Es difícil reescribir este apartado cuando hay más de una decena de publicaciones nuestras sobre el particular. En cada una hemos ido incorporando los nuevos descubrimientos de los mecanismos centrales y periféricos vinculados a la regulación de la ingesta y la saciedad (incluso asistiendo con sorpresa a la predominancia de los segundos sobre los primeros). Pero no queremos convertir este tema en una compleja descripción neurobiológica sin aplicabilidad clínica. Por ello, a pesar de poder ser consideradas repetitivos, volveremos a consignar algunos hechos históricos, semiológicos y prácticos que hemos descripto en varios libros y artículos desde el ipbi. Hemos, así mismo, agregado teorías psicodinámicas, sistémicas y socioculturales sobre la génesis de los trastornos.
Respecto de los antecedentes históricos hemos escrito hasta el hartazgo que, cuando Morton en 1694 y Gull en 1874 describen respectivamente el primer caso de anorexia nerviosa y de bulimia, lejos estaban de advertir que era el comienzo de la estandarización de una serie de patologías que actualmente se engloban como "desórdenes de la alimentación".
Richard Morton, médico clínico, realizó la primera descripción de la anorexia con el llamativo nombre de "consunción nervios". Sin embargo es Lasegue, médico psiquiatra, licenciado en letras y gran amigo de Charcot, quien la llama “anorexia histérica” en 1870 (época de plena difusión europea del concepto de neurosis, ampliamente difundido por Freud, siguiendo los primeros intentos terapéuticos de Breuer).
En 1888 Huchard cambia el término “histérica” por “nerviosa”, tomando de aquí en más su nombre definitivo. Aunque en los tiempos que corren, otra vez se tiende a no diferenciar los distintos desórdenes y surgen conceptos como el de "desórdenes mixtos", "bulimarexia" o "desórdenes alimenticios no especificados".
Las posibles bases biológicas de los mismos comienzan a vislumbrarse a comienzos del siglo XX, luego de que Simmonds describiera su síndrome caquectizante secundario a panhipopituitarismo y debido a la semejanza sintomatológica entre éste y la anorexia nerviosa, se empieza a suponer cierta participación química y neurofisiológica en la patofisiología de esta última enfermedad.
Así, Delay, el padre de la psicofarmacología, la llama “endocrinoneurosis juvenil”; Decourt le pone el nombre de “caquexia psicoendócrina de la premadurez”; Krestchmer el de “distrofia pubertaria” y Soltman la reconoce como “neurosis por falla de la nutrición central”.
Sin embargo, ya siglos antes encontramos en la literatura médica y literaria datos sobre estas patologías.
Como hemos citado muchas veces, ya en el diario de una compañera de celda de Santa Catalina de Siena (1410-1461), se la describe como una de las primeras bulímicas registradas :
Dice: “ Con el objeto de evitar el escándalo, a veces tomaba un poco de ensalada y un poco de otras verduras crudas, las masticaba, y luego se alejaba para escupirlas. Y si llegaba a tragar la menor partícula, su estómago no la dejaba en paz hasta tanto no la hubiera vomitado. Pero he aquí que vomitar le resultaba muy penoso ya que todo su rostro se hinchaba. En estos casos se apartaba y se hacía cosquillas en la garganta con un tallo de hinojo o con una pluma de oca, hasta conseguir librarse de lo que acaba de tragar. Es lo que ella llamaba hacer justicia...”
Han pasado más de quinientos años y hay síntomas que persisten exactos.
Hay muchos ejemplos en la historia de santas y místicas anorécticas (Colomba di Rietti, Benvenuta Bojani y Santa Clara de Asís, entre cientos). Una posible explicación a este fenómeno se basa en que psicopatológicamente la anorexia es conceptualizada como la negación a la forma redondeada femenina con su explicación básica en la negación a la sexualidad y la procreación. Recordemos que en el medievo y en el renacimiento el único modo socialmente aceptado de dejar de lado estas funciones era entrar a ser sierva de la Iglesia. Por eso creeemos que es tan común el paralelismo entre desórden alimenticio y vida religiosa.
En el otro lado del rol femenino, entre las que podían gozar de la opulencia y debían servir como ente reproductor, además de como lucimiento personal de quien las portaba como marido, la emperatriz Isabel de Austria, Sissi, está documentada como una anoréctica grave en la época del romanticismo. Recordemos que acá, el modelo femenino coincidía con signos sexuales abundantes e indicadores de femineidad y capacidad reproductiva. Ella, según relatan infinidad de biografías de la época, había hecho instalar en su sala de baño un gimnasio, al cual dedicaba cinco o seis horas diarias antes de sus tres horas habituales de equitación. Por períodos largos se negaba a alimentarse (aún cuando esto supusiera tener que faltar a las comidas oficiales) y a ejercer sus deberes conyugales con su real esposo. En sus poemas leemos estos versos: "Amado: no me des amor ni vino/ el primero me hace languidecer/ el segundo vomitar/"……. "Podrás atreverte/ a no pensar jamás en obtenerme?/mi frío ardor es mortal/ y bailo sobre cadáveres/.
La relación persistente entre negación a reproducir y a sexualizar y el abandono de los hábitos alimenticios viene entonces desde hace siglos.
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