Por Anne Harding / NUEVA YORK (Reuters Health)
Si es uno de esos padres a los que les gustaría que sus hijos se agoten para que se queden dormidos más fácilmente, estaría en lo cierto: a mayor actividad física durante el día, más rápido se duermen los niños.
Un estudio sobre 591 niños de 7 años halló también que quienes pasan más tiempo en actividades sedentarias demoran más en quedarse dormidos a la noche.
Uno de cada seis padres de niños en edad escolar dice que sus hijos tienen problemas para conciliar el sueño, explicó a Reuters Health el doctor Ed A. Mitchell, de la Universidad de Auckland, en Nueva Zelanda, y autor principal del estudio.
Los resultados, dijo el experto, subrayan la idea de que la actividad no es importante sólo para mejorar la aptitud física, la salud cardíaca y el control del peso, sino también para poder dormir bien.
El equipo de Mitchell hizo que los niños usaran en la cintura un dispositivo para medir el nivel de actividad las 24 horas del día. Los resultados fueron publicados en Archives of Disease in Childhood.
La mayoría de los chicos demoran unos 26 minutos en quedarse dormidos a la noche. Cuanta más actividad diurna tenían, menos tiempo tardaban en lograr el sueño.
"Demostramos que una hora de actividad intensa (equivalente a correr) redujo unos 6 minutos el período para conciliar el sueño", agregó Mitchell.
"Pero la cantidad promedio de actividad intensa fue de apenas 43 minutos", dijo Mitchell. Además, agregó el autor, los niños solían tener períodos cortos de actividad.
"La actividad se podría describir mejor como intermitente, en lugar de continua, como la que hacen los adultos durante el ejercicio físico", agregó.
Y por cada hora de sedentarismo que un niño pasaba por día, demoraba 3 minutos más para poder dormir.
El equipo halló también que los niños que demoraban menos para lograr el sueño, dormían por más tiempo, y viceversa.
"Afortunadamente, los problemas para dormir no estuvieron asociados con otras enfermedades", dijo Mitchell, aunque dormir menos está asociado con la obesidad.
FUENTE: Archives of Disease in Childhood, septiembre del 2009