Sebastián A. Ríos
Prosperidad no es sinónimo de salud. Al menos no en términos poblacionales. Cuanto más desarrollado esté un país, mayor será la carga de enfermedad cardiovascular que soportarán sus ciudadanos de menor nivel socioeconómico.
Eso es lo que demuestra un estudio realizado en América latina, que tras evaluar los factores de riesgo cardiovascular de 11.550 hombres y mujeres de siete ciudades -Buenos Aires incluida- confirma esa inequitativa distribución de los factores de riesgo llamada "gradiente socioeconómico inverso".
"Nuestro estudio muestra que a medida que un país se desarrolla la carga de la enfermedad cardiovascular se traslada a los pobres", dijo el doctor Carlos Boissonnet, cardiólogo del Cemic y coordinador en Buenos Aires del estudio Carmela, que se realizó también en las ciudades de Barquisimeto, Bogotá, Lima, Quito, Santiago de Chile y Ciudad de México.
Publicado en la revista European Journal of Cardiovascular Prevention & Rehabilitation, el estudio que cierra la saga de 10 publicaciones en revistas internacionales del proyecto Carmela muestra que el síndrome metabólico (una peligrosa combinación de obesidad abdominal y otros factores de riesgo cardiovascular como la hipertensión o la resistencia a la insulina) afecta al 5,2% de las mujeres porteñas que se encuentran en la cima de la escala social, pero al 13,5% de las que se encuentran en la base.
Las diferencias en este y otros factores de riesgo cardiovascular -como el índice de masa corporal o el perímetro de cintura- en función del nivel socioeconómico fueron más claras entre las mujeres que en los varones. "Nuestros resultados sugieren que en los países en desarrollo el creciente peso de la obesidad y de sus indeseables consecuencias metabólicas afectará selectivamente a las mujeres más desfavorecidas en un futuro cercano", dijo el doctor Herman Schargrodsky, cardiólogo del Hospital Italiano e investigador principal del estudio Carmela.
"El concepto central es que las mujeres son más vulnerables a los mecanismos sociales que modulan este aumento del riesgo cardiovascular, aunque no es claro por qué", agregó Boissonnet.
Pobreza y enfermedad
Durante décadas, la enfermedad cardiovascular, sus factores de riesgo y sus complicaciones fueron un mal de la abundancia. "La diabetes y el infarto eran un problema de los países ricos -dijo Boissonnet-. Pero estos problemas se están expandiendo a los países en desarrollo y hoy uno puede encontrar diabetes en Africa o infartos en Asia."
La causa detrás del avance de las enfermedades no transmisibles en el mundo en desarrollo no es otra que la llamada "transición nutricional", que es la adopción de un estilo de vida asociado a dietas de alto contenido calórico y al sedentarismo, que conduce al sobrepeso y a la obesidad, que minan la salud cardiovascular.
"En los países menos desarrollados, los pobres tienen dificultad para acceder al alimento y por lo tanto difícilmente serán obesos. Cuando se alcanza cierto nivel de desarrollo económico, la comida se hace más accesible para la mayoría de los pobres y entonces el proceso que traspasa la carga de la obesidad a los más desfavorecidos comienza -dijo Schargrodsky-. La transición nutricional ha creado un medio ambiente obesogénico que afecta selectivamente a las personas pobres que están más restringidas en sus elecciones."
"Así como en los países desarrollados el riesgo cardiovascular se ha trasladado a las clases más pobres, a medida que los países se desarrollan y avanza la transición nutricional ocurre lo mismo con el riesgo cardiovascular dentro de sus sociedades. Si uno toma un país atrasado, la enfermedad cardiovascular será un problema de los más ricos, pero cuanto más desarrollado sea el país, mayor será la carga que soportarán los más pobres", dijo Boissonnet.
En ese sentido, el estudio Carmela mostró que en países más desarrollados, como la Argentina, Chile o México, se expresaba el mencionado gradiente socioeconómico inverso, mientras que en países menos desarrollados, como Venezuela, Colombia, Perú o Ecuador, los factores de riesgo cardiovascular siguen teniendo un peso mayor sobre las clases más acomodadas.
¿Cómo afrontar el desafío de una sociedad en la que el riesgo cardiovascular se reparte de forma desigual? "Las intervenciones poblacionales no pueden depender de la elección de la persona: el pobre no puede optar por una comida más sana, porque no puede pagarla -dijo Boissonnet-. Tienen que ser intervenciones que lleguen a todos, como bajar el contenido de sal de los alimentos o que haya espacio público para la actividad física. Que no haya que elegir, que la opción por defecto sea la más saludable."