Investigando sobre médicos escritores, encontré un libro de Mijaíl Bulgákov llamado Diario de un joven médico. Allí se relatan episodios que suceden en un establecimiento de salud de las afueras de Moscú. Su lectura me retrotrajo al año 2000, a una sala de primeros auxilios en Villa Ofelia (Buenos Aires), y a la responsabilidad que yo afrontaba con toda mi inexperiencia, cuando empezaba a dar mis primeros pasos en la medicina.
El protagonista del libro es un joven recién recibido que debe asumir la responsabilidad de ser el único médico de un hospital. Tiene que atender a todos los pacientes que llegan con sus dolencias y enfermedades, algunas de las cuales conoce bien y otras no. Cuenta cómo arriba a sus diagnósticos y cómo realiza tratamientos y cirugías que nunca había hecho solo.
En momentos difíciles y ante procedimientos complejos, se pregunta por qué decidió ser médico…
…"Guillermo, hay un incendio en Villa Diamante, tenés que ir con la ambulancia", me dijeron al ingreso de mi primera guardia. Con el título flamante, aún oliendo a tinta fresca y recién guardado en mi placard, donde aún lo conservo, salí a tratar de hacer el mejor uso de todo lo que la facultad me había enseñado.
Como Bulgákov acudía a atender a una parturienta, en trineo, a inicios del siglo pasado, bajo una tormenta de nieve, yo iba en ambulancia, con el calor sofocante de un diciembre en el hemisferio sur. Me dirigía al incendio de Villa Diamante para asistir a los quemados y asfixiados.
En el lugar no había muchos pacientes ni tampoco estaban graves. Conecté al oxígeno a un hombre que estuvo expuesto al monóxido de carbono y curé las heridas de otros pacientes. También asistí a algunos bomberos que se habían golpeado o raspado. Al paciente intoxicado no lo pude llevar al hospital; no quiso ir por miedo a que le robaran las pertenencias de su casa, la misma que se había quemado.
Cuando volví a la sala de guardia, después de mi primera experiencia, me quedaban 23 horas más de servicio, 22 años de ejercicio de la profesión y contando.
Bulgákov relata una traqueostomía en una niña, una amputación, un parto con fórceps, la extracción de una muela y otras anécdotas que se resuelven como él puede en ese momento, con las herramientas de las que dispone. Sus narraciones revelan cómo era la relación médico-paciente y médico-familia en ese tiempo y cómo la gente todavía desconfiaba de la medicina.
Yo podría contar muchas historias parecidas sobre partos, traumatismos, intoxicaciones, y agregarle otras sobre enfrentamientos de barrabravas, intentos de secuestro, atenciones en calabozos y asesinatos. Pero lo que quería resaltar es que, al leer a Bulgákov, volví a sentir el miedo que da lo desconocido, ante la inmensa responsabilidad de atender y tratar de ayudar a las personas con un currículum en blanco.
Volví a transitar mis veintipico, cuando el bolso de mi experiencia estaba vacío y comenzaba a cargarse.
Diario de un joven médico es un libro entretenido, de lectura fácil, sin grandes méritos literarios, pero que me agradó casi tanto como lo han hecho algunos clásicos de la literatura universal. Me recordó a mis inicios, cuando intercalaba el miedo a equivocarme y las ganas de ejercer. Me hizo sentir la energía de la juventud y la alegría de ser médico.
En fin, un libro recomendable para todos los que trabajamos en salud.
* Guillermo Moschino es médico de la Universidad de Buenos Aires, emergentólogo, periodista médico y secretario general de la Sociedad Argentina de Periodismo Médico (SAPeM).