Preocupa la exposición humana

Los microplásticos nos invaden el cuerpo y su lugar favorito es el cerebro

Una investigación publicada hace unos días en Nature Medicine, halló que la concentración era mayor en tejidos de personas con diagnóstico documentado de demencia.

Autor/a: IntraMed

Fuente: Nature Medicina / ecoDes

Para nuestros bisabuelos, nacidos -digamos- antes de 1900, lo que ocurre en el planeta habría sido absolutamente impensable: ya no sabemos vivir sin plásticos. Según la ONG española ecoDes “la producción global de plásticos ha aumentado desde los 2 millones de toneladas en 1950 a aproximadamente 400 millones de toneladas en 2018. Es difícil hacernos idea de esta dimensión, que equivale a 13 millones de camiones tráileres-cisterna de 30 toneladas”. Es difícil dimensionar lo que ha ocurrido en los siguientes seis años (este recién arranca, y no parece claro que vaya a mejorar…), especialmente con la exigencia de “descartabilidad” que trajo aparejada la pandemia de Covid-19.

Lo cierto es que el panorama no es bueno, según un informe de ecoDes: “una media de 8 millones de toneladas de plástico son vertidas cada año a los océanos; esto equivale a vaciar un camión de basura lleno de plásticos cada minuto. Si no cambiamos de tendencia, en 2025 nuestros océanos tendrán 1 tonelada de plástico por cada 3 de pescado, y en 2050 habrá más plásticos que peces”.  Pero no solo ocupan su lugar; también están dentro de ellos… y de nosotros.

Ya hace 20 años que el biólogo marino Richard Thompson y su equipo de la Universidad de Plymouth demostraron que ese plástico se viene degradando en los océanos desde la década de 1960. Ahora, no solo están globalmente en los mares y los ríos: han tomado por asalto a los seres vivos (vía inhalatoria, pero también en el agua que bebemos y en los vegetales y animales que nos alimentan), y eso no es inocuo.

La investigación

De la “invasión” de esas partículas, cuyo nombre técnico es microplásticos y nanoplásticos ambientales (MNP), tenemos noticias –insistimos– desde hace tiempo. Pero -como dicen los españoles- “para más inri”, una investigación publicada hace unos días en la revista Nature Medicine informa como hallazgo que el lugar favorito para instalarse en nuestro cuerpo, es el cerebro.  “Las crecientes concentraciones globales de microplásticos y nanoplásticos ambientales (MNP) generan preocupación por la exposición humana y las consecuencias para la salud. Los métodos complementarios para la detección robusta de MNP tisulares (…) confirman la presencia de MNP en el riñón, el hígado y el cerebro humanos. Los MNP en estos órganos consisten principalmente en polietileno, con concentraciones menores pero significativas de otros polímeros”, se destaca en el abstract del paper. Y aquí aparece el hallazgo: “Los tejidos cerebrales albergan mayores proporciones de polietileno en comparación con la composición de los plásticos en el hígado o el riñón”, agrega.

Vamos desde el principio: los investigadores trabajaron, bajo la dirección de Matthew Campen, profesor de ciencias farmacéuticas de la Universidad de Nuevo México (EE. UU.), con muestras humanas de hígado, riñón y cerebro, de 52 especímenes de autopsia de 2016 y de 2024. Hallaron que las concentraciones de MNP en los tejidos cerebrales no se vieron influenciadas por la edad, el sexo, la etnia ni la causa de la defunción; en cambio, el año de la muerte sí fue significativo: entre 2016 y 2024 las concentraciones aumentaron.

El hallazgo más preocupante

Las concentraciones de MNP en los distintos órganos no se observaron de manera pareja; es más, eran de siete a 30 veces mayores en muestras cerebrales que las concentraciones observadas en hígado o riñón. Las posibles implicaciones para la salud humana de este inquietante hallazgo aún no están claras.

“La concentración de masa total de plásticos en los cerebros analizados en este estudio aumentó aproximadamente un 50% en los últimos 8 años. Por lo tanto, postulamos que las concentraciones ambientales exponencialmente crecientes de MNP pueden aumentar análogamente las concentraciones máximas internas”, advierten los investigadores. Y hay otro dato importante: el equipo detectó una acumulación aún mayor de MNP en una cohorte de tejidos de cerebros de personas fallecidas con diagnóstico documentado de demencia; los depósitos –señalan- eran especialmente notables en las paredes cerebrovasculares y en las células inmunes.

De todas formas, señalan los investigadores en el trabajo, “estos datos son asociativos y no establecen un papel causal para que dichas partículas afecten a la salud. Para ello, se necesitan refinamientos en las técnicas analíticas, diseños de estudio más complejos y cohortes mucho más grandes. Dada la presencia ambiental exponencialmente creciente de MNP, estos datos obligan a un esfuerzo mucho mayor para comprender si los MNP tienen un papel en los trastornos neurológicos u otros efectos sobre la salud humana”.