La guerra contra las enfermedades infecciosas (la medicina versus los microbios) se ha mantenido estable: la tasa de mortalidad por esas enfermedades en EE. UU. es ahora más o menos igual que en 1980, señala una nueva investigación.
Pero algunas de las amenazas de enfermedades específicas han cambiado a lo largo de los años, anotaron los autores del estudio.
Los investigadores encontraron que la tasa nacional de mortalidad por infecciones era de casi 46 muertes por cada 100,000 personas en 2014. Esta cifra contrastó con 42 por cada 100,000 en 1980.
Pero en ese tiempo hubo algunos cambios importantes.
La tasa general de mortalidad subió incluso hasta 63 por cada 100,000 en 1995, debido a la epidemia de VIH/SIDA, según el estudio. Las muertes por el SIDA se redujeron a partir de ese momento, con la introducción de los "cócteles de medicamentos" que han convertido al VIH en una enfermedad crónica manejable.
Pero aunque hubo avances contra el VIH, las muertes por las complicaciones de la neumonía y la gripe se mantuvieron constantes a lo largo de los años.
Además, las muertes por algunas enfermedades infecciosas aumentaron, incluyendo el virus del Nilo Occidental, transmitido por los mosquitos, y la infección intestinal con la C. difficile.
Los investigadores dijeron que aunque quizá las infecciones no sean el azote que eran hace cien años, siguen siendo una amenaza.
"Esto nos muestra lo difíciles que siguen siendo estas enfermedades", afirmó la investigadora principal, Heidi Brown, profesora asistente de epidemiología y bioestadística de la Universidad de Arizona.
El rostro cambiante de la mortalidad por el VIH es parte de las "buenas noticias", anotó Brown. "Vemos lo que puede suceder cuando de verdad trabajamos en algo", dijo.
Pero dado que las muertes por otras infecciones se mantienen estables o aumentan, "debemos permanecer alertas", añadió Brown.
Un especialista en enfermedades infecciosas que revisó el estudio se mostró de acuerdo.
"Las tendencias generales en las enfermedades infecciosas han sido alentadoras en cuanto al impacto sobre la mortalidad", comentó el Dr. William Powderly, presidente de la Sociedad Americana de Enfermedades Infecciosas (Infectious Diseases Society of America).
Pero añadió que sigue habiendo desafíos importantes, y la amenaza de resistencia a los antibióticos es el principal.
Un ejemplo es el aumento reciente de la C. difficile, una infección bacteriana que provoca dolor abdominal, diarrea, y en algunos casos una inflamación grave del colon, según el Colegio Americano de Gastroenterología (American College of Gastroenterology).
Según Powderly, uno de los principales motivos es que los médicos y los hospitales han tenido que usar antibióticos cada vez más potentes para combatir a las infecciones tenaces. Eso destruye las bacterias "buenas" de los intestinos del paciente y permite a los gérmenes de la C. difficile, que con frecuencia son resistentes a los medicamentos utilizados contra otras infecciones, quedar fuera de control.
Hasta ahora, las muertes por patógenos con cepas resistentes a los antibióticos no han aumentado, encontró el equipo de Brown.
Pero la tasa de mortalidad estable "en realidad no captura el problema", planteó Powderly.
"Nos preocupa que el ritmo de desarrollo de nuevos fármacos no se está manteniendo al día con el desarrollo de la resistencia a los medicamentos", anotó.
Lo que se necesita, según Powderly, es un uso más juicioso de los antibióticos. "Debemos hacer un mejor trabajo de administrar el antibiótico correcto al paciente correcto en el momento correcto", dijo.
Los nuevos hallazgos, publicados el 22 de noviembre en la revista Journal of the American Medical Association, se basan en estadísticas del gobierno federal.
En general, las muertes por cualquier enfermedad infecciosa se redujeron de forma sustancial entre 1900 y 1950, con la excepción de un aumento marcado durante la gripe pandémica de 1918, mostró el estudio.
Según Powderly, es probable que la mayor parte de ese descenso se pueda atribuir a las vacunas infantiles.
Al enfocarse en años más recientes, los investigadores encontraron que las muertes eran ligeramente más altas en 2014 que en 1980. La neumonía y la influenza fueron las causas más comunes, al conformar casi un 40 por ciento de las muertes por enfermedades infecciosas en ese periodo.
La tasa de mortalidad por la neumonía y la gripe se mantuvo constante entre 1980 y 2014, más o menos en 17 por cada 100,000.
"A medida que la gente envejece, la neumonía y la influenza siguen siendo una causa importante de muerte", señaló Powderly. "Esto nos recuerda la importancia de las vacunas en la adultez".
Se trata de la vacuna anual contra la gripe y la vacuna neumocócica, que puede proteger de ciertas causas de neumonía.
El equipo de Brown también encontró que las muertes por infecciones "transmitidas por vectores" habían aumentado ligeramente. Esto se relacionaba con la introducción del virus del Nilo Occidental, transmitido por los mosquitos, en 1999, señalaron los investigadores. Desde 2002, la tasa de mortalidad anual promedio por todas las infecciones transmitidas por vectores ha permanecido en 0.05 muertes por cada 100,000 personas, reveló la investigación.
Esas cifras son bajas, dijo Brown. Pero, añadió, el Nilo Occidental es un recordatorio de que de repente pueden surgir nuevas amenazas infecciosas.
Además, enfatizó, este estudio se enfocó solo en las muertes por las infecciones, lo que no captura la "carga" completa que las enfermedades infecciosas conllevan para los individuos y la sociedad.
Powderly se mostró de acuerdo. En cuanto a lo que el público general puede hacer, ofreció un consejo: "si no necesita un antibiótico, no lo tome", dijo. "Los antibióticos son inútiles para el resfriado común, por ejemplo".
Los adultos deben saber cuáles vacunas se recomiendan para ellos, apuntó Powderly. "Si el médico no lo menciona, debe mencionarlo usted", dijo.
FUENTES: Heidi Brown, Ph.D., M.P.H., assistant professor, epidemiology and biostatistics, University of Arizona, Tucson; William Powderly, M.D., president, Infectious Diseases Society of America; Nov. 22/29, 2016, Journal of the American Medical Association