Podría reducir el nivel de la hormona del sueño en los niños

La luz de los smartphones y las tabletas

El hallazgo sugiere el uso de los dispositivos electrónicos antes de acostarse podría retrasar el sueño

Fuente: Medlineplus

Un nueva investigación ofrece una razón convincente para que los padres prohíban los smartphones, las tabletas y las computadoras portátiles en las habitaciones de sus hijos por la noche: la luz brillante de estos dispositivos podría reducir los niveles de melatonina, una hormona que induce el sueño.

El efecto más pronunciado se observó en los niños que estaban entrando en la pubertad, en los que los niveles de melatonina por la noche se reducían hasta un 37 por ciento en algunos casos, según los investigadores.

Basándose en un estudio reciente que sugiere que el 96 por ciento de los adolescentes usan al menos un dispositivo de alta tecnología en la hora previa a acostarse, los investigadores tienen una sugerencia para los padres.

"El mensaje es que realmente debemos tener cuidado con proteger especialmente a nuestros adolescentes jóvenes de la luz por la noche, lo que significa que los padres han de quitar todas las pantallas del dormitorio, porque en última instancia pueden ser bastante perjudiciales para la capacidad de dormir lo suficiente de un niño", afirmó Mary Carskadon, coautora del estudio y profesora de psiquiatría y conducta humana en la Facultad de Medicina Alpert de la Universidad de Brown, en Providence, Rhode Island.

La pubertad y los cambios en los hábitos de sueño van de la mano, indicaron los autores, ya que a medida que los niños van creciendo empiezan a querer acostarse más tarde.

Hasta cierto punto, el cambio probablemente sea motivado por varios factores sociales, incluyendo el hecho de que las restricciones de los padres se vuelven menos estrictas, a las amistades y a los medios de comunicación. Pero los científicos creen que los factores biológicos también influyen, a medida que el reloj interno del sueño de un niño empieza a cambiar.

El núcleo de ese cambio es la sensibilidad a la luz, dijo Carskadon, que también es directora del Laboratorio de Investigación sobre el Sueño y la Cronobiología del Hospital E.P. Bradley. Su equipo teorizó con que la pubertad aumenta la sensibilidad de un niño a la luz por la noche, lo que provoca que los niveles de melatonina sigan bajos y retrasen el momento de dormir.

Pero los investigadores también sospechaban que este proceso natural podría llegar a ser inestable cuando los niños, que van teniendo una nueva sensibilidad a la luz, tienen cerca la luz brillante de la tecnología moderna.

De modo que los autores del estudio se centraron en 38 niños de entre 9 y 15 años (la pubertad temprana), junto con 29 chicos y chicas de entre 11 y 16 años (pubertad tardía o post-pubertad).

Durante 4 noches, se expuso a todos a una sola hora de luz, con 4 niveles distintos de brillo. Los niveles de brillo variaron desde la "luz romántica de un restaurante" casi oscura hasta lo que Carskadon llamó la "luz que se encontraría en la sección de productos agrícolas de su supermercado de gran tamaño favorito".

Las exposiciones se produjeron o a las 11 p.m. o a las 3 a.m., dijeron los autores.

El resultado: aunque las lecturas de melatonina fueron uniformes durante las pruebas de la luz temprano en la mañana, las pruebas de la luz tarde en la noche provocaron una mayor supresión de la melatonina en los chicos y en las chicas en las etapas más tempranas de la pubertad.

En ese grupo, la luz "ambiental" tenue rebajó el nivel de melatonina en más de un 9 por ciento, mientras que la luz "normal" de la habitación desencadenó una reducción del 26 por ciento y la luz "brillante" propició una caída del 37 por ciento. En general, los adolescentes mayores experimentaron una reducción mucho más baja de sus niveles de melatonina, según el estudio.

Pero el estudio no demostró que la exposición a una luz brillante antes de acostarse provoque que los adolescentes duerman menos.

"No podemos afirmar que hayamos encontrado un 'problema' con el sueño", dijo Carskadon. "Pero lo que sí hallamos fue que los niños pequeños expuestos a la luz en el momento de acostarse experimentaron una reducción de la producción de melatonina. Y esto podría provocar que los ritmos del sueño se vieran afectados de tal manera que provoquen que los niños sigan despiertos hasta más tarde, que es exactamente lo que los adolescentes no deben hacer".

El Dr. Jim Pagel, director de Rocky Mountain Sleep en Pueblo, Colorado, se mostró de acuerdo con el hallazgo.

"No me sorprende", comentó. "Al inicio de la pubertad, el patrón circadiano es muy inestable y muy sensible a la luz. Así que los problemas que encontraron tienen sentido".

Kelly Baron, directora del Programa de medicina conductual del sueño de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad de Northwestern, en Chicago, se hizo eco de esa opinión.

"Este estudio en realidad no realizó una prueba sobre cómo afectó la luz al sueño mismo, pero sí descubrió que provoca un problema en el proceso de quedar dormido al suprimir la melatonina", dijo Baron.

"Al mismo tiempo, otros estudios han mostrado de forma consistente que los aparatos electrónicos en el dormitorio son perjudiciales para dormir tanto para los padres como para los niños, francamente, lo que significa que todos deberíamos pensar en modos de limitar nuestra exposición a los aparatos electrónicos, y a la luz en general, antes de ir a la cama", dijo Baron.

Los hallazgos del estudio se publicaron en línea recientemente en la revista Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism.


FUENTES: Mary Carskadon, Ph.D., professor, psychiatry and human behavior, Alpert Medical School, Brown University, and director, Bradley Hospital Sleep and Chronobiology Research Laboratory, E.P. Bradley Hospital, East Providence, R.I.; Jim Pagel, M.D., associate clinical professor, University of Colorado Medical School System, and director, Rocky Mountain Sleep, Pueblo, Colo.; Kelly Baron, Ph.D., M.P.H., assistant professor, neurology, and director, behavioral sleep medicine program, department of neurology, Feinberg School of Medicine, Northwestern University, Chicago; Aug. 26, 2015, Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism