Así lo señalan los resultados extraídos de la tercera encuesta Euroaspire, conducida con el apoyo de la Sociedad Europea de Cardiología (SEC), que ha analizado datos de más de 9.000 pacientes con enfermedad coronaria en 22 países de Europa (ver DM del 6-III-2009).
El análisis de los afectados, que se efectuó al menos seis meses después de su accidente coronario, señala cifras preocupantes en forma de porcentaje. El 17 por ciento de los pacientes es fumador; el 35 por ciento, obeso (más concretamente, el 53 por ciento padecía obesidad abdominal); el 56 por ciento tenía niveles de presión arterial por encima de los objetivos (140/90 mmHg, y 130/80 mmHg para pacientes diabéticos); en el 51 por ciento se observaron niveles de colesterol sérico por encima de lo deseado (4,5 mmol/l), y el 25 por ciento tenía una historia de diabetes (de ellos, sólo uno de cada diez estaba controlado con niveles de glucosa por debajo de 6,1 mmol/l).
¿Falta de fármacos?
Estos datos, que se publican en European Journal of Cardiovascular Prevention and Rehabilitation, también señalan que el uso de medicación cardioprotectora estaba asimismo por debajo de las recomendaciones. Pese a la utilización de estos fármacos, la mayoría de los pacientes no logran alcanzar los objetivos en colesterol y presión arterial. Los autores señalan que el estilo de vida predominante en el siglo XXI, con una actitud sedentaria, tabaco y alcohol presentes a diario, y una dieta rica en grasas, supone el principal freno para alcanzar las metas.
Sólo el 4% de los infartados acude a una unidad de rehabilitación cardiaca
Los pacientes que han sufrido un infarto agudo de miocardio no se cuidan lo aconsejado, según se desprende de un estudio europeo que se comentó ayer en la Fundación Ramón Areces, de Madrid, en un curso sobre rehabilitación cardiaca. A la falta de especialistas hay que unir la escasez de unidades específicas en el sistema sanitario público.
La rehabilitación cardiaca y la prevención secundaria reducen la mortalidad en cerca de un 25 por ciento de los sujetos que han sufrido un infarto agudo de miocardio, pero no todos los pacientes siguen las pautas apropiadas, según se puso ayer de manifiesto en la Reunión Internacional de Prevención y Rehabilitación Cardiaca, que se ha celebrado en la Fundación Areces, de Madrid, y que ha contado con la colaboración de la Sección de Cardiología Preventiva de la Sociedad Española de Cardiología.
Los datos disponibles, procedentes del estudio Euroaspire III, no son nada esperanzadores, porque entre los sujetos que han sufrido un proceso coronario el 20 por ciento continúan fumando, el 30 por ciento tienen sobrepeso u obesidad y la diabetes en este grupo se triplica. Ante esta situación, Carmen de Pablo, de la Unidad de Rehabilitación Cardiaca del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, y presidenta saliente de la Sección de Rehabilitación de la SEC, ha dicho que en España existen pocas unidades específicas de rehabilitación y que, de las cuarenta que hay, la mitad de ellas se encuentran en el sector privado.
Carlos Macaya, presidente electo de la SEC, ha destacado la importancia de la educación cardiovascular en la rehabilitación. "Es necesario controlar los factores de riesgo, lo que supone una mayor inversión por parte del profesional, en un momento en el que existe un déficit de cardiólogos".
José Antonio Casasnovas, presidente de la Sección de Rehabilitación de la SEC, se ha referido a un estudio que se ha iniciado en la fábrica de General Motors, en Zaragoza, en más de 6.500 trabajadores, en el que se analizará el ADN, la enfermedad ateroesclerótica con técnicas de imagen y proteínas asociadas a síndrome metabólico. "En este caso la Medicina del Trabajo nos ayudará a hacer el seguimiento de los pacientes, puesto que es un estudio a diez años".
Por su parte, José María Ordovás, del Departamento de Nutrición y Genética de la Universidad de Tufts, ha asegurado que tiene que pasar algún tiempo para que se puedan aplicar directamente los conocimientos en nutrigenómica a la práctica clínica diaria. "A corto plazo, es complicado, ya que hay que tener en cuenta que los genes están entrando en un mundo desconocido, pues se están abandonado algunos hábitos de comportamiento, como la siesta, y eso genera un estrés que puede influir en el desarrollo de estas patologías. Los factores de riesgo no se pueden considerar de forma aislada, sino que hay que manejarlos todos en conjunto".