Revisión de estudios

Alergias que se comen

Una revisión de 72 estudios publicados sobre alergias alimentarias.

MARÍA VALERIO

Para los alérgicos a los alimentos, la respuesta no está flotando en el aire, como diría Bob Dylan, sino reposando encima de la mesa, en el plato. El 'enemigo' puede ser el huevo, el pescado, la leche, el melocotón, las avellanas... y así una larga lista que sigue creciendo, a tenor de las estadísticas. De momento, la única solución es eliminar de la dieta el alimento que provoca la alergia, con todo lo que eso conlleva para la economía de miles de familias.

Esta semana, la revista 'The Journal of the American Medical Association' publica una revisión de 72 estudios publicados sobre alergias alimentarias y sus conclusiones no son muy halagüeñas: pese a que el problema está aumentando en los últimos años, faltan aún criterios homogéneos para diagnosticar y tratar estas alergias.

Se calcula que el problema afecta a entre un 2% y un 10% de la población, según los datos que maneja en su artículo el equipo de Jennifer Schneuder, de la Universidad de Stanford (EEUU), y con los que coincide el alergólogo madrileño Santiago Quirce, jefe del servicio de Alergias del Hospital Universitario La Paz (Madrid).

"Faltan estudios de prevalencia en la población general, aunque los datos que manejamos en las consultas de alergología hablan de un 2% entre los adultos y hasta un 8% en los niños", explica a ELMUNDO.es. Para paliar esa falta de información, la Unión Europea ha puesto en marcha el proyecto Europrevall, con participación de 17 países (entre ellos España).

En nuestro país, los datos obtenidos de más de 5.000 visitas a las consultas de alergia, indican que entre 1992 y 2005, las visitas por alergias a los alimentos han pasado del 3% al 7,5%. Y entre los más comunes, en adultos, destacan las frutas, sobre todo las rosáceas (melocotones, peras, manzanas...) que protagonizaron el 33% de las consultas, seguidos de frutos secos (26%), marisco (22%), huevo (16%), leche de vaca y lácteos (14%), etc.

Niños y adultos

"En los niños, la lista de alimentos alérgenos es diferente, y está encabezada por leche y huevos", aclara el doctor Quirce. En el caso de los niños la evolución de la enfermedad también es diferente, y lo habitual es que el problema vaya desapareciendo con los años. "Cuando eso no es así, y sólo en algunos casos muy seleccionados, está empezando a probarse la inducción de tolerancia oral", que consiste en ir forzando la tolerancia del sistema inmune a los alimentos mediante cantidades muy pequeñas, que van habituando al sistema inmune a ese alérgeno.

En los adultos, esta terapia de inducción también se está probando de manera experimental con melocotón, avellana o cacahuete, aclara el alergólogo de La Paz. "Pero en este caso lo que se logra es que los pacientes que antes reaccionaban incluso ante cantidades mínimas toleren algo más de nivel, pero siguen siendo alérgicos".

Precisamente, como aborda también el artículo de 'JAMA', las cantidades son una de las claves para diferenciar las alergias propiamente dichas de las intolerancias. "El ejemplo de la leche es el más paradigmático", prosigue Quirce. Una persona alérgica sufrirá sobre todo reacciones de tipo urticaria, picor en las manifestaciones más leves, hasta hipotensión o broncoespasmos en los más graves. "La alergia ocurre siempre que haya contacto con el alimento en cuestión, incluso en las cantidades más pequeñas; mientras que la intolerancia se describe mejor por una sensación de que 'me sienta mal' y no es reproducible en todas las ocasiones".

Como concluyen los autores en la revista, es importante disponer de un diagnóstico certero, porque de otra manera se contribuye a ocultar la verdadera morbilidad que sufren los pacientes verdaderamente afectados por alergias alimentarias "y perpetúan la falsa sensación en la población de que se trata de un problema médico trivial".