A lo largo de estos 30 años, los gobiernos han tenido actitudes disímiles en torno de la respuesta al VIH/sida. Aún hoy la inversión global no alcanza a financiar el Fondo Mundial de Lucha contra el Sida, la Malaria y la Tuberculosis, dedicado a atraer y desembolsar recursos para prevenir y tratar esas enfermedades. Un mundo que consigue dinero para salvar bancos y automotrices no logra recaudar lo necesario para cumplir el objetivo de acceso universal a la prevención y el tratamiento del VIH/sida.
Si repasamos la historia de la respuesta política, en los Estados Unidos encontramos que en los comienzos de la epidemia, el ex presidente Ronald Reagan menospreció el impacto que la epidemia tendría a nivel mundial y nunca se refirió públicamente al tema. Su sucesor, George Bush, fue más allá y firmó la resolución que impidió durante años la entrada al país de extranjeros con VIH.
Bill Clinton -después de dejar el salón oval- creó la Iniciativa Clinton de Acceso a la Salud, desde la que ejerce un liderazgo en la búsqueda de esquemas más baratos de tratamiento.
George W. Bush creó el Plan Presidencial de Emergencia para Alivio del Sida, un billonario plan que, sin embargo, tenía la contracara de sólo financiar iniciativas que cumplieran con el llamado "ABC" (abstinencia, fidelidad y, por último, condones), y que excluía a las trabajadoras sexuales y a los usuarios de drogas de sus estrategias de prevención.
Recién en 2010, Barack Obama retiró la prohibición de entrada a las personas con VIH, por lo que en 2012 se volverá a realizar en los EE.UU. la Conferencia Internacional sobre el Sida.
En el sur del mundo, otro líder se involucró activamente en el tema, de manera aún más negativa. Thabo Mbeki, ex presidente de Sudáfrica, hasta entrado el siglo XXI negaba la relación entre el VIH y el sida. Así, mientras el ex presidente Nelson Mandela trabajaba como pocos líderes en la respuesta a la epidemia, el presidente del país más afectado negaba, so pretexto científico, el acceso al tratamiento a millones de sudafricanos con VIH. Fue la enorme repercusión de la Conferencia Internacional sobre el Sida realizada en ese país en 2000 lo que cambió la historia para los casi 6 millones de pacientes de los países de bajo y mediano nivel de desarrollo que hoy reciben tratamiento.
Sin embargo, otros 10 millones están a la espera. Muchos enfermarán y morirán, muchos niños nacerán infectados, sólo por la negativa de los países del G-8 a cumplir con los compromisos de financiar la lucha contra las tres enfermedades mencionadas.
En el Cono Sur, Brasil y la Argentina mantienen programas de acceso a la terapia antirretroviral desde mediados de los 90, lo que ha marcado un rumbo en cuanto a las posibilidades de los países de ingreso medio de poder lograr el acceso universal.
En síntesis, si algo ha quedado claro en estos 30 años de epidemia es que no lograremos dar respuesta cabal al VIH SIDA sin los médicos, pero tampoco sólo con los médicos. Y los gobiernos tienen un rol fundamental que cumplir. Dejar de hacerlo es un delito de lesa humanidad: el genocidio por inacción.
El autor es presidente de la Fundación Huésped