Daniel Mediavilla
Nuestras memorias están manipuladas y es probable que hasta los momentos más emotivos, como el encuentro con un gran amor o el nacimiento de un hijo, no sucedieran como los recordamos. Y no es que exista un dictador totalitario que ha logrado acceso a nuestro cerebro para modificarlo a su antojo; somos nosotros mismos quienes reescribimos nuestro pasado.
Según un estudio de la Universidad del Noroeste (EEUU), la memoria toma fragmentos del momento actual y los inserta en el pasado para que encaje mejor en nuestro mundo presente. Este trabajo, que se publica en la revista Journal of Neuroscience, es una prueba más de que el funcionamiento de nuestra memoria se parece poco al de una cámara de vídeo y que nuestros recuerdos no son demasiado fiables.
“Cuando piensas en el momento en que conociste a tu actual pareja, es posible que recuerdes un sentimiento de amor y euforia”, afirma en un comunicado de la Universidad del Noroeste Donna Jo Bridge, autora principal del estudio. “Sin embargo, es posible que estés proyectando tus sentimientos actuales sobre el momento del encuentro original con esta persona”, añade. De alguna manera, las memorias se adaptarían a un entorno cambiante para ayudarnos a enfrentarnos a lo que es importante para la supervivencia en el presente.
Investigadores como Elisabeth Loftus, de la Universidad de California en Irvine, han probado en diversos experimentos que es posible insertar memorias falsas en una persona. En una ocasión, logró convencer a un buen número de personas de que habían sorprendido a sus padres teniendo sexo e incluso sugestionó a un 16% de una muestra hasta que creyeron haber presenciado posesiones demoníacas.
Para ir más allá e introducir memorias que, casi con total seguridad, no correspondiesen a nada sucedido en la realidad, Loftus convenció al 16% de los participantes en otro ensayo de que se habían encontrado con Bugs Bunny, un personaje de la Warner, en Disneyland.
En una última vuelta de tuerca, realizó un experimento en el que consiguió hacer que un 30% de los participantes recordase haberse encontrado en Disneyland con un Bugs Bunny drogado que además les chupó las orejas.
Un investigador convenció al 30% de los participantes en otro ensayo de haberse encontrado en Disneyland con un Bugs Bunny drogado que les chupó las orejas
La novedad del estudio de Bridge es que trata de mostrar el momento en que el recuerdo falso se implanta dentro de la memoria existente. Además, los autores del trabajo descubrieron que la sala de montaje en la que se editan los recuerdos como si de una película se tratase es el hipocampo.
Para realizar su experimento, se mostró a 17 individuos 168 objetos localizados en distintos lugares de la pantalla de un ordenador sobre distintos fondos, desde el fondo del océano hasta un paisaje rural, y se les pidió que recordasen su situación. A continuación, los investigadores pidieron a los participantes que localizasen los objetos en el mismo lugar que en el caso inicial, pero sobre un fondo distinto.
En todos los casos, fallaron. En una tercera fase del estudio, se mostró a los voluntarios los objetos en tres lugares en la pantalla original y se les pidió que los colocasen en el lugar correcto. Las opciones que se les ofrecían eran la localización original del objeto, el lugar en el que ellos lo habían colocado en la segunda parte del experimento o una localización nueva.
“Los participantes elegían siempre la localización que habían escogido en la segunda parte”, explica Bridge. “Esto muestra que su memoria original de la localización había cambiado para reflejar la localización que recordaban sobre el nuevo fondo. Su memoria actualizó la información insertando la nueva información en el viejo recuerdo”, concluye.
Por último, cuando los investigadores cambiaron de nuevo el experimento y pidieron a los participantes que colocasen el objeto en una nueva localización distinta de la original, el pequeño cambio hizo que recordasen el lugar en el que estaba situado en la fase inicial de la prueba. Mientras realizaban estas pruebas, los participantes se sometieron a un sistema de imagen por resonancia magnética para observar su actividad cerebral y localizar el lugar y el momento en el que se estaban produciendo las modificaciones de la memoria.
Abusos sexuales inexistentes
Aunque este tipo de experimentos para tratar de entender cuándo y por qué mecanismos cambiamos nuestras memorias aún están en una fase inicial, avanzar en este campo tendría aplicaciones prácticas muy interesantes.
Estudios sobre la memoria como los de Loftus han puesto en duda el valor de los recuerdos de los testigos de crímenes en los juicios. En algunos procesos por abusos sexuales a menores, la investigadora estadounidense mostró, por ejemplo, cómo algunas técnicas de psicoterapia empleadas para recuperar las memorias que sirvieron como base para la acusación habían puesto el sustrato ideal para insertar recuerdos falsos.
Entre las técnicas para recuperar las memorias suprimidas por el trauma, se incluían síntomas tan comunes como la baja autoestima o el sentimiento de culpa como indicios de que el abuso había sucedido. Los terapeutas podían preguntar por posibles casos de incesto a personas que acudían a ellos por problemas psicológicos, e invitaban a los pacientes a buscar las memorias ocultas imaginando posibles situaciones de abuso. Este tipo de consejos suponían una base propicia sobre la que colocar memorias irreales.
Las preguntas de jueces o policías pueden insertar recuerdos falsos en los testigos
Trabajos como los de Bridge podrían ayudar a determinar los mecanismos que favorecen la inserción de recuerdos falsos y tratar de valorar mejor, por ejemplo, la fiabilidad de la declaración de un testigo. Por ahora, los estudiosos de la memoria tratan de llamar la atención sobre las limitaciones de este tipo de pruebas en los juicios.
Como sucede en el estudio de los investigadores de la Universidad del Noroeste, otros trabajos han mostrado que las preguntas de los policías o los jueces pueden inclinar a los testigos a recordar eventos que no son reales. Parece claro que la memoria se parece poco a un fiable sistema de grabación digital, pero es posible que conocer el funcionamiento de esa máquina imperfecta puede ayudar a utilizarla de un modo más apropiado.
Daniel Mediavilla: He escrito sobre ciencia en ABC y en Público. También fui asesor del secretario de Estado de Investigación. Ahora, en MATERIA