca hubiera logrado en el gimnasio. “Recuerdo que me costó bastante pero valió la pena porque cuidándome con las comidas nunca volví a engordar en ese lugar. ¿Contarlo a mis amigos? Jamás. Eso es algo que mejor no comentar entre hombres.”
El médico dermatólogo Jorge Cazenave admite que los varones se están animando cada vez más al bótox. “Llegan a consulta traídos por sus esposas. Poco a poco van venciendo el prurito y la vergüenza. Antes pensaban que los iban a tildar de raros.” Las estadísticas internacionales también confirman esta tendencia.
Según la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica (ISAPS), que alcanza a 42 países, el grueso de pacientes de cirugía plástica todavía son mujeres (casi el 87 por ciento), pero los hombres cada vez parecen más dispuestos a inmolarse por las apariencias. Según el último sondeo realizado, en la Argentina dos de cada 10 personas que se operan son hombres, cuando la cifra llegaba sólo al 13% hace tres años. Bastante más valientes que en el resto de América latina, donde los varones que se hacen cirugías estéticas representan el 11% del total.
El capital de la belleza
Todo el mundo lo sabe. A la más linda del curso la sacan a bailar toda la noche. Al más buen mozo de la oficina lo miran todas las mujeres. Desde antaño hay pruebas del culto a la belleza –aunque el patrón haya cambiado con el tiempo y en las diferentes culturas – pero hoy como nunca la belleza abre puertas y hace a la autoestima. No es casual que desde los 80 los que eligen la profesión de asesor de imagen se hayan multiplicado por ocho. Frente al espejo muchas mujeres tratan de imaginarse un rostro nuevo, con ojos como los de ... y labios como los de ... y los pómulos magníficos de… Y envueltas en el mar de dudas recurren a ver al cirujano recomendado. Algunas de ellas tocan el timbre en el consultorio de Carlos Juri: “Llegan, se sientan y me preguntan qué les puedo hacer o qué les haría yo para que se vieran más lindas. ‘Yo no les haría nada’, contesto siempre. Porque una paciente que no sabe lo que quiere no necesita cirugía. También me han dicho: ‘Hágame lo que quiera’, o me han preguntado: ‘¿Cuántos años me puede sacar?’ Incluso una vez una mujer me dijo que se quería cambiar la cara porque no le gustaba. Pero eso no solamente no tiene sentido sino que además es imposible, más allá de que ahora en Europa digan que hicieron un trasplante facial. Decirlo así suena muy fácil, pero hay que ver qué quieren decir con un trasplante de cara…”
Tal vez por su carácter cosmético, antes de realizarse la primera cirugía, no hay una clara conciencia de que se trata de una intervención quirúrgica con todas las letras, como puede ser una apendicectomía. Los sueños de belleza hacen que no se alienten miedos antes ni durante la cirugía y recién cuando se diluyen los últimos efectos de la anestesia se cae en la cuenta de que la cosa duele: María José (su apellido se mantiene en reserva) cuenta su primera vez en manos de un cirujano, hace ya ocho años: “Acababa de cumplir 46 años y me habían despedido de la empresa donde trabajaba. Mi autoestima estaba en baja y el
dinero de la indemnización iba a tener que servirme hasta encontrar un nuevo empleo, pero después de algunas noches sin dormir decidí que no podría enfrentar el futuro si no me sentía mejor conmigo misma. Mis amigas me recomendaron un cirujano plástico y a la semana estaba yendo a consul ta. Me miró, me sacó fotos, me mostró cómo refrescaría mi cara y mi cuello con un lifting. Me iba a gastar todo el dinero que tenía pero no lo dudé: si no aprovechaba ese momento, cuando volviera a tener trabajo no tendría tiempo
para pasar por lo menos 15 días escondida en casa. Fui al quirófano como quien iba a comprarse el vestido de sus sueños. Nunca tuve real conciencia de que era una operación, con anestesia total y ganchos en la cabeza y dolor durante un par de días en lugares tan insólitos como los bordes de las orejas. Luego vinieron los días de vendas, la primera visión de mi cara, hinchada y con moretones, pero en ningún momento dudé de que sería para mejor. Y así fue: después de que se fueron los moretones violáceos, la hinchazón y las manchas amarillentas –deslizándose desde la frente al mentón – y pude volver a maquillarme, me vi linda como hacía tiempo no me veía. Es cierto que el doctor me dijo que antes de los 10 años me convenía hacerme un retoque, pero ya no tengo cómo volver a juntar ese dinero. Aprovechar esa oportunidad fue lo mejor que pude haber hecho.”
A veces el primer retoque es un viaje de ida. La actriz y cantante Cher, un caso extremo, se jacta de tener en su haber unas 400 cirugías y hasta de haberse extirpado dos costillas.
Pero ya ni siquiera las misses tienen belleza de cuna: Miss Brasil 2001 reconoció, tras ganar el concurso de belleza, que llevaba19 intervenciones quirúrgicas a lo largo de su vida (silicona en el busto, liposucción en la cintura, correcciones en nariz y orejas, entre otras). Y después de ese título, como quería ser Miss Universo, además se modificó los glúteos.
Operación en cámara
Esta inclinación natural a sentirse bella/o se ha visto reforzada por el comercio, la publicidad y el cine. Programas de televisión como Transformaciones , en la Argentina, que tuvo a famosos como pacientes, y Extreme Makeover o The Swan , en los Estados Unidos, pusieron a toda marcha la máquina de la vanidad mostrando la cirugía plástica como algo factible y relativamente sencillo para descubrir el galán o la diosa
que todos tenemos dentro. Los avances tecnológicos como el photoshop (que modifica las fotografías en computadora) permiten la ilusión de cuerpos y caras perfectos que no traslucen el paso del tiempo. En su libro El mito de la belleza , la antropóloga estadounidense Naomi Wolf cuenta que Bob Ciano, en una época director artístico de la revista Life , fue el primero en reconocer públicamente que nunca se deja sin retocar una fotografía de mujer... “Aunque se trate de una mujer muy conocida (y mayor) que no desea que la retoquen... seguimos empeñados en tratar de hacer aparentar no más de cincuenta años. Hoy en día los lectores de 60 años se miran al espejo y creen que parecen demasiado viejos porque se comparan con alguna cara sonriente que los mira desde la tapa de una revista”, dice Wolf al mencionar un efecto no querido pero desalentador de la compulsión por el retoque.
Lo mismo sucede en los principales semanarios argentinos. Según circula en las redacciones, es política editorial aplicar “a todo el mundo” el photoshop para “embellecerlo” de forma tal que quien no quiera ser “embellecido” debe explicitarlo de antemano. Y esto tan así es que en el caso de alguna diva, sólo puede hacer el retoque su “personal photoshoper”. A estas prácticas puede deberse el fenómeno registrado en los últimos años por la Sociedad Internacional de la Cirugía Plástica (ISAPS): hoy entran al quirófano más pacientes mayores de 50 años que en la década del 90: la cifra pasó del 17% al 32% de los casos. En forma inversa parece haber disminuido la fiebre de someterse a cirugías estéticas por mujeres menores de 21 años. El clásico de principios de milenio de chicas de clase media alta argentina que pedían a sus papis “las lolas” como regalo de 15 fue pasando, y parece que no sólo en la Argentina. Como si hubieran recuperado de golpe la frescura, la franja de menores de 21 años que se operaban en 2003 fue del 18% y ahora cayó al 3%.
Argentinos en el ranking
Los estudios de la ISAPS confirman que la Argentina está entre los países donde se practican más cirugías estéticas. En 2004 (últimos datos disponibles) se realizaron 50.000 operaciones, un 60% más que en 2003, cifra que representa el 8,5% del mercado mundial. Y se trata de una tendencia en franco crecimiento: en los últimos tres años Argentina escaló cinco lugares en el ranking mundial. Las intervenciones más frecuentes son las inyecciones de bótox (toxina botulínica tipo A que paraliza los músculos alisando las facciones) que comenzaron a venderse en el país en 1997, el lifting facial y las prótesis mamarias.
Hoy por hoy hay intervenciones para todos los bolsillos. Se practican en hospitales públicos, en planes caros de los servicios de medicina prepaga y en los consultorios privados. Y gracias a las oscilaciones del dólar y al fin del 1 a 1, la Argentina –seguido por Brasil, Malasia, India, Pakistán y Tailandia – se ha convertido en una Meca de los cultores de la estética que buscan hacer un viaje de belleza all inclusive .
Según las estadísticas de Plénitas, una de las principales organizaciones de turismo médico de Argentina, más de 800 extranjeros –mayoritariamente procedentes de Estados Unidos, Gran Bretaña y España– utilizaron sus servicios en sus dos años de existencia. Las operaciones más frecuentes fueron la lipoaspiración, aumento o reducción de mamas y cirugías de rostro (lifting, párpados, implante de mentón). Un 35% de los clientes fueron varones.
Emilia Santos, una periodista española de 42 años, viajó a la Argentina la pasada Navidad para reparar los daños que le produjo una clínica española en la que se había hecho una cirugía de nariz y otra de párpados. Está contenta con los resultados: “Me atendieron con humanidad y me presupuestaron otra cirugía de nariz, párpados, un lifting facial, y aproveché para una reducción y elevación de mamas y una liposucción de abdomen. Todo eso me costó 12.000 euros, lo mismo que había pagado sólo por las cirugías de nariz y párpados en Madrid. Y esta cifra incluía la estadía de 22 días en Buenos Aires, una asistente personal, consulta médica día por medio y medicamentos.” El odontólogo Norberto Coerezza acuerda con que el menor precio es la principal razón para que el 30% de sus pacientes sean extranjeros: Un blanqueado dental que acá cuesta 350 dólares en Estados Unidos se cobra 2.000 dólares.
Toxina Botulínica al por mayor
Según explica el médico dermatólogo Jorge Cazenave, “el asunto comenzó porque la toxina botulímica tiene que usarse antes de las seis horas de haber sido abierta. Si no, pierde efectividad. El frasco, de 20 unidades, cuesta 400 dólares (20 dólares la uni dad). Y si calculamos que 3 unidades lleva el entrecejo, 3 las patas de gallo, 3 la frente y 1 el labio superior, todavía quedan 10 unidades que deben ser usadas en ese momento... Entonces vienen de tres a cinco mujeres que tienen que hacerse retoques y se divide la toxina botulínica tipo A para no desaprovechar nada.Yo lo hago en el consultorio, desde hace unos 7 años.” La toxina botulínica tipo A party también son práctica corriente en los countries, una moda que comenzó en los Estados Unidos al estilo de las reuniones de tupperware.
¿Vanidad? ¿Autoestima? ¿Exigencias de la época? De todo un poco. Pero más allá de las objeciones ideológicas que dignifican el valor del paso del tiempo y la belleza de unas arrugas bien vividas, no parece demasiado fácil resistir la tentación de recibir una alegría a la vuelta del espejo.
El mundo en cifras
Países que encabezan el ranking en medicina dedicada a la belleza:
Estados Unidos: Según la Asociación Norteamericana de Cirujanos Plásticos, la industria de la cirugía cosmética tiene un mercado en crecimiento que hoy mueve unos 10.000 millones de dólares anuales. Por año se practican unos 2 millones de procedimientos quirúrgicos estéticos.
Brasil: Según datos de la Sociedad Brasileña de Cirugía Plástica (SBCP), cada año alrededor de 500 mil personas se someten a cirugías plásticas, ocupando el segundo puesto detrás de Estados Unidos.
España: Es el país de Europa en el que se practican más operaciones: unas 360.000 al año (alrededor de 1.000 diarias), y el tercero a nivel mundial, España cuenta con 400 clínicas especializadas, que facturan unos 900 millones de euros al año.
Venezuela: En los últimos años, el auge de la práctica de mesoterapia (aplicación de inyecciones por vía intradérmica) sin control sanitario produjo en Venezuela serios daños en las mujeres. El Ministerio de Salud acaba de deplegar una campaña masiva advirtiendo de los riesgos de una práctica sin las adecuadas medidas de asepsia. La terapia indicada en estos casos tiene un costo de entre 50 y 100 dólares mensuales (antibióticos entre 6 y 16 meses). Sin incluir para los casos más severos, un drenaje quincenal o mensual de las lesiones y hasta cirugía para remover el tejido infectado. México: Los tratamientos de belleza ganan terreno a pasos agigantados. Desde 2002 crecieron más de un 20% los procedimientos quirúrgicos y un 30% los que no requieren cirugía. El 89% de estas prácticas se realiza en mujeres de entre 21 y 50 años, según datos de la Asociación Mexicana de Información para la Belleza Integral (AMIMBI).
El hospital no se queda atrás
Hospital de Clínicas:
Según explicó Patricio Jacovella, subdirector de la carrera especialista en Cirugía Plástica de la UBA, se atiende por consultorios externos. Los lunes y los viernes a las 8 de la mañana se dan 10 números y en el mismo día se realizan las primeras consultas. Los cirujanos hacen un diagnóstico y una propuesta. Si se trata de cirugías estéticas hay una lista de espera de entre uno y dos años, ya que tiene prioridad la cirugía reparadora. Los liftings cuestan $ 1.200 (completo o parcial, endoscópico, frontal); las cirugías de abdomen cuestan $ 800; las de nariz, $ 580, y los implantes mamarios $ 900 (el paciente compra los implantes en otro lugar con asesoría de los médicos del hospital). Avda. Córdoba 2351. Tel: 5950-8558.
Hospital Cosme Argerich:
Según Jorge Guerrisi, jefe de Cirugía Plástica y Reparadora, la demanda es muy grande y están dando turnos para el 2007. Se practican alrededor de 120 operaciones mensuales, de todo tipo. No hacen cirugías en menores de edad, salvo en casos excepcionales, por cuestiones psicológicas. La mayoría son implantes de mamas, en mujeres que están entre los 25 y los 30 años. A partir de esa edad, comienzan los pedidos de lifting y lipoaspiración. El costo es relativo porque los pacientes deben hacer una donación voluntaria a la cooperadora (aunque no es absolutamente obligatoria, se les pide un mínimo de entre 200 ó 300 pesos por una operación que tiene un costo aproximado de 6.000 pesos en una clínica privada). La demanda por parte de varones es mínima y, por lo general, son rinoplastías (cirugías de nariz). En los últimos tiempos, no sólo se acercan pacientes de clase media baja, sino muchos que cuentan con medicina prepaga pero que aducen la alta calidad médica del personal de la institución. Y también se destaca el hecho de que cada vez hay más pacientes de 70 años que llegan al hospital solicitando un lifting. Corbeta Pi y Margal 750. Tel: 4362-5555.
Hospital Fernández:
Según Jorge Patané, jefe de Cirugía Plástica, hoy la cantidad de cirugías estéticas que se practican es más reducida porque se hacen en tiempo residual, es decir, sólo cuando no hay otra intervención quirúrgica pendiente. Se trata de intervenciones de nariz, de párpados, y de reducción mamaria, aunque ésta última presenta mayores limitaciones porque requiere la aplicación de anestesia general y el equipo de quirófano se dedica a las patologías más urgentes. Tampoco hay camas propias para cirugía plástica, por lo que las posibilidades de internación están
acotadas. Cerviño 3354. Tel: 4808-0808.
Hospital Vélez Sársfield:
Se realizan cirugías bariátricas (aplicación de cinturones gástricos que reducen el tamaño del estómago y de su capacidad) desde hace unos cinco años. Como la capacidad quirúrgica es escasa, la lista de espera suele ser muy larga. El último jueves de cada mes, el equipo quirúrgico se reúne y evalúa la evolución y el estado de cada paciente que está en la lista de espera. Cuando la patología adquiere gravedad por el sobrepeso, ese caso puede considerarse prioritario y puede requerir una intervención de emergencia. En principio, el paciente no debe pagar nada. Pero como se trata de una operación delicada y de alto costo, se promueve que aquellos que estén en condiciones de adquirir el cinturón gástrico por su cuenta, lo hagan. Pero si no tiene cobertura social ni cuenta con el dinero necesario, se puede tramitar la compra a través de la Secretaría de Salud o gestionarla mediante los fondos del hospital. El precio del cinturón ronda los 500 dólares. Calderón de la Barca 1550. Tel: 4567-5555 .