Una nueva revisión sugiere que las grasas saturadas, como las que se encuentran en muchos productos lácteos y la carne, quizá no hagan una contribución tan grande a las enfermedades cardiacas o la muerte prematura como muchos creen.
Pero los investigadores canadienses que realizaron la revisión sí hallaron un vínculo claro entre los problemas cardiacos y las grasas trans, que se encuentran en los alimentos altamente procesados como los refrigerios, la margarina y los productos horneados.
"No todos los estudios que observamos llegaron a la misma conclusión, pero en general encontramos que la asociación entre un consumo más alto de grasas saturadas y un riesgo más alto de enfermedades cardiacas y muerte [prematura] fue muy consistente", señaló el autor del estudio, Russell de Souza.
"Y dado que no encontramos evidencias de que la grasa trans ofrezca ningún beneficio para la salud, quitarla de los alimentos que comemos es la idea correcta", añadió de Souza, dietista registrado y profesor asistente de epidemiología clínica y bioestadística de la Universidad McMaster en Hamilton, Ontario.
"Por otra parte, la asociación entre el consumo de grasa saturada y un riesgo más alto de sufrir problemas de salud parecidos fue variable y no quedó clara", añadió. "Pero queremos ser precavidos. No estamos diciendo que tengamos la seguridad de que la grasa saturada sea realmente benigna".
De Souza y sus colaboradores publicaron sus hallazgos en la edición en línea del 11 de agosto de la revista BMJ.
Los autores del estudio dijeron que las directrices dietéticas actuales defienden que se limite el consumo de grasa saturada a menos del 10 por ciento de la ingesta calórica, y que se limite la grasa trans a menos de un 1 por ciento de la dieta.
El análisis de la grasa saturada del equipo contó con 41 estudios realizados en Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Canadá, China, Grecia y Australia. Una investigación internacional distinta también se incluyó en la revisión.
Su examen de la grasa trans se centró en 20 estudios realizados en Estados Unidos, Finlandia, China y los Países Bajos.
Al final, el equipo no descubrió ninguna evidencia clara que hiciera hincapié en una asociación entre unas cantidades más altas de grasa saturada y un riesgo más alto de fallecimiento por cualquier causa.
De forma parecida, no se encontró ningún vínculo entre la grasa saturada y un riesgo más alto de accidente cerebrovascular, la diabetes tipo 2 y/o las enfermedades cardiacas.
Una vez dicho eso, los investigadores advirtieron de que la carencia de suficientes evidencias significaba que no podían descartar la posibilidad de que la grasa saturada contribuya a tener un riesgo más alto de muerte prematura por una enfermedad cardiaca.
Por otra parte, la revisión sí observó un vínculo firme entre un mayor consumo de grasa trans y un aumento del 34 por ciento en el riesgo de muerte prematura por cualquier causa, además de un aumento del 28 por ciento en el riesgo de muerte prematura concretamente por una enfermedad cardiaca.
Y aunque no se observó una asociación clara entre el consumo de grasa trans y un riesgo mayor de accidente cerebrovascular o diabetes, la grasa trans se relacionó con un aumento del 21 por ciento en el riesgo de contraer enfermedades cardiacas.
Pero el estudio no demostró que consumir grasas trans provoque enfermedades cardiacas o una muerte prematura.
Lona Sandon, profesora asistente de nutrición clínica en el Centro Médico Southwestern de la Universidad de Texas, en Dallas, advirtió en contra de interpretar el mensaje mezclado del estudio como una licencia para debilitar los límites puestos al consumo de las grasas saturadas.
"La grasa saturada nos sigue preocupando sin lugar a dudas", dijo. "La situación de las grasas saturadas sigue sin estar clara. Parte del problema es que sabemos que hay algunas grasas saturadas que no son dañinas y posiblemente incluso sean beneficiosas. Pero no podemos distinguir los tipos saludables de grasas saturadas de las que no son tan saludables. Vienen empacadas juntas en los alimentos", explicó.
De modo que Sandon dijo que "el mensaje sigue siendo limitar las grasas saturadas e intentar ingerir las grasas a partir de las grasas mono y poliinsaturadas que estamos bastante seguros de que son buenas para la salud".
De Souza ofreció el mismo consejo: "Desaconsejaría ignorar las evidencias firmes y consistentes que ya tenemos y que muestran que si reducimos las grasas saturadas y las reemplazamos con grasas no saturadas saludables, como el aceite de oliva o de canola, observamos beneficios en cuanto a la reducción de los niveles de colesterol y el riesgo de enfermedades cardiacas".
FUENTES: Russell de Souza, Sc.D., registered dietician, assistant professor, clinical epidemiology & biostatistics, McMaster University, Hamilton, Ontario, Canada; Lona Sandon, R.D., assistant professor, clinical nutrition, University of Texas Southwestern Medical Center at Dallas; Aug. 11, 2015, BMJ http://www.bmj.com/content/351/bmj.h3978