Nuestros ancianos

La mejor forma de prolongar los años es llegar a viejo

Este artículo expone reflexiones sobre las diferentes aspectos de la vejez a los ojos de la sociedad.

Autor/a: *Dra. Marta Papponetti

Cuando adolescente, al leer ese libro llevado también al cine (lo recuerdo a Anthony Queen caracterizado de esquimal), El País de las Sombras Largas, quedé muy impresionada por el destino del más viejo de los personajes, la suegra del protagonista. Su falta de dientes implicaba no trabajar, pues ya no podía sobar los cueros ni masticar la carne para alimentarse. La crudeza del medio y las costumbres esquimales, según el autor de la novela, obligaban a abandonar a la vieja a su suerte, ya que su dependencia era una carga insoportable. Primera conclusión adolescente: cuando los viejos no producen ni se autoabastecen, son abandonados a su destino.

También en aquellos años leí La Guerra del Cerdo, llevada al cine en una película argentina protagonizada por Lautaro Murúa, donde un movimiento juvenil cuya misión era eliminar de la sociedad a los más viejos, incluidos sus padres, lograba cada vez más adeptos. Segunda conclusión adolescente: los viejos no sirven para nada y hay que eliminarlos.

Por suerte, en esa época también leí la biografía de grandes hombres de la historia, la ciencia y el arte, que llegaron activos a la vejez, lo que me permitió compensar las conclusiones anteriores. Tercera conclusión adolescente: se puede llegar a viejo siendo lúcido, útil, activo, creativo.

Marcel Proust dijo: "De todas las realidades, la vejez es quizás aquella de la que conservamos durante más tiempo de la vida un noción puramente abstracta"

Según una expresión de Simon de Beauvoir. "Nos negamos a reconocernos en el viejo que seremos"

Salvarezza dice que incluso los médicos y los psicólogos no comprenden totalmente a sus pacientes, porque todavía no han tenido la experiencia de ser viejos.

En el libro Viejismo y Sexualidad en la Vejez, su autor, Salvarezza, explica cómo a los que todavía no han llegado a viejos les es casi imposible aceptar a los ancianos, "porque sería reconocer su propia vejez," dice, "algo relacionado con la enfermedad y la muerte." En este mismo libro, aparece una entrevista realizada por el autor al Dr. Mario Strejilevich, un reconocido geriatra ya fallecido, quien allí expresa que las dos patas del envejecimiento normal son: el bienestar económico y la buena relación social y familiar y que así como hay un filicidio, también existe un gerontocidio.

Según estas palabras, la pobreza, la mala cobertura médica, la mala relación familiar, la soledad, la falta de buenos lazos sociales y familiares irán de la mano con una vejez poco digna.

B. Beck es una investigadora del diario The Economist, quien ha expresado que: "La mayoría de los países no ha sabido adaptarse al rápido cambio social caracterizado por el aumento de los viejos y la disminución de los nacimientos. Los viejos no trabajan, no producen y van perdiendo lo que tienen, dentro de una sociedad economicista que considera que sólo producen gastos." Aquí no puedo dejar de recordar que una persona gasta el 90% de su cobertura médica en los últimos 6 meses de su vida.

¿Qué haremos con los viejos?

¿Los dejaremos solos, a la buena de Dios, en la fría llanura polar? o lo que es lo mismo,

¿en la fría realidad de sus necesidades básicas mal atendidas?

¿Haremos una compulsa juvenil para deshacernos de ellos?

O habrá que, ya desde niños, aprender el respeto a los más viejos porque, con suerte, genes, apoyo de los gobiernos y ayuda de la medicina, muchos llegarán a serlo. Aprender de su experiencia en la vida, la buena y la mala. Agradecer lo que pudieron hacer y tolerar lo que no pudieron.

Soy una convencida de que muchos ancianos no solamente pueden representar el papel del "abuelito" o estar relegados al papel del "pobre jubilado" o "el viejo". Lamentablemente, parte de nuestra cultura ha llevado a que ellos también se crean ese concepto erróneo y es así como vemos personas parecidas a aquel personaje de Vacarezza, un viejo sentado en medio de los dramas de la vida, a quien se le preguntaba "¿y usted, qué hace?", y él contestaba, mientras fumaba: "¿yo? yo miro el humo..."

* Especialista en Medicina Interna. Docente Autorizada de la UBA.