ÁNGELES LÓPEZ (elmundo.es)
MADRID.- Eliminar el dolor en el 100% de los casos tras una operación es difícil, casi imposible. Sin embargo, seguir unas normas sobre el empleo de los analgésicos en función de la intervención y del paciente puede lograr un mejor manejo de las molestias tras el paso por el quirófano. Un estudio publicado en 'The Lancet' ofrece las claves esenciales para controlar este tipo de dolor.
Existen muchas clases de dolores, como el causado por una enfermedad crónica, por un cáncer o por un trastorno mental. Este tipo de sensaciones son complicadas de tratar y con frecuencia requieren de un seguimiento individualizado por parte de un equipo especializado en el tratamiento del dolor. Sin embargo, las molestias que se originan tras una intervención quirúrgica suelen ser diferentes: agudas y puntuales, relacionadas con frecuencia con el hecho de la operación y con la ansiedad generada en torno a este proceso.
Paul Myles e Ian Power del departamento de Medicina Anestésica y Perioperativa del Hospital Alfred y de la Universidad Monash, ambos en Melbourne (Australia), han hecho un repaso sobre las terapias más adecuadas para paliar el dolor posquirúrgico. El trabajo señala cuándo emplear un analgésico por vía oral o intravenosa, cuándo descartar un tipo de fármacos y emplear otros y qué tipo de procesos responden mejor a una terapia u otra.
En primer lugar, estos expertos recomiendan que tras una operación lo más inmediato es medir el dolor a través de una escala visual o verbal establecida para estos pacientes. Además de ser útil para identificar las necesidades del enfermo, la evaluación del grado de dolor podría servir para valorar la aparición de complicaciones como una hemorragia, una infección o un íleo paralítico.
Intervenciones pequeñas
El siguiente paso es determinar si la persona operada continúa en ayunas durante unas horas o puede tomar algo por boca tras la intervención. De ser así, es preferible optar por opiáceos en comprimidos en lugar de inyectables. La dosis de estos fármacos debería prescribirse de forma individual porque las necesidades entre cada persona varían mucho. Además, hay que tener en cuenta que los pacientes mayores de 60 años necesitan una cantidad un 20% menor por década de edad.
El paracetamol es el fármaco idóneo para las personas sometidas a una intervención menor o intermedia, las que se pueden llevar a cabo de forma ambulatoria o no precisan muchos días de ingreso hospitalario. A este se le puede unir cualquier otro antiinflamatorio no esteroideo (o algún inhibidor de la COX-2) y añadir también tramadol para un dolor importante.
Según estos expertos, se puede utilizar 1-1,5 gr de paracetamol (intravenoso, oral o rectal) cuatro veces al día. El máximo de dosis recomendable es de 5 gr diarios durante menos de cinco días. En cuanto a los antiinflamatorios no esteroideos (AINE), el artículo explica que el principal inconveniente de estos fármacos son sus efectos secundarios, sobre todo en las personas mayores. Por un lado, el mayor riesgo de hemorragias de los AINE y la mayor tendencia de los COX-2 de complicaciones trombóticas hace que estos especialistas se decidan por el naproxeno como terapia complementaria al paracetamol en los pacientes de alto riesgo.
En cuanto a la dosis, recomiendan 250 mg por vía oral tres veces al día para el naproxeno, y 50 mg orales o vía rectal dos veces diarias para el diclofenaco. Estas dosis habrá que reducirlas a un periodo de tiempo inferior a cinco días si hay deshidratación, insuficiencia renal o si el paciente es anciano.
Por su parte, el tramadol ofrece analgesia eficaz en personas sometidas a una intervención menor o intermedia. Se puede utilizar como terapia complementaria al paracetamol teniendo en cuenta que está contraindicado en la insuficiencia renal avanzada, la epilepsia, el síndrome carcinoide (síntomas que normalmente se observan personas con tumores carcinoides: en el intestino delgado, los bronquios...) y en el feocromocitoma (un tumor de la glándula suprarrenal). La cantidad óptima será de 100 a 150 mg por vía oral cuatro veces al día.
Por último, y como otra opción complementaria en una intervención menor, se puede recurrir a la oxicodona, un tipo de opiáceo, en dosis de 5 a 10 mg cada cuatro horas.
Cirugía mayor
En cuanto a los consejos para aquellos pacientes sometidos a intervenciones más complicadas, estos expertos recomiendan el uso de los fármacos anteriores junto con la morfina.
"Los opiáceos son analgésicos eficaces en el posoperatorio y son los principales fármacos para el dolor medio o fuerte [...] La analgesia intravenosa es ahora el método estándar para estos pacientes. Esta técnica mejora el control del dolor en comparación con la administración intermitente de los opiáceos", afirman los autores de este informe.
Los pasos que aconsejan estos expertos son la administración intraoperatoria de morfina y la adición de 1-2 mg en la sala de recuperación para controlar el dolor antes de pasar al paciente a la planta. Si se ha hecho un bloqueo local anestésico, la dosis de morfina será menor.
Si en la planta un anestesista puede controlar al enfermo, la cantidad de morfina podrá ser de 2 mg en bolo intravenoso. Pero si este especialista no puede estar presente, se recomienda el empleo de 0,10 mg por kilo de peso de forma intramuscular o subcutánea cada 2 horas mientras sea preciso.
Si la intensidad del dolor es sorprendentemente elevada, y no cede con los analgésicos, se deberá notificar al equipo quirúrgico para que valore al paciente.
La analgesia (intravenosa, intramuscular o subcutánea) se mantendrá de 24 a 72 horas tras la intervención para pasar posteriormente a un tratamiento por vía oral, similar al de las operaciones menores.
Los efectos secundarios más importantes de los opiáceos son la depresión del sistema respiratorio, sedación, náuseas, vómitos y la inhibición de la motilidad gastrointestinal. Por este motivo es necesario la vigilancia y monitorización de estos pacientes para evitar una excesiva sedación y la aparición de estas alteraciones.