La pandemia de VIH cumplirá 44 años en junio: los primeros casos se detectaron en 1981. El virus de descubrió en 1983; el primer test para diagnosticarlo se logró en 1985, y el primer tratamiento, en 1987. Cada dos años los primeros grandes hitos. Pero a casi 44 años todos los intentos por desarrollar una vacuna fracasaron.
Por eso, cuando en julio de 2024, durante la Conferencia Mundial sobre el sida, se presentaron los resultados de estudios sobre un nuevo antirretroviral que, además de los efectos esperados para controlar la infección tiene otras capacidades nunca vistas: ha de mostrado tener una eficacia del 95% como profilaxis antes de la exposición. Y como cereza del postre: a diferencia de otros medicamentos, que deben ser administrados a diario, este es de acción prolongada…
Fue, sin discusión alguna, una muy buena noticia. “Es un avance emocionante. Mientras aún esperamos las aprobaciones regulatorias, las directrices normativas y los resultados de los otros ensayos en curso, esta noticia ofrece la esperanza de que podemos permitir que todos los que se beneficiarían, incluidas especialmente las comunidades más marginadas, tengan acceso a la ayuda que necesitan. Permitir un acceso global equitativo a las nuevas tecnologías puede ayudar al mundo a poner fin al sida como amenaza para la salud pública en 2030”, señalaba Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA, en un comunicado de prensa, también en julio. Sus palabras expresaban una inesperada esperanza; pero hay tres palabras que son claves: “acceso global “equitativo” y hacían referencia a una realidad que puede empañar la emoción: el precio de la medicación.
El laboratorio no anunció cuánto costará el medicamento para su uso preventivo, pero en Estados Unidos, como tratamiento, ronda los 40.000 dólares al año por persona. En contraposición, según una investigación liderada por Andrew Hill, de la Universidad de Liverpool, el precio mínimo para la producción en masa de una versión genérica, considerando costos de materias primas y de fabricación, y un beneficio para el laboratorio del 30%, sería de 40 dólares anuales por paciente, suponiendo sólo 10 millones de usuarios. Y lo cierto es que, a largo plazo, se estima que alrededor de 60 millones de personas necesitarían este medicamento, en su faz preventiva, para reducir significativamente el VIH en el mundo.
Genérico, la solución necesaria y urgente |
Así las cosas, el “acceso global equitativo” al que hacía referencia Byanyima depende —explicó a IntraMed el infectólogo Miguel Pedrola— de la posibilidad de producir versión genérica del medicamento. ¿Esto qué implica?
“Para poder producir la versión genérica de un medicamento es necesario pagar la patente al laboratorio, o bien que este la ceda y habilite la producción. Y en este punto es importante distinguir ente un medicamento genérico y una copia”, añadió Pedrola, director médico y científico de la ONG internacional Aids Healthcare Foundation (AHF).
“Para producir un medicamento hacen falta tanto la tecnología como los ingredientes; y en países como el nuestro, o Brasil, o varios otros de América Latina, la tecnología está disponible”, explicó y agregó que la droga específica se sabe cuál es y se puede comprar. “Pero disponer de la droga no alcanza; con ella, sólo podríamos producir una copia, ya que el medicamento es más que la droga. En la fórmula (que no es pública y está patentada), además de la droga hay excipientes, y de muchos de ellos dependen variables muy importantes como la absorción de la droga, y/o la biodisponibilidad”, explicó. “Pensemos —agregó— que en el medicamento sobre el cual se debate en la actualidad se administra cada seis meses. Eso implica, por ejemplo, que con algún excipiente hay que garantizar el efecto constante y parejo de la droga en el tiempo”.
Dada esta situación, el panorama en lugares como América Latina y en África se ha vuelto complicado. “Para que los países que tenemos la tecnología podamos fabricar medicamentos con precios menores medicamentos —especialmente medicamentos que son cruciales a nivel epidemiológico, pues se vive una pandemia— y exportarlos llegado el caso a los que no pueden fabricarlo, es preciso que los laboratorios cedan gratis la patente con ese fin, o por lo menos, la vendan a un precio razonable”, advirtió Pedrola. Y no es lo que está sucediendo.
Por este motivo, el 21 de enero Byanyima tomó de nuevo la palabra, nada más y nada menos que en el Foro Económico Mundial en Davos, según informa un comunicado de ONUSIDA: “Estas nuevas tecnologías nos ofrecen una oportunidad real de acabar con el sida para 2030. Pero vine con una advertencia: solo si las empresas farmacéuticas, los gobiernos, los socios internacionales y la sociedad civil se unen en torno a una revolución de la prevención y el tratamiento del VIH, podremos utilizar estos medicamentos en todo su potencial y acabar con el sida mucho antes de lo que pensábamos”, se permitía soñar.
No mucho más que eso, porque —según señala el mismo informe— las farmacéuticas que las producen han concedido licencias para la fabricación de productos genéricos a varios países. Pero hay dos problemas: por un lado, van demasiado despacio, pues los genéricos no se esperan hasta el año que viene. Por otro lado, muchos países se han quedado fuera. Se ha excluido a casi toda América latina, una región en la que aumentan las infecciones por VIH –señala también el comunicado.
“Estamos muy preocupados porque, al mismo tiempo que sabemos que tenemos un medicamento preventivo poderoso y altamente eficaz, vemos la misma vieja historia, como lo que ocurrió con los antirretrovirales: pasaron diez años (para la comercialización de genéricos) durante los cuales doce millones de africanos murieron esperando que su precio bajara”, recordó Byanyima en una entrevista con la agencia EFE mientras estaba en Davos. “Están excluyendo a países de ingresos medios que podrían producirlas y venderlas más baratas al resto del mundo, países como Brasil, Perú, México y Argentina. Estos países han participado incluso en los ensayos y ahora son excluidos, lo cual es equivocado y no ético”, resaltó. Y advirtió, contundente: Esta vez debemos hacerlo mejor. O las empresas dan un paso adelante, o los gobiernos intervienen. Esta es nuestra oportunidad para acabar con el sida, y no podemos permitirnos desaprovecharla".