Por: Mikel López Iturriaga
Eso es lo más chocante del experimento artístico de la fotógrafa neoyorquina Sally Davies, que está inmortalizando la evolución de una hamburguesa y unas patatas fritas de la cadena de comida rápida en el salón de su casa y publicando las instantáneas en Internet.
En ambos productos no se observa ningún signo de enmohecimiento, putrefacción u otros procesos que afectan a la comida humana habitual fuera de las cámaras frigoríficas. Más de cuatro meses después de que la artista los comprara, están prácticamente igual que el primer día, cual brazo incorrupto de Santa Teresa.
El proyecto tiene una intencionalidad clara: denunciar lo artificial de la comida de McDonald's y demostrar su supuesto abuso de los conservantes. Y como todo lo que sirve para poner en solfa a la multinacional, ha tenido una fuerte propagación viral en las redes sociales. Sin embargo, el experimento tiene poco de original, puesto que los tests de duración de hamburguesas de la cadena se han venido sucediendo en Internet en los últimos años.
En 2004, Morgan Spurlock, autor del documental 'Super size me', metió menús de distintas cadenas de fast food en frascos de cristal y grabó su evolución. Las hamburguesas sí se descomponían, pero las McPatatas permanecieron intactas durante 10 semanas.
La revista neoyorquina 'Stay Free!' comparó en 2005 una hamburguesa con patatas fritas de un local de comida rápida del barrio de Brooklyn con una de McDonald's. En una semana, la primera estaba completamente enmohecida, mientras que la segunda sólo tenía leves motas de hongos.
La nutricionista estadounidense Karen Hanrahan mostró en su blog en 2008 una hamburguesa presuntamente comprada en McDonald's 12 años antes, que había mantenido guardada en un tupper fuera de la nevera. El aspecto era prácticamente el mismo que el de una recién comprada, sólo que según el testimonio de su poseedora "se empezaba a desmigar un poco y emitía el más extraño de los olores". En la imagen, la hamburguesa de 1996 está a la izquierda, comparada con una fresca comprada en el momento.
En marzo de 2010 la bloguera Nonna Joann publicó en BabyBites una entrada titulada 'Happy birthday, happy meal', en la que celebraba con ironía el primer cumpleaños de un menú de la cadena comprado hacía un año. Una vez más, las imágenes de la hamburguesa en 2009 y en la actualidad eran prácticamente iguales, a pesar de haber permanecido en una estantería de su estudio en Denver (EEUU) durante 12 meses. "Nunca ha olido mal, nunca se ha descompuesto ni se ha enmohecido", afirmaba Joann. "Creo que las hormigas, las moscas y los ratones son más listos que las personas, porque no se dejaron engañar. Nunca tocaron el happy meal. Los niños tampoco deberían hacerlo".
El último ensayo clínico con las hamburguesas de McDonald's lo ha llevado a cabo este mes un entrenador personal de Oklahoma (EEUU) llamado Christian Henning, con el mismo resultado: tres meses al aire libre y ni rastro de descomposición ni en la carne ni en las patatas fritas.
Y McDonald's, ¿qué dice de todo esto? El post de BabyBites tuvo tal impacto en la Red que la cadena se vio obligada a emitir un comunicado defendiendo su comida. "La carne de nuestras hamburguesas no lleva conservantes añadidos", aseguraba. Un hecho en el que se insiste en su página web: "Las piezas enteras de carne se mezclan y pican siñ añadir grasa, aditivos o conservantes". Sí se reconoce que las patatas fritas contienen ácido cítrico y tertbutilhidroquinona como conservantes.
¿Cómo se explica entonces la larga duración de las hamburguesas? Hay tres posibles respuestas. La primera, que la mayoría de estas pruebas se hayan llevado a cabo en condiciones de baja humedad, por lo que la carne simplemente se ha secado y ha permanecido así inmune a la descomposición. La pregunta entonces sería por qué esto no ocurre con cualquier otra carne frita en casa.
La segunda explicación es que McDonald's mienta y ponga conservantes, algo que también parece cuestionable ya que un simple análisis podría meter en serios problemas a la multinacional. La tercera, muy personal, es que exista una confabulación entre McDonald's y el Vaticano, por la cual éste ha cedido el secreto de la incorruptibilidad de los santos a la multinacional a cambio de dinero y/o hamburguesas gratis, en un pacto similar al que mantiene con Joan Collins o Ana Rosa Quintana.
En cualquier caso, da un poco de miedo ver estas carnes inaccesibles a la putrefacción, que desde luego no invitan a lanzarse a visitar los restaurantes de la cadena. Pero quizá también deberían inquietarnos esas frutas y verduras que permanecen intactas después de un mes en la nevera -ayer mismo me he encontré con horror unas ciruelas y unos paraguayos semiintactos al volver de vacaciones. O esos embutidos que se solidifican pero nunca se pudren. O esos panes de molde que no se ponen verdes ni en la orilla de un pantano. Claro que no llevan la etiqueta de McDonald's, y entonces vende menos criticarlos.