Las jeringas que tienen un menor “volumen muerto” retienen menos cantidad de sangre que puede contener virus de la hepatitis C (VHC) o VIH. Por tanto, el cambiar a este tipo de jeringas podría reducir la transmisión de estas infecciones entre usuarios de drogas inyectables (UDI). Por “volumen muerto” se entiende el que queda en la jeringa una vez apretado el émbolo por completo, y en el que pueden quedar restos de sangre u otros fluidos.
Un equipo de investigadores de RTI Internacional y el Instituto Futures propone que el cambio del tipo de jeringas disponibles en aquellas zonas donde la epidemia local de VIH se debe, en gran medida, a conductas de riesgo relacionadas con la inyección de drogas, podría reducir e incluso detener la transmisión entre la población de UDI.
La clave puede residir en la diferencia entre las jeringas con gran volumen muerto y las de poco volumen muerto. Mientras que las primeras tienen agujas desechables y retienen unos 84 μL de líquido con el émbolo apretado, las de bajo volumen muerto, por lo general, cuentan con agujas que están unidas de forma permanente y solo retienen un promedio de 2 μl.
De este modo, una persona que comparta una jeringa con un elevado espacio muerto es más probable que se vea expuesta a virus que si se hubiera compartido una con poco volumen muerto.
En experimentos realizados en el laboratorio para simular el proceso de aspirar sangre en la jeringa y aclararla con agua, los dispositivos con elevado volumen muerto retuvieron 1.000 veces más VIH que las de bajo espacio.
La hepatitis E se encuentra en todo el mundo, y los distintos genotipos del virus determinan las diferencias en la epidemiología. Los genotipos 1 y 2 se presentan generalmente en los países en desarrollo y causan brotes a nivel comunitario, mientras que el genotipo 3 se observa usualmente en los países desarrollados y no causa brotes.
A nivel mundial, 70.000 muertes y 3,4 millones de casos de hepatitis E aguda son atribuibles a la infección por los genotipos 1 y 2 del virus de la hepatitis E. Las mayores tasas de seroprevalencia se observan en regiones donde el deficiente nivel de saneamiento aumentan el riesgo de transmisión del virus. En Egipto, la mitad de la población mayor de 5 años es serológicamente positiva para el virus de la hepatitis E. Las condiciones en los campamentos de refugiados en Sudán del Sur son tales que, una vez establecida, la enfermedad es difícil o imposible de controlar y erradicar, como se describe en la noticia de MSF.
El virus de la hepatitis E se transmite principalmente por vía fecaloral debido a la contaminación fecal del agua potable. Otras vías de transmisión incluyen la transmisión alimentaria por la ingestión de productos derivados de animales infectados, y la transmisión vertical de la mujer embarazada a su feto. Actualmente, no hay vacuna disponible para el control de la hepatitis E.
El virus es autolimitante en condiciones normales, y son raros los casos de hepatitis fulminante, presentando las mujeres embarazadas riesgo aumentado. En ambientes como los campamentos de refugiados de Sudan del Sur, las consecuencias son mucho más graves, especialmente para las mujeres embarazadas.
Experimentos similares con jeringas con poco volumen muerto también evidenciaron que hubo menos probabilidad de transmitir el virus. Los estudios mostraron que el VHC solo pudo vivir durante un día en una jeringa con poco volumen muerto, frente a los 60 días en la jeringa con elevado volumen muerto.
Empleando un modelo matemático, los autores comprobaron que el reemplazar las jeringas con elevado volumen muerto por otras con menor volumen muerto en países donde la propagación de la epidemia se debe en gran medida a las prácticas inseguras de inyección (como China, Indonesia, Rusia o Ucrania) conseguiría importantes reducciones en la transmisión del VIH, con un resultado previsible en la reducción de las transmisiones a casi cero en un plazo de ocho años.
Un sondeo efectuado para determinar las actuales tasas de transmisión del VIH en ciudades con unas tasas elevadas de consumo de drogas inyectables parece respaldar esta afirmación. En países donde se usan principalmente jeringas con elevado volumen muerto, la prevalencia de VIH fue baja en la población de UDI de 18 ciudades o áreas, moderada en 15 y elevada en 25. En las ciudades o áreas donde fueron más habituales las jeringas con menor volumen muerto, la prevalencia de VIH fue baja en ocho de esas zonas y elevada solo en una de ellas.
El autor principal del estudio, William Zule, afirmó que aunque es preciso realizar más estudios, esta intervención debería implementarse y evaluarse lo antes posible, y añadió que el cambio de jeringas de alto volumen muerto por otras de bajo volumen debería considerarse como un componente adicional de los paquetes integrales de prevención del VIH.
En este sentido, los autores ponen de relieve la necesidad de disponer de estudios de fiabilidad y ensayos de distribución aleatoria con control, así como realizar valoraciones rápidas a las personas que consumen drogas inyectables para detectar posibles barreras a este cambio.
Siendo una iniciativa de bajo coste, la principal preocupación es la dificultad para hacer llegar la información a los usuarios de drogas inyectables, proveedores de atención sanitaria y farmacéuticos sobre los motivos para efectuar esta intervención.
Otra posible barrera para su implementación generalizada es que la mayoría de las jeringas con poco volumen muerto tienen el cuerpo más corto y la aguja está fijada de forma permanente. Esto podría no ser adecuado si se consumen drogas que deben disolverse en un gran volumen de líquido. Además, a menudo los usuarios de drogas pueden preferir agujas desprendibles, que puedan reemplazarse en caso de que se atasquen. En la actualidad, solo existe un único fabricante de jeringas con poco espacio muerto y agujas intercambiables, y su precio es relativamente elevado.
A pesar de estos posibles obstáculos, los activistas en este ámbito han recibido bien los hallazgos de este estudio, y consideran que estos datos justifican que se revisen las políticas de los programas de acceso a jeringas. Según estas personas, el cambio a estas jeringas con poco volumen podría, a nivel mundial, no solo reducir el número de infecciones por VIH, sino también las de VHC, entre la población de usuarios de drogas inyectables.