“Alrededor de 7% de la población española mayor de 65 años sufre un cuadro de depresión mayor, cifra que se incrementa hasta el 15% en aquellos ancianos que padecen síntomas depresivos sin llegar a padecer la patología en grado extremo”. Así lo expuso el psiquiatra Manuel Martín Carrasco, presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría, durante el XVIII Congreso de actualización en Psiquiatría, celebrado la pasada semana en Vitoria-Gasteiz.
Dentro del grupo, “las mujeres de esta edad, las personas que padecen una enfermedad somática y los ancianos atendidos en centros residenciales constituyen las poblaciones de mayor riesgo”, afirma el psiquiatra. Precisamente, la identificación del perfil de los grupos de riesgo facilita el diseño de programas de intervención preventiva que “han demostrado su eficacia”, asegura Martín Carrasco.
“Hasta hace poco tiempo”, puntualiza el experto, “la prevención en la tercera edad era de carácter secundario, es decir, más centrada en el diagnóstico precoz de la depresión que en evitar que ésta apareciese. Se procuraban minimizar las consecuencias de un cuadro depresivo y, por decirlo de una manera cercana, poner parches a la situación”.
En los últimos años, la situación ha cambiado. El hecho de identificar los grupos de riesgo permite concentrar esfuerzo para evitar “que la persona desarrolle un cuadro de depresión mayor”, arguye Martín Carrasco.
Entre los factores de riesgo más destacados se sitúan, a juicio del conferenciante, “la soledad, la aparición de enfermedades sicosomáticas, los cuadros de dolor intenso, el duelo o la falta de apoyo”. Desde esta perspectiva, Martín Carrasco estima que “es posible controlar la situación en determinados caso, conociendo las fuentes del problema”.
Atención especial a familiares de pacientes con Alzheimer
El psiquiatra aprovechó el curso para presentar un programa de apoyo a los familiares de pacientes con Alzheimer. ”El estudio Educa ha demostrado que la atención a la enfermedad de Alzheimer, y a las demencias en general, no puede limitarse a las personas afectadas, y debe extenderse a los cuidadores, por lo general, familiares del enfermo. El cuidado de una persona con enfermedad de Alzheimer puede ocasionar una situación de estrés continuado en el familiar o cuidador principal. Esta sobrecarga, especialmente si es intensa, puede contribuir a la aparición de toda una serie de consecuencias, tanto para el cuidador como para el paciente”, afirma el experto.
Tal y como asegura Martín Carrasco, “las secuelas de esta sobrecarga del cuidador se concretan en la aparición de ansiedad, insomnio, depresión o aumento de consumo de alcohol o sustancias tóxicas. Para el paciente, la consecuencia más importante es el ingreso en un centro residencial”. En este sentido, también aquí existen diferencias de género. “La mujer está más expuesta a la aparición de sobrecarga del cuidador, ya que se implica emocionalmente más con la persona a la que cuida. El varón adopta un papel más ‘profesional’, reserva más tiempo para él y acepta más fácilmente la ayuda de otras personas, familiares o profesionales”, manifiesta Manuel Martín.
Otro ejemplo de prevención hace referencia a la práctica de ejercicio físico. “Está demostrado que incide en la calidad de vida, en su autoestima y en el bienestar general, lo que reduce el riesgo de los síntomas depresivos”, apunta el experto.
El presidente de la Sociedad Española de Psicogeriatría hizo hincapié en “la eficacia” de las intervenciones progresivas. En este tipo de terapias, se trabaja sobre pacientes a los que se ha detectado algún síntoma depresivo leve en Atención Primaria. “Mediante una intervención por fases, educativa, psicoterapéutica y farmacológica, se ha logrado reducir los riesgos”.
Los trastornos afectivos en la vejez confluyen. Así, “depresión y ansiedad son trastornos que presentan un alto grado de comorbilidad; es decir, que con frecuencia se presentan simultáneamente. Asimismo, hay una tasa elevada de cuadros de ansiedad que evolucionan hacia una depresión, y no es raro que los síntomas ansiosos formen parte de la sintomatología residual de los cuadros depresivos”.
Entiende el especialista que “la mayoría de las personas ancianas que presentan este tipo de trastornos lo iniciaron en su juventud, aunque en ocasiones no fue diagnosticado y no recibió tratamiento, por lo que el mismo sujeto ignora que lo haya padecido. Sin embargo, existen casos de inicio tardío. A veces inciden factores de personalidad, así como acontecimientos vitales, que facilitan, desencadenan o agravan este tipo de trastornos”.
La cifra llega al 15% con los cuadros menos graves
El 7% de personas mayores de 65 años tiene una depresión mayor
Las mujeres, las personas con una enfermedad somática y los usuarios de centros residenciales constituyen las poblaciones de mayor riesgo.